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La alarma sonó a las siete de la mañana. Extendió la mano hacia el viejo reloj que reposaba en la pequeña mesita de noche y lo paró. Sabía que si volvía a dormirse llegaría tarde, pero ya tendría tiempo de arrepentirse luego.

La noche anterior se había quedado mirando varios capítulos de alguna serie tonta y se acostó tarde.

A las once y siete de la mañana se despertó por completo, no fue a la universidad así que conectó la radio y empezó a sonar "Begging You" de The Stone Roses. Escuchaba la melodía mientras metía las tostadas en el tostador.

Un sonido totalmente distinto la interrumpió, era el teléfono de casa que estaba sonando. No tenía ningún número grabado en la memoria del aparato y se maldijo por ello. Dudó en cogerlo, podrían ser sus padres o alguien de la universidad.

Se armó de valor y contestó mientras bajaba el volumen de la música.

-¿Sí?

-¿Amaya? No esperaba encontrarte en casa, iba a dejarte un mensaje en el contestador para que lo oyeras después -anunció la voz de su madre.

La joven se quedó callada unos segundos sin saber qué excusa inventar.

-Ya, es que no me encontraba muy bien y he decidido quedarme a descansar -dijo apagando la música por completo.

-Mejórate, cariño.

-¿Qué querías, mamá? -dijo sentándose en el sofá

-Verás, tu padre está en un momento crítico en el trabajo porque están haciendo reducción de plantilla y parece ser que él tiene todas las de perder.

-¿Qué intentas decirme con todo esto?

-Mira Amaya, necesitaríamos que empezaras a buscar un trabajo en serio, porque no sabemos cuánto más vamos a poder estar pagándote los gastos. Fue tu decisión independizarte, ya sabes lo que conlleva.

-Mamá, lo estoy intentando, pero entiende que sin acabar la universidad solo puedo encontrar pequeños trabajos donde te pagan una mierda.

-Por algo se empieza, no podemos estar perdiendo el tiempo, si a tu padre lo despiden estamos prácticamente acabados, con mi sueldo no llegaremos a ninguna parte -sentenció Rita con autoridad.

-Sí, lo entiendo, es lo que estuve haciendo ayer noche mamá. Buscando trabajo y enviando currículums a diestro y siniestro, sé que de algún lugar me llamarán.

-Me alegra mucho oír eso, mi amor, solo necesitamos un poco de tu ayuda para salir de esta. Y esperanza, mucha esperanza.

-Claro, no te preocupes. Yo lo intento, aunque esté bastante ocupada con la universidad y demás.

-¿Estás muy agobiada con los estudios? -dijo la madre con tono de preocupación.

-Bastante, pero supongo que son cosas de último año, lo normal.

-Lo entiendo, no te meteré mucha presión, pero inténtalo. Puedes empezar por dar clases de repaso o cosas así.

Amaya arrugó el entrecejo y zanjó la conversación.

-Sí mamá, lo pensaré. Te dejo, que empiezo a encontrarme mal.

Colgó el teléfono sin esperar una respuesta y suspiró. Cuando volvió a la cocina y cogió las tostadas, estaban frías. Las comió con mantequilla y se preparó un café con leche.

A la una y treinta y siete del medio día encendió el ordenador.

Con las dos cartas en mano, se puso a buscar todo tipo de referencias que le pudieran dar una respuesta.

Leyó un par de páginas de diferentes versiones de cada cuento.

Estuvo una hora entera buscando en el ordenador, solo necesitaba algo, una pista.

Frustrada, apoyó ambos codos en la mesa y apoyó la cabeza en sus manos.

-¿Qué demonios es esto? -gritó de repente.

Golpeó la mesa fuerte y se levantó.
Se puso las deportivas y una sudadera, cogió su monedero y salió de casa.

No le apetecía cocinar, así que dando un largo paseo entró en el primer establecimiento de comida que encontró.

Cuando abrió la puerta del local, sonó una campanita y el chico de detrás de la barra la saludó.

-Buenos días, adelante.

Amaya, algo cohibida por la presencia del chico, asintió.

Se adentró en la cafetería siguiendo al hombre que la guiaba por aquel bonito lugar lleno de mesas, olor a comida y gente.

-¿Solo tú? -dijo el muchacho.

Se fijó en la chapa que llevaba en el pecho y leyó el nombre, Gabriel.

-Eh... Sí, perdona.

Se sentó y Gabriel le tendió la carta.

-Este es el menú del día, pero si deseas puedes tomar cualquier plato -el chico sonrió amablemente-. ¿Para beber?

Amaya se fijó en sus ojos, eran de un azul tan puro que creyó ahogarse en ellos.

Se obligó a centrarse.

-Una limonada, gracias.

El chico anotó la consumición en una pequeña libreta.

Amaya se sonrojó, hacía tiempo que había perdido el contacto directo con chicos. De casa a la universidad y de la universidad a casa. Salvo los días en los que tenía que salir a comprar o a comer con sus padres.

Se miró la ropa discretamente y se maldijo por llevar esa ridícula sudadera de propaganda.

Se centró en la carta del restaurante y se decantó por una ensalada César y una merluza al horno.

Cuando Gabriel volvió con la limonada, anotó el pedido de la chica.

Siete minutos más tarde el primer plato ya estaba servido.

Amaya disfrutó realmente de esa ensalada. Era simple, pero le pareció deliciosa.

La merluza también fue de su agrado y cuando terminó prefirió no pedir nada de postre.

-¿No quieres nada más? ¿Un café? ¿Un té?

Sabía que todo lo que decía era por el protocolo del restaurante.

-No, pero gracias. La cuenta.

El chico asintió y le trajo una pequeña cajita con el tique, diez con veintisiete.

Dejó el dinero exacto y se marchó.

Cuando estaba a punto de salir, una voz le llamó la atención.

Era Sofía, se giró discretamente y desde su posición frente a la puerta de salida la divisó unas mesas atrás charlando animadamente con un chico.

Se fue, no tenía ganas de saludarla.

Cuando llegó a casa abrió con prisa el buzón, pero no encontró ni una carta en él.

Subió pausadamente al ascensor y cuando llegó a su rellano, se sorprendió al ver algo blanco que sobresalía de debajo de su felpudo.

Una nueva carta en un sobre impoluto.

Lo abrió allí mismo.

"Estas cartas solo son las migas de Pulgarcito."

Arrugó el sobre en sus manos y golpeó su propia puerta.

-¿Qué quieres de mí? ¿Qué?

Lentamente dirigió su mirada hacia la oscuridad del rellano, no parecía haber nada. Regresó la mirada a sus manos y abrió la puerta aceleradamente. Con miedo.

***

Estaría bien leer algún comentario, he sacado un 10 de 10 en el trabajo para el que realice esta novela, así que sería genial leer vuestras opiniones. No muerdo :3

Att: Ninaa

Bajo efectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora