Capítulo 31

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Kirvi

—¡Vamos dispara!

Junaid apuntó mi frente con el arma. No le temblaba la mano, no veía arrepentimiento en su mirada, pero tampoco disparaba. Pasaron unos largos segundos con su arma apuntando mi frente.

—Junaid, yo estaba en ese coche, yo me salvé de milagro. Vi como tus padres y mi hermana ardían bajo gritos incontrolables. Se lo merecen —le animó Nader.

—No tiene que morir ella, no tiene nada que ver en esto.

Bajó el arma con la mirada fija en la mía. Ahí estaba, el arrepentimiento, ahí, en su mirada. Seguía teniendo corazón.

Nader intentó agarrar el arma de la mano de Junaid a la fuerza. Los dos empezaron una batalla por quién se quedaba el arma. Forcejaron bajo mi mirada alarmada. Pensé en levantarme y correr, pero de qué serviría, me alcanzarían igual. Nader recibió un puñetazo de parte de su contrincante que consiguió dejarlo quejándose en el suelo de dolor.

—Vámonos. —Junaid me tendió la mano.

—¿Qué? —cuestioné confundida.

—Nos vamos. —Agarró mi mano para después levantarme del suelo y echar a correr hacia el coche.

Me metió en el asiento del copiloto con mi mirada confundida sobre él y corrió hacia el asiento del piloto. Arrancó y aceleró al momento en que Nader se levantaba del suelo intentando correr detrás del coche.

Pasaron largos minutos llenos de silencio.

—Intentará volver a hacerte daño —comentó interrumpiendo al silencio.

Giré mi cabeza hacia él cabreada.—¿Eres tú el de las cartas?

—¿Porqué iba a cometer una acción racista hacia ti si vengo del mismo país? —contestó sin apartar sus ojos de la carretera.

—¿Porqué iba a creerte yo a ti? No has hecho más que mentirme desde que nos conocimos.

—En eso no tienes razón. Te dije que te quería y en eso no mentí.

—Nadie apunta con un arma a la persona que quiere.

—Nadie excepto alguien desesperado.

—Alguien desesperado por una venganza estúpida —escupí con asco mientras él suspiraba.

Visualicé a Samuel a lo lejos con su chándal.

—Para el coche —siguió conduciendo haciéndome caso omiso—. Dije para el coche o me tiro. —Abrí la puerta para confirmar la amenaza.

—¡Vale, vale, mantente quieta! —Agarró mi muñeca para evitar mi acto suicida.

Aparcó en la acera. Empujé la puerta para que se abriera al completo y salí corriendo en dirección a Samuel.

—¡Samuel! —chillé cuando empezó a trotar de nuevo.

Se giró hacia mi confundido quitándose un auricular.

—¿Kirvi? —interrogó intentando aclarar su vista—. ¿Qué haces aquí?

—Ayúdame, ese hombre quiere hacerme daño. —Señalé a Junaid que venía en nuestra dirección.—Por favor, no dejes que me lleve con él.

Me puse detrás de él utilizándole como escudo humano. Observé la furiosa mirada de Junaid al llegar delante de nosotros.

—¿Qué pasa aquí? —preguntó apretando los dientes.

Todos Somos Africanos©Where stories live. Discover now