Segunda Temporada - III

2.9K 119 4
                                    



Salgo de la ducha, con la toalla alrededor de la cintura, me peino con las manos mientras me miro en el espejo y salgo del baño para coger algo de ropa.

—Marco, tío, ¡date prisa que llegamos tarde! —grita Ceballos levantándose de la cama de un salto y poniéndose los pantalones—.

—Lo que me faltaba —suelto resignado—. Llegar tarde el primer día.

—Si te das prisa, nos da tiempo —se pone la camiseta y después las zapatillas—. Pero venga, ¿en qué piensas? ¡Date prisa!

—Ve bajando, cuando acabe iré yo —le pido—.

—Ni de coña —va a mi armario para coger una de las camisetas de la selección—. O te la pones tú o te la pongo yo, tú decides.

Se la quito de las manos, me pongo la camiseta y acabo de vestirme. Voy sin ningunas ganas hacia el campo del hotel donde realizaremos el primer entrenamiento del día de hoy.

—No me digas que... —suspiro entre dientes conforme nos acercamos al campo—.

—Sí, hoy toca entrenamiento a puertas abiertas —afirma Dani—. Alégrate tío, es la afición y le debemos todo.

—No sé si ha sido buena idea esto de venir —suelto arrepentido—.

—Marco, ¿qué me estás diciendo? —Ceballos se encara hacia mí—. ¡Basta ya de lamentaciones! Cambia tu actitud, el equipo te necesita. La afición está que arde por verte. Así que, por favor, compórtate. Problemas personales tenemos todos, ¿me oyes? Y tú los vas a superar, pero el fútbol no tiene la culpa y tienes que darlo todo. ¿Dónde está aquel Marco fuerte y cabezota pero luchador que conocí?

Voy a contestar, pero el entrenador de los porteros nos interrumpe:

—Venga chicos, la sesión ya ha empezado —nos mete prisa.

Ambos echamos un sprint y nos unimos al grupo para entrenar. Las pequeñas gradas del campo están bastante llenas y por una parte me alegra, pero por otra me rompe al saber que ella no estará ahí esperándome.

Durante el entrenamiento hablo con todos mis compañeros. E incluso consigo volver a bromear con Isco. Y a mi parecer, las sensaciones bajo la dirección de Julen han estado bastante bien. Esto hace que sonría.

—Marco, necesito hablar contigo —me pide el seleccionador—.

—Enseguida —respondo mientras me despido de mis compañeros que ya se dirigen a las habitaciones—. Dime, ¿hay algún problema?

—En absoluto. Has estado muy bien, pero te noto algo cabizbajo. Además, esta mañana has llegado tarde junto a tu compañero de habitación. ¿Estás bien?

—Todo perfecto, no se preocupe —le miento—.

—Espero que así sea —se va a ir pero vuelve su mirada a mí—. Ah, contaré contigo desde el inicio del partido.

¡Voy a ser titular con la Selección absoluta! Estoy que no quepo en mí de la felicidad.

Me dirijo hacia la habitación para ducharme y cambiarme. Tendremos un rato libre.

En el pasillo, me encuentro con Isco hablando con alguien. No pueden verme porque están de espaldas a mí, así que decido correr hacia él para contarle la noticia. Sé que le hará feliz verme contento por la titularidad.

—Pishaaa, ¡qué voy a ser titular! —grito mientras corro hacia Isco y salto sobre él—.

—¡Me alegro mucho tío! —me abraza—. Te lo mereces muchísimo.

Levanto la cabeza para separarme del abrazo con mi amigo y no puedo ni hablar cuando veo a la persona que lo acompaña. Nos miramos. Isco no sabe qué hacer, está igual o más nervioso que yo.

—¿Carolina? —es lo único que sale de mi boca al verla, casi seis meses después—.

—Enhorabuena —consigue decir ella tímida—.

—Gracias —agradezco antes de salir corriendo de allí—.

—¡Marco, Marco! ¡Para! —escucho a Isco correr detrás de mí—.

Corro por los pasillos del hotel, esquivo a las personas que me encuentro, cojo un ascensor, bajo a la última planta y sigo corriendo por el hall. Me giro y veo que Isco sigue yendo detrás de mí.

Salgo a la calle y sigo corriendo, como si me fuese la vida en ello. Tengo que cruzar y esquivar a los coches, si no quiero que Isco me pille. Pero hay demasiados coches pasando en este momento.

—Marco, para. Por favor —escucho detrás de mí, de una voz que no es la de mi amigo—. Te vas a matar, estate quieto.

Me paro en seco. ¿Por qué me ha seguido ella también?

Carolina se acerca a mí y pone su mano sobre mi brazo.

—Tranquilízate, ¿vale? —me pide agobiada—.

Afirmo con la cabeza sin poder mirarla.

—Estás más delgado, ¿qué te pasa? —pregunta preocupada—.

—Estoy bien, no me pasa nada —respondo rotundamente—.

—Marco, por favor... —se acerca más a mí y por fin consigo mirarle a la cara—. Vuelve al hotel, Isco está muy preocupado.

Una vez en la habitación consigo tranquilizarme tras una ducha de agua fría.

Dos días después cogemos un avión hacia Málaga. Isco está muy feliz, jugamos en su casa y está que se sale.

Al llegar al aeropuerto, el autobús nos lleva directamente al hotel. Una vez dentro y el hall, veo a mi familia allí. ¡No me lo puedo creer! Voy directo a saludarles, pero me quedo parado cuando veo quién les está saludando.

—¡Carooool! —escucho a Isco pasar por mi lado y acercándose a ella, junto a mi hermano y mi padre—. ¿Cómo estáis? —saluda dándole la mano a Igor y mi padre—. Marco, mira quién ha venido.

Me acerco a ellos y les abrazo. Abrazo muy fuerte a Igor, tanto que estoy a punto de llorar. Tras soltarle, hago lo mismo con mi padre y me emociono aún más.

—Os he echado muchísimo de menos —admito—.

—¿No le dices nada? —pregunta mi padre refiriéndose a Carolina—. Está preciosa, ¿verdad? —me mira—. Este nuevo corte de pelo le sienta fenomenal.

—Eh, hola —consigo decir—. Bueno, ¿qué hacéis aquí?

­—Hemos venido a verte, hermanito. España no es lo mismo sin ti.

—Vamos a hacer el checking de la habitación —informa mi padre—. Quedaos aquí vosotros —nos pide a Carolina, Isco y a mí—.

Pero Isco no tarda en buscar una excusa para dejarnos solos.

Mi pequeña casualidad - Marco AsensioWhere stories live. Discover now