Capítulo 26

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Kirvi

Aceleré el paso con el corazón en la garganta. Me adentré en el supermercado y empecé a rebuscar entre cosas que no iba comprar. Solo quería parecer distraída para ver a quién pertenecían esos ojos que no dejaban mi nuca en paz. Acaricié el tapón de una botella de detergente mientras fijaba mi mirada en la puerta esperando ver de quién se trataba.

—¿Kirvi? —Me sobresalté al escuchar una voz pronunciar mi nombre a mis espaldas.

Me giré y vi a Junaid con una sonrisa.

—¿Junaid? —Abrí la boca y los ojos sorprendida. —¿Qué haces aquí?

—Emm, ¿quizás vengo a comprar? —dijo como si fuera lo más obvio del mundo —. ¿Pasa algo?

—No, solo me ha sorprendido. En teoría estabas en mi casa.

—Ya, en teoría..., pero si tú no estás en tu casa yo no pinto nada ahí. —Se metió las manos en los bolsillos y miró sus zapatos al pronuncia esas palabras que provocaron una erupción dentro de mi pecho.

Me quedé mirándole fijamente pensando en qué podría decir, en qué podría responder. ¿Cómo reaccionan las personas normales delante de palabras como esas? Ay, Dios mío, ¿por qué a mí?

—Em..., vale —hablé callando al silencio.

Levantó sus ojos hacia los míos algo sorprendido. Bien, Kirvi. El pobre se gasta la vida para decirte esas... cosas y tú lo único que se te ocurre a responder es un "vale". ¡Bravo! ¡Un aplauso para la señorita Ridículo!

—Quiero decir, vámonos a otra parte, este no es sitio para charlar. —No intentes arreglar lo que ya está roto, idiota.

—De acuerdo.

Empezó a caminar dando grandes pasos ya que sus largas piernas no le permitían hacerlos más pequeños. Corrí hasta alcanzarlo y caminar a su lado.

—¿Adónde vamos? —pregunté ansiosa una vez nos alejamos de la entrada del supermercado.

—A charlar —respondió seco.

Seguí caminando detrás de él ya que no podía alcanzarlo con mis piernas poco atléticas y algo pequeñas.

—¡Junaid! —Moví mis piernas más rápido.

Se paró de golpe haciendo que mi cabeza chocara contra su espalda. Llevé mi mano a mi frente y la froté arrugando la nariz.

—¿Qué? —preguntó haciendo caso omiso al accidente.

—Que vayas más lento, que no tengo un gorrocoptero en las piernas.

Empezó a caminar de nuevo con la misma velocidad pasando de mi cara. Pasaron unos minutos y nosotros seguíamos caminando. Él delante tan pancho y yo detrás jadeando con una loca sin pulmones. Al cabo de unos minutos más se paró de nuevo, pero esta vez no consiguió hacerme daño como seguro pretendía el muy sádico. Levantó la cabeza pensativo para después mirarme fijamente en busca de algo en mi mirada.

—¿Y ahora qué? —cuestioné con el ceño fruncido.

—¿Qué es un gorrocoptero?

No pude aguantar, lo juro. Solté la carcajada más cargada y placentera que he soltado en toda mi corta vida. Fue una pregunta estúpida que de su parte vino demasiado seria. Mientras yo me reía el me mirada con una ceja levantada. No me importó que tuviera la ceja levantada, solo me dediqué a reírme hasta que empezó a dolerme el pecho.

—Au, au. —me quejé entre risas más relajadas.

Negó con la cabeza interrogándome con la mirada. Fue un «¿Qué» sin pronunciarlo.

—Nada. —Me puse recta con la cara seria de repente y me puse a caminar.

—Cada día estás más loca —se burló caminando a mi lado.

—Y tú cada día más idiota.

—Que te calles.

—Y por qué no te callas tú.

—Imbécil.

—Pues que sepas que imbécil lleva acento.

Me miró durante unos segundos largos antes de que una sonrisa se asomara por su boca.

—¿Y eso qué tiene que ver?

—Nada, pero ya te he insultado de todas las maneras posibles, pero tú sigues sin enterarte de lo imbécil que eres. Así que como no me quedan más insultos digo eso.

Empezó a mirar hacia los lados buscando algo.

—¿Sabes si hay algún manicomio por aquí cerca? —preguntó la mar de serio.

Levanté mi mano para pegarle en el brazo pero la bajé antes antes de hacer tal acción.

—Mira... no te pego porque estoy en contra del maltrato animal —dije con rabia junto a una mezcla de diversión.

Abrió los ojos sorprendido con una sonrisa.

—Sabes que eso no es un insulto, ¿verdad? —comentó parándose en medio de la acera.

—Y tú sabes que yo lo he utilizado como tal, ¿verdad?

—Pues para tu información; los humanos somos animales, racionales, pero al fin y al cabo animales.

—¿En serio? ¡Dios! ¡Que listo eres! —Levanté las manos para aplaudir. —Para tu información, señor Junaid, soy profesora de sociología que viene a ser casi lo mismo que filosofía.

—Ah, así que fuiste tú la que se lo ha explicado.

—¿Explicado qué a quién?

—Me lo contó Sara. —Soltó una corta carcajada.

Me apoyé en el coche que había aparcado detrás de mí y observé con detalle la manera en la que se le arrugaba la cara cuando sonreía o reía. Un marroquí con ojos grises claros y una belleza infernal. He visto marroquíes guapísimos, pero nunca con tanta belleza acumulada en un solo cuerpo. ¿No será adoptado? Me reí interiormente mientras me fijaba en el cómo combinaban sus pupilas con el gris de sus ojos. Sus ojos también estaban fijos en los míos.

Algo me empujó, algo invisible tiró de mí hasta acabar con mi boca pegada a la suya, mis manos en su cuello y las suyas en mi cintura. Me puse de puntillas para pegarme más a él. Un escalofrío de placer subió desde mis tobillos hasta mi nuca. Me aparté de él con lentitud hasta quedarnos a menos de dos centímetros sosteniéndonos una mirada llena de amor y admiración. Ahí estaba yo, como tantas veces dije ya, enamorada. Enamorada de todo él. Sus defectos ya se habían convertido en perfecciones. Lo quería a él y todo lo que venía con él, lo quería en versión full.

—¡Kirvi! —escuché una voz grave y cabreada a nuestro lado.

Sin siquiera mirar supe de quién se trataba. Y ahí, como todas las cosas que tienen fin, acabó el placer y empezó el miedo.

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¡Pillados!

Bueno, ¡aquí estoy de nuevo dando la nota!

Espero que os guste y votéis, comentéis y viváis felices para siempre comiendo gominolas, gomi, gominolas. Ok... ya me voy, pipol, no me tiréis más tomates que mi pelo es sagrado.

Instagram: wassilahaddadi

Todos Somos Africanos©Where stories live. Discover now