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Cuidado con el capítulo... ;)

Después de una larga jornada de trabajo sin descanso, el profesor decidió salir a despejarse mientras anochecía. Empezaba a hacer frío, pero eso no le impidió disfrutar de la brisa.

Pasó frente a un pequeño colmado y se compró un par de latas de cerveza que no tardó en terminarse. El alcohol en sus venas corría rápidamente, sin embargo, no se sentía embriagado. Faltaban escasos minutos para las ocho de la noche cuando decidió entrar a un establecimiento a pedir un café para eliminar cualquier sabor y olor de su boca. No le apetecía tener otra tonta discusión con su esposa.

Las campanillas resonaron en el local que ya empezaba a preparar mesas para la cena. Observó el lugar desabrochándose el abrigo, ya que la calefacción estaba encendida. Nunca había estado allí.

Se fijó en la camarera que se acercaba a atenderle.

—¡Menuda sorpresa!

—Buenas noches, señor.

—Oye, pues menos mal que te has buscado un trabajo. Eso está muy bien, porque ya digo que la carrera, si es por mí, no te la sacas.

Amaya apretó el delantal con la mano izquierda e Hidalgo torció el gesto en una sonrisa cínica.

—Usted siempre tan gracioso. ¿Qué desea tomar? —dijo ella, restándole importancia al comentario hiriente.

—Un café descafeinado, para llevar.

Amaya le indicó que le siguiera hasta la barra.

Una vez allí, José se sentó en un taburete y se puso a leer el periódico.

—Espere un momento, que no tenemos café en la máquina y tengo que ir a buscar al almacén.

El hombre ni siquiera le prestó atención, estaba leyendo algún artículo sobre deportes. Miró su reloj de muñeca. Las ocho estaban al caer.

Vio salir a su alumna del almacén con un paquete de café para moler.

—Madre mía, ahora entiendo por qué tardas tanto en los exámenes...

Dobló el periódico y se levantó para dejarlo donde lo había encontrado y Amaya le entregó el pedido.

Amaya pudo oler el alcohol en su aliento mientras él se acercaba para pedirle: "Un precio especial, ¿no?"

En cuanto salió del local empezó a beberse el café. A pesar de ser una fría noche, aún podían verse algunos transeúntes caminando cansados hacia casa después de un largo día de trabajo. No había niños, pero sí parejas, deseando un rato a solas, con calefacción y una buena película. Tras un rato caminando, se adentró de lleno en un pequeño parque boscoso que había lejos del centro de la metrópolis. No había ni un alma en la zona, ni siquiera los murciélagos se atreverían a pararse en un lugar tan lúgubre.

Hidalgo empezó a sentirse mareado y sus pasos empezaron a ralentizarse. Se paró en seco, flexionó la espalda y apoyó las manos en el respaldo de madera de un banco.

Empezó a respirar exaltadamente, desorientado. Sintió una mano en su hombro que le asustó. No pudo distinguir sus facciones en ese estado. Pero supo que se trataba de una mujer. Empezaba a tener mucho sueño y, sobre todo, empezaba a sudar.

La chica llevaba una sudadera negra ancha y unos pantalones de chándal gris. Cualquiera podría decir que venía de hacer ejercicio.

—¿Se encuentra bien? —le preguntó. Él sonrió agradecido y asintió—. No lo parece, pero no se preocupe.

La mano en el hombro empezó a presionar con fuerza. Los ojos de José se abrieron dolorosamente

—Pronto dejará de sentir.

Hidalgo se retorció y empezó a forcejear a pesar de su mal estado. Tan solo iluminaba la moribunda luz de una farola. José, abriendo y cerrando los ojos intentaba deshacerse de las garras de la mujer. Bruscamente ella le empujó, Hidalgo se tambaleó y cayó contra el respaldo del banco. La muchacha se llevó las manos a la boca, sorprendida. El cuerpo no se movía. Le buscó el pulso en el cuello y también en la muñeca. Débiles latidos.

Se quedó mirando el cuerpo inmóvil sin creer que hubiera resultado una hazaña tan fácil. Sin embargo, se sintió orgullosa de haber acabado con una persona tan repulsiva.

Bajo efectosWhere stories live. Discover now