Okita Sougo

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A petición de @CamilaMartinez2405


Era una mañana aparentemente hermosa. Si alguien se asoma por la ventana sentirá un conjunto de sensaciones con las cuales viene la paz. En el jardín de aquella mansión se podía ver a su cuidador alegre al hacer su trabajo. Dentro, los demás empleados disfrutaban de lo que hacían. Todos estaban aparentemente felices hasta que vieron al mayordomo de la casa dirigiéndose a la habitación de la señora y ama de todo el lugar. Sus semblantes se volvieron oscuros y de repente el silencio reino en todo el lugar. Después de tocar la puerta tres veces, el joven mayordomo decidió entrar encontrándose con la mirada incomoda y llena de ira de aquella mujer a la cual todos temían por su personalidad tan extraña e incomprensible. Abrió las ventanas y después se postro delante de la chica quien estaba sentada en una costado de la cama de brazos cruzados con la pijama aun puesta.

─ ¿Cuanto tiempo vas a hacerme perder? Date prisa.

─ Como ordene. ─ El joven asintió sin mirarla a los ojos.

Se levanto un poco para desabrochar la camisa que traía puesta y luego deslizar su pantalón por sus piernas. Los coloco en un lado de la cama y luego la cargo hasta el baño en donde la esperaba una tina de agua caliente. Lavo cada parte de su cuerpo sin ninguna expresión y solo hablaba cuando esta se lo pedía o le hacia alguna pregunta. Para el chico, ya era común ser tratado de esa forma tan cortante e hiriente para algunos, pero ya no para él.

Colocando una toalla alrededor de su cuerpo, volvió a cargarla en dirección a la habitación y la sentó en la cama donde minutos antes había estado. Cuando termino de vestirla, por si misma se puso de pie y después que su mayordomo le abriese la puerta, salio por esta mostrando a su alrededor un aura de elegancia y autoridad.

─ Es hora de trabajar, Sougo.

En esta mansión vive una mujer sin escrúpulos, orgullosa y con aires de emperatriz o gobernante a la cual todos respetan, o mas bien, le temen. A pesar de su corta edad, ha demostrado ser alguien capaz de tomar cualquier tipo de decisiones para su beneficio y raramente para el beneficio y bien de otros sin sentirse mal al respecto. Su palabra es ley y cualquiera que se atreva a desobedecerla, tendrá que asumir las consecuencias, pues esta no tolerará ningún tipo de rebeldía.

El día de hoy, domingo, se encuentra de pésimo humor. La joven odia los lunes y un domingo es señal de que el próximo día no era para nada agradable para ella. Usualmente es insoportable, pero en esos dos días, siempre empeora y exagera. La única persona que es capaz de soportarla, es su fiel y leal mayordomo, Sougo, quien a pesar de todos los maltratos que recibe siempre de ella, nunca dice o hace nada. No por miedo, mas bien por que entiende a la señorita y la respeta. El haría cualquier cosa por ella, incluso matar si esta llegara a pedírselo.

─ Bien. ─ Se limpiaba la boca con una servilleta después de terminar de desayunar en el comedor. ─ Trae el postre.

─ El día de hoy no hay postre. ─ Cuando Sougo termino aquella frase vio como el enojo de la chica acaparaba toda su cara.

Al ver su silencio entendió que debía explicarle.

─ Usted misma me pidió que alejara todo aquello que pudiera provocar que suba de peso por los próximos seis días.

─ Retiro esa orden. Tráeme el postre.

─ Pero mi señora... ─ Intento replicarle.

─ ¿Que no escuchaste?

─ Si, escuché fuerte y claro. Como ordene. ─ Hizo una leve reverencia y se marcho a buscar lo que le había ordenado. La joven ama a veces contradice sus propias palabras, y la mejor forma de poder llevar la fiesta en paz con ella en esos casos es simplemente obedecerla sin rechistar.

Junto con un pequeño pedazo de pastel de fresa, trajo una carta de color verde dirigida a ella. Era una invitación a una subasta de un conocido con el cual no trataba mucho. La idea no le agradaba mucho, pero al final, termino convenciéndose a si misma que una buena forma de lograr que su compañía de vino progresara mas, era creando buenas relaciones con gente poderosa.

(...)

Después de un día ajetreado, la chica entró a su habitación en compañía de su mayordomo mientras la luna iluminaba la habitación. Sentada en la cama, al igual que esta mañana, el joven mayordomo la ayudo a desvestirse sin sentir algún tipo de morbo hacia ella. No recordaba desde cuando eran tan íntimos, pero no le desagradaba del todo. Aunque no estuviese observándola, sabia que esta no le despegaba la mirada de encima. Acariciando la cabeza del castaño consiguió llamar un poco su atención provocando sorpresa en el.

─ Discúlpeme. ─ Levanto la mirada hasta ver su rostro sonriente. A sus ojos, ella era tan hermosa, casi perfecta, no, perfecta. No podía evitar el movimiento acelerado de su corazón cada vez que la miraba a los ojos, por ello siempre evadía su mirada.

─ ¿Por que? ─ Pregunto ella mientras deslizaba su mano hasta su mejilla y acariciarla.

─ ...

─ ¿Me amas, Sougo?

─ Si.

Después de aquella respuesta, abrazo al chico. La respiración de Sougo estaba tan ajetreada al tener a su ama tan cerca de el. Podía oler su dulce aroma y sentía la calidez de su pecho. La comodidad que sentía era indescriptible. No entendía el por que de las acciones de su ama, pero agradecía en el fondo de su corazón, que lo tratara de forma tan cercana a pesar de ser solo un simple sirviente. El mayordomo estaba profundamente enamorado de su señora desde hace bastante tiempo, pero nunca ha podido decírselo por la gran diferencia que existe entre sus posiciones sociales. A menudo la chica le preguntaba si la amaba, pero no en ese sentido, sino el de querer quedarse a su lado por siempre sirviendole como normalmente ha hecho.

El chico interrumpió aquel abrazo tan cálido que le brindaba e hizo una leve reverencia antes de dar la vuelta para salir. Antes de poner un pie fuera, fue detenido por los brazos frágiles que momentos atrás lo habían abrazado.

─ ¿Sucede algo, mi señora?

─ ¿Te quedarías conmigo, Sougo? ─ Dijo después de un largo silencio.

Petrificado ante la proposición de su ama, la observaba mientras se odiaba a si mismo por hacerla pronunciar aquellas palabras que colocaban en su mente pensamientos no muy puros. Enamorado de su ama, se dejo guiar por ella hasta sentir sus suaves labios sobre los suyos.

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Distorsione un poco la personalidad de Sougo, pero ojala y a ustedes les haya gustado.

Si tienen otro pedido, no duden en hacerlo.

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