Segunda Temporada- IV

3K 125 34
                                    

¡Holiiiiiiii! Aquí os dejo el cuarto capítulo de la 2ª Temporada, disfrutad de los dos capítulos de hoy. ¡A seguir al lado Marquitooo!

Sigo en el hall del hotel junto a Carolina, pero no me atrevo a decir nada. Miro el techo un par de veces nervioso y echo un vistazo a mi móvil para matar el tiempo.

—¿Qué tal por Italia? —escucho que Carolina pregunta mientras me mira—.

—Bien, bastante bien —contesto mientras levanto la mirada del móvil—.

No sé qué más decir así que decido no seguir con la conversación.

—Creo que voy a ir yendo —anuncio—, supongo que yo también debo hacer el checking.

—Mucha suerte en el partido —se despide Carolina—.

"Eres gilopollas Marco, tienes una oportunidad y la desaprovechas" me repito una y otra vez.

Arriba en la habitación coloco las cosas y me sorprendo al ver que Isco se ha cambiado con Dani para estar conmigo.

—No voy a dejarte solo —sentencia el malagueño—.

—Gracias, bro —me cambio; unos vaqueros, una camisa blanca y una sudadera gris por encima—. Isco voy a cenar con mi hermano y mi padre, luego nos vemos.

—Perfecto, ¡pasadlo bien! Yo iré con Carolina y el pequeño Isco. Paula no ha podido venir.

Bajo al hall del hotel donde me espera mi familia. Nos vamos al paseo marítimo y allí elegimos un restaurante para cenar. En esta ocasión caen los platos típicos malagueños y los degustamos con deleite. ¡Como la comida española nada!

—El partido de mañana irá genial, ya lo verás ­—me anima mi padre—.

—Espero que sí, necesito quitarme toda esta frustración dentro del campo —confieso—.

—Relájate —me pide Igor—, puedes hacerlo muy bien. Pero los nervios no son buenos.

—Oye Marco —mi padre intenta cambiar la conversación—, ¿Carolina y tú seguís sin haber hablado desde aquel día por teléfono?

—Sí —confirmo—­. Alguna palabra hemos cruzado, nada más.

—Ambos lo estáis pasando fatal —afirma Igor—. No me gusta veros así.

—No lo entendéis, ella tiene su vida aquí y la mía ahora está en Italia.

—Marco podrías haberte quedado en Madrid —ataca mi hermano—. Sin embargo, tú elegiste Italia.

—Igor creo que esto lo hemos hablado más de una vez y... —empiezo a cabrearme—. Si pudiese volver atrás, cambiaría muchas cosas de mi vida. Y esa sería una, me quedaría. Me arrepiento de haberme cargado la relación más bonita de toda mi vida. Pero ella tampoco se interesó en mí y en lo que iba a hacer. Solo me amenazó en dejarlo si yo me iba.

—Bueno, basta ya —corta mi padre—. La cosa es que ahora estáis aquí, los dos. Y no habéis hablado, Marco. ¿Has visto que está más guapa, todavía? ¡Se ha cortado el pelo y ahora lo lleva naranja! Está guapísima.

—Ese corte de pelo lleva queriéndolo muchísimo tiempo —admito—. Yo fui quien le dijo que le quedaría fenomenal, pero no imaginé que le quedaría tan bien.

—¿Y por qué no le dijiste nada? —vuelve a atacar Igor—.

—No todo es tan fácil, ¿sabes? —grito enfadado—. ¿De qué sirve arreglarlo si me vuelvo a ir?

—¿A caso le has preguntado si se iría contigo personalmente? —mi hermano sigue tocándome las narices y yo no puedo más.

Me levanto, miro a mi padre y a mi hermano. En parte no quiero cabrearme con ellos, pero necesito liberar tensiones.

—Me voy, quiero estar solo. Necesito despejarme —saco mi cartera y dejo mi parte de dinero para la cena—. Aquí tenéis, para que después no me lo echéis en cara vosotros también. Todos estáis en mi contra.

—¿Marco qué haces? —pregunta mi padre angustiado—.

—Nos vemos mañana en el partido, si es que voy —digo marchándome de allí—.

Y es que ahora mismo no quiero ni jugar al fútbol.

Salgo corriendo un par de metros para que no puedan seguirme. Después cruzo la arena y camino por la orilla de la playa sin dejar que el agua me moje los zapatos. Recuerdo meses atrás cuando paseaba por el mismo sitio con Carolina de la mano.

—¿Tú eres gilipollas o qué te pasa? —escucho a Isco cuando descuelgo el teléfono—. Me acaba de llamar tu padre muy preocupado. Dice que te has ido del restaurante y les has dicho que quizá mañana no vayas al partido.

—Estoy cansado de todo, y de todos —confieso cabreado—. Dejadme tranquilo por una vez, solo pido eso.

—¿Qué pasa? ¿También te molesta que nos preocupemos por ti?

—Isco no, no es eso —me he pasado e intento arreglarlo—. Todos sabéis que esto me agobia mucho y estáis encima de mí para que lo arregle con Carolina y yo necesito mi espacio. No sé, necesito fuerzas que ahora mismo no tengo. Y no sé dónde están. Ella era quien me motivaba a seguir, la que me apoyaba en todo y la que me daba fuerzas cuando no podía más. Y claro que mi familia y tú también me ayudáis, pero cuando encuentras a esa persona especial... ya nada vuelve a ser lo mismo. Y solo ella puede darme lo que un día yo destruí. Necesito tiempo, no sé cuánto. Pero te prometo que hablaré con ella y le diré esto mismo que te estoy diciendo a ti mientras camino por la playa, al haber dejado tirados a mi padre y mi hermano.

—Marco, ¿cuánto tiempo necesitas? —escucho que me preguntan a mis espaldas—. Estoy aquí y lo he escuchado todo.

Me giro mientras sostengo el móvil con mi mano derecha. Y ahí está ella. Su sonrisa una vez más, con su nuevo corte de pelo por los hombros y naranja. Con sus ojos grandes y preciosos. Con unos vaqueros ajustados y un abrigo rojo que le hacen parecer una niña pequeña.

—Isco, tengo que dejarte —acabo la conversación con mi amigo. Dejo el móvil en mi bolsillo y me dirijo a ella—. ¿Has escuchado toda la conversación?

—Sí —afirma—. Y no me gusta que hayas dejado a tu familia y hayas salido corriendo. Ellos te quieren, Marco. No se merecen que los trates así. Y en cuanto a lo mío, siento decirte que ahora mismo yo no confío en ti. Vi las fotos con tu nueva... ¿amiga?

—Escúchame, Carol —intento explicarme—. Esa fue un lío de una noche, salí por culpa de mis compañeros y me pasé bebiendo.

—Marco, eso da igual. Si me necesitas, estaré aquí. Para apoyarte, para darte consejos o incluso abrazos. Solo tienes que pedírmelo. Pero siento que no podrá haber nada más entre tú y yo. Ah, y llámame Carolina, por favor.

Carolina habla y mi mundo se derrumba.

—Carol yo... —estoy a nada de llorar—. Te echo de menos.

—¿Vas a volver a España? —pregunta directa—.

—Tengo que estar tres temporadas cedido en Italia, por lo que hasta dentro de dos o tres años tengo que estar allí.

—Quizá cuando vuelvas haya conseguido perdonarte —suelta antes de acercarse a mí para darme un abrazo.

Se me para el tiempo mientras la aprieto entre mis brazos. Ojalá pudiese estar toda la vida así.

—¿Vendrías a Italia a verme? —pregunto triste—. Al menos, como amigos. 

Mi pequeña casualidad - Marco AsensioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora