YAKUZA (Levi Ackerman Y Tu) EN EDICION

Capítulo veintidós

Capítulo veintidós: "Colores"

-Al principio era el querer investigarlos, hacerlos mis conejillos de indias. Saber el por qué de toda su existencia. Pero, poco a poco fui cambiando esa idea y me di cuenta de que cuando les provocaba una nueva herida... también me hería a mí. Y me daban ganas de llorar... y curarlos nuevamente.

H.Z

***

Le importó poco que él estuviera sin camisa y entró precipitada a la habitación.

-¿Por qué? -preguntó una vez que estuvo al frente de él. -¿Por qué les has hecho eso?

Levi se giró rápidamente hacia ella sorprendiéndose de la repentina aparición de esta mientras se estaba cambiando.

-¿______? -preguntó él tratando de buscar la mirada de su prometida, pero esta le giraba la cara a cada intento. -Oe...

Estaba por tomarla del hombro y ella no lo permitió, empujó su mano antes de que la tocara.

Fue con tal brusquedad que lo dejó sorprendido.

-Fui a hablar con los muchachos y para mi gran horror... -ella cerró los ojos con fuerza. -Dios, Levi. Ellos... no tenían la culpa, ellos... ¡No puedo creer lo que hiciste! ¡Son tus subordinados Levi!

Levi comprendió a lo que ella se refería y manteniendo su compostura contestó con una tranquilidad que heló la sangre de ______.

-Debían protegerte...

-¡Eso ya lo sé. Pero...! -fue interrumpida.

-Y no lo hicieron. -dijo entre dientes apretando los puños. -Pero... eso no fue totalmente por ti ¿Sabes? Fallan en lo que se les pide y con un dedo de sus mano la pagarán. En el peor de los casos lo pagan con la muerte. Eso es lo que sucede cuando eres del Yakuza.

Ella agachó la cabeza.
-Entiendo que sean una organización donde las reglas están más que claras y la vida de un menor al mando tenga menos valor. -tragó saliva para tratar de alejar ese nudo que amenazada con quebrarle la voz. -Pero Jean... él se había convertido en mi amigo más cercano, se había vuelto alguien importante para mí, ahora yo no sé si... podré volverlo a la cara.

-Ahí es donde te equivocaste ______. -_______ levantó la cabeza para mirar a una persona que ella no conocía. El hombre que la había recogido de la calle y que le había propuesto matrimonio... no era este ser tan gélido de mirada oscura, sin remordimientos, y sin piedad. -Ninguno de ellos está allí para ser tus amigos, ellos trabajan para mí. Ellos deben impedir que una bala atraviese tu cráneo, no hacer amistad contigo.

Se miraron fijamente por unos segundos, segundos que para los dos fueron eternos. Las miradas de ambos se reflejaban con una inexpresividad tan gélida que cualquiera que hubiera estado alrdedor de ellos hubiera podido sentir la atmósfera pesada, llena de tensión.