Segunda Temporada - X

3.1K 128 2
                                    

Holaaaaaaaa! Perdón, perdón, perdón, por tantos días sin escribir. Pero he estado trabajando esta última semana y es todo un agobio. Siento no escribir antes. Aquí tenéis el décimo capítulo de la temporada. 

Abro el armario y sin pensarlo, cojo unos vaqueros negros, una camisa blanca y una americana negra. Hoy va a ser un día especial. 

Una vez en el baño, me ducho y al salir me visto. Me peino ante el espejo y me acuerdo de un pequeño detalle que sé que a Carolina le encantará. 

Voy de nuevo al armario y saco de él la pajarita a rayas que tanto le gustó a Carol la semana pasada mientras paseábamos.    

—Cariño, ya estoy en casa —anuncia Carol entrando por la puerta del pequeño piso—. ¿Dónde estás? —pregunta. E imagino que andará buscándome por la cocina y el salón—.

—En la habitación, Carol —respondo mientras me miro por última vez al espejo—.

—¿Dónde vas tan guapo? —pregunta mi novia al entrar en nuestra habitación—.

—Te recuerdo que tu vestido rojo, te espera —digo mientras le doy un suave beso—.

Amo conducir, al igual que la preciosa chica que me acompaña al lado, y en menos de media hora estamos ante el lujoso restaurante al que he querido traer a Carolina. 

—¿Estás lista? —le pregunto a Carol mientras le cojo de la mano—. 

—Estoy muy nerviosa —admite dándome un pequeño beso—. ¿Te gusta?

Da vueltas sobre sí misma y la miro atónito. Está preciosa. El vestido le queda genial. Y no sé qué me pasa, pero últimamente me va a volver loco. 

Sin más, entramos dentro del restaurante. Una vez sentados en la mesa, el camarero nos sirve un vino exquisito y nos presta las cartas para elegir el menú. 

—Oye, Marco —llama mi atención mi chica—, yo con una simple pizza y poco más, me conformo. No son necesarios todos estos lujos. Sé de sobra que te los puedes permitir, pero a mí estas cosas no me van. 

—Relájate y disfruta, pequeña —intento tranquilizarla antes de comenzar a cenar—.

Plato a plato mis nervios aumentan. Carol, a pesar de conformarse con muchísimo menos, está encantada con el detalle e intenta disfrutar de la velada. Me encanta ver su cara al probar platos extraños que nunca antes habíamos probado. Aunque, en este momento, el apetito no es mi punto fuerte. 

—Voy al baño —anuncio levantándome de la mesa—, un segundo. 

 —¿Estás bien? —pregunta Carol preocupada—. ¿Necesitas algo?

—No, tranquila. Vuelvo enseguida.

Una vez en el baño, me miro en el espejo. Abro el grifo y me echo agua en la nuca y en el cuello. Necesito tranquilizarme.

—Marco, tranquilo, va a salir todo bien —me repito mientras me paso la mano por el pelo nervioso—.

Cuando decido que debo salir, me dirijo de nuevo hacia la mesa donde Carol me espera extrañada.

—Tengo que decirte algo —suelto nada más llegar, mientras me siento—.

—¿Qué pasa? —pregunta preocupada—. Me estás asustando.

—Estoy muy nervioso —confieso cogiéndole las manos por encima de la mesa—. Mira Carol... sé que no hace ni un año que nos conocemos, pero has sido una persona fundamental en estos últimos meses. Sé que la lie, he hecho cosas que no debería, que a veces actúo sin pensar. Pero, tengo que decirte que no me imagino otra vez sin ti. Y por eso... —hago una pausa. Ella me mira sin entender nada—, aunque yo no sea la persona más romántica del mundo, ni el más indicado para estas cosas, quería decirte que, sin fechas, sin nada fijado, dando un tiempo para pensar las cosas, que surja como tenga que surgir. Que el tiempo nos diga dónde, cómo y cuándo. Así que —busco algo en mi americana—, Carol, ¿quieres casarte conmigo?

Respiro, por fin, más tranquilo. Pero sigo nervioso por saber su respuesta.

—Marco, yo... —responde muy, muy nerviosa—, no voy a dejarte sin respuesta como hice aquella primera vez que salimos —se levanta de su silla y se acerca a mí. Estoy temblando—. Sí, sí quiero. Acepto casarme contigo. Vivir contigo todas las experiencias que me quedan y poder ser más feliz aún contigo.

Me lanzo a besarla feliz, muy feliz. Y es que, como he dicho, no quiero fechas. Solo quiero ser feliz con ella. Pero esto sé que le hacía ilusión.

—Por cierto, espero que te guste el anillo —se lo pongo en el dedo—.

—Me encanta, es precioso —afirma y me besa—. Eso sí, mañana mismo quiero ir a una joyería para comprarte uno a ti a mi gusto. Me parece lo más justo y bonito.

—Me parece bien —confirmo antes de besarla—. Gracias por tanto, y por hacerme tan feliz. 

—Qué bonito eres, te quiero.

La beso y sonrío.

—Esto todavía no ha acabado —susurro en su oído—.

Ella se ríe y yo no puedo evitarlo.

Al acabar la cena, volvemos a subir al coche y pongo rumbo a nuestro próximo destino.

—Marco, ¿dónde vas? Vivimos por allí, no por aquí —explica señalando hacia atrás—.

—Hay más sorpresas —digo divertido—.

Y en menos de un cuarto de hora, estamos ante unas preciosas vistas. Las estrellas se ven perfectamente.

Salimos del coche y ambos nos sentamos en el capó. Apoya su cabeza en mi hombro y le beso la cara mientras miramos al cielo.

—Esto es precioso —confirma Carol—.

—¿Sabes? —propongo—, una vez a la semana deberíamos sorprendernos con algo nuevo.

—Acepto, me encanta la idea.

Carol me besa. Pasa sus manos por debajo de mi camiseta y comienza a besarme más intensamente. Y aunque tengo mil ganas de seguir, tengo que pararla.

—Espera, espera —le digo separándome de ella—, me encantaría quedarme aquí contigo y acabar esto que estás empezando. Pero, sintiéndolo mucho, queda una última parada. O dos. Sube al coche.

—Eres de lo que no hay, Marquito —dice riendo—. Sorpréndeme.

Y acabamos en un concierto de unos jóvenes italianos. Están empezando y actúan en un bareto cerca de nuestro apartamento. Estamos rodeados de gente, donde nos conocen, y la mayoría son adolescentes felices. Pero no tanto como nosotros. Y tanto ella como yo, disfrutamos ese concierto como si se tratase del mejor de nuestras vidas. Quizá porque era el primero al que íbamos juntos. Y las primeras veces, siempre son especiales.

Mi pequeña casualidad - Marco AsensioWhere stories live. Discover now