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Cuando acabó su última clase salió pitando hacia la parada del autobús, pero no llegó ni a la puerta principal de la universidad cuando se encontró con Sofía. Vaya, ni hecho a posta.

—¡Hey! ¿Dónde vas corriendo? —preguntó Sofía cerrándole el paso. Amaya paró.

—¿Qué haces aquí?

—Contéstame, yo te he preguntado primero.

—Iba andando.

Sofía rodó los ojos.

—Ya me has entendido —rio. Era la risa más falsa que jamás había oído.

—Tengo una entrevista de trabajo.

Sofía arrugó el entrecejo con duda en la cara.

—¿Ah sí?

—¿Y tú qué haces aquí? —repitió.

—Venía a buscarte.

—Pues ya ves que no puedo, que tengo prisa —intentó pasar, pero Sofía no la dejaba.

—¿Qué quieres?

—¿Por qué no vamos a comer?

Era hora de clavar los dientes.

—A ver, te acabo de decir que tengo una entrevista de trabajo. ¿Estás sorda?

—¿Pero a qué hora es?

—A las siete.

—¡Pero si te da tiempo de sobras!

—No.

—¿Dónde es?

—En "La casa del árbol".

Sofía abrió los ojos incrédula. Ahí lo tenía.

—Ah, vaya.

Estaba claro, Gabriel era su talón de Aquiles.

—Es que luego he quedado con Gabriel.

—Echo de menos a Susana —dijo en cuanto Amaya acabó de hablar. Parecía que no había hecho caso a lo que había dicho su amiga pero estaba claro que había captado el mensaje y que los dientes se los iba a clavar Sofía.

Ese comentario se clavó como una espada en el corazón de Amaya, pero no iba a dejar, de ninguna manera, que se notara.

La muchacha rio cínica.

—¿Tú sabes por qué Susana se fue?

Sofía no dijo nada. Amaya se acercó a su oreja y le susurró:

—Porque estaba harta de ti. Y no me extraña, ¿quién no lo estaría?

Dicho esto, la apartó de su camino con un golpe de hombro a hombro. Dejó atrás una de las piedras que la hicieron tropezar en el camino y puso rumbo a su apartamento.

Cuando llegó eran las tres y siete, así que se preparó tranquilamente una sopa de sobre. Cuando acabó de preparar la comida, se la zampó más rápido de lo que canta un gallo.

Se tiró en el sofá y al conectar Netflix, para ver Prison Break. Se dio cuenta de que durante todo el día no había pensado en Lucía. Se sentía como Michael Scofield ayudando a su hermano Lincoln; solo que sin estar en la cárcel.

¿Cuándo iba a llamarla? ¿Qué podría ser lo que había hecho tan mal? Tenía muchas ganas de volver a hablar con ella.

A las seis y siete se pegó una ducha y se vistió. No sabía cómo vestirse, pues nunca había tenido una entrevista de trabajo. Se puso algo normal, pero sin rozar lo formal.

Bajo efectosWhere stories live. Discover now