Todos Somos Africanos©

Capítulo 9

Kirvi

La rutina de siempre empezó de nuevo: la alarma interrumpiendo un sueño profundo y yo apagándola mientras suelto un gruñido. Me levanté de la cama mirando la bruja que se reflejaba en el espejo, es decir, yo. Me duché, me vestí y, como siempre, me quedé sin tiempo para desayunar. Cogí el autobús y fui directamente al trabajo.

Entré en la clase con un café en la mano. Cuando me vieron, todos se callaron y me miraron en silencio.

-Buenos días, criaturas.-saludé dejando mi bolso junto a los libros en la mesa.-¿Preparados para una clase de Sociología?

-Profe, toca tutoría.-dijo Sara.

-Pues la cambiamos por clase de Sociología que es casi lo mismo, ¿no? Simplemente hablamos sobre la vida.-le sonreí intentando evitar los ojos heredados de su padre.

Asintió y decidí empezar. Me acerqué a la pizarra para apuntar la palabra que tanto temen algunos; "racismo".

-El racismo.-comenté.-El racismo es la cosa más absurda que existe. Primero porque la gente racista no entiende la idea de que si ellos exigen respeto y libertad, también las demás personas las merecen.-hablé y me senté en mi escritorio.-Segundo, todos tenemos las mismas partes humanas, todos tenemos sentimientos y todos somos humanos. Lo único que nos diferencia es la cultura. Entonces, ¿de qué sirve sentirse superior a otra persona por el simple hecho de que sea de un color diferente, de un país diferente o con una religión y cultura diferente? De absolutamente nada, porque todos venimos de un mismo sitio, todos tenemos genes africanos. Todos somos africanos.

-Mmm... Eso no puede ser.-replicó Alan que estaba sentado en una de las esquinas.

-Claro que puede ser.-sonreí contenta de ser la primera en transmitirles esa información.-El primer humano que habitó la tierra, el padre o madre de todos nació, o como lo quieras decir, en África. Está comprobado científicamente, si no me crees búscalo.

Alan sacó su ordenador y lo buscó. A los tres minutos, abrió la boca sorprendido.

-¡Dios! ¿Me estás diciendo que yo soy africano?-soltó una carcajada.-¡Cómo mola!

Solté una carcajada yo también.

-No serías exactamente un africano, pero tus antepasados sí y eso te hace un poco africano por así decirlo.

-Yo tengo una tía racista. Ya verás cuando le cuente esto, se querrá suicidar.-volvió a reírse pero esta vez acompañado de todos.

-Bueno, ahora sí que podemos hacer tutoría, solo quería explicaros eso.-informé y seguí con la clase.

A la hora de la salida no pude evitar mirar hacia los lados esperando encontrarme con Junaid. Me intenté negar demasiadas veces la idea de que no me gustaba. Me gustaba y mucho. Maldito capullo. Me ilusiona y después me viene con que lo olvide.

Me eché a andar con la batalla interior carcomiendo me. Me senté en la parada del autobús ya que mi coche estaba en el mecánico. Junaid. Junaid. Junaid. ¡Maldito Junaid! Así es como mi cabeza estaba. Seguramente que hasta había destrozado mi coche para que él siguiera con su juego de ilusionarme, y reírse después de dejarme tirada. ¿Pero qué dices cabeza hueca? Hablas como si no hubieras visto la cara que puso al verlo, era de asesino puro. Idiota, se llama actuar. Cállate, anda, que solo sabes inventar. ¡Eh, ha rimado!

Menos mal que el autobús llegó y interrumpió mis pensamientos estúpidos. Pagué y me senté en uno de los asientos que daban hacia la ventana. Parecía una mujer de esas películas tristes, miraba por la ventana y pensaba en mi vida. Bueno, en mi vida, más bien en cosas absurdas como si decir "atún con tomate" es lo mismo que decir "tomate con atún".

Llegué a la parada a la que me dirigía y bajé sintiendo como el frío me azotaba con rabia. A paso rápido me dirigí a mi casa. En la puerta de la entrada me encontré a mi padre hablando con alguien, digo alguien porque no le veía bien. Me acerqué mientras intentaba pegarme más a mi chaqueta para protegerme del frío de verano. Cuando estaba lo suficientemente cerca, mi padre me llamó. Me acerqué más y ahí estaba. Era una mujer. ¿Cómo no pude reconocer a una mujer de lejos? Exacto, porque estoy ciega. Les dediqué la sonrisa más falsa que guardaba.

-Kirvi, esta mujer dice que busca a Junaid. Llévatela contigo a su casa, por favor.-más que pedir, me lo ordenó.

Odio que me den ordenes. Lo odio y punto.

-No tengo el coche. Está en el mecánico.-informé intentando librarme.

Antes de que me dijera por qué buscaba a Junaid, empecé a imaginarme cosas que no me gustaban para nada. ¿Una amiga? ¿Una novia? ¿Era por ella por lo que quería que olvidara todo lo que pasó entre nosotros? Es que lo mato.

-Pues, toma.-me tendió las llaves de su coche.-Llévate el mío.

-Vale, vamos.-le dije a la mujer con una mueca en forma de sonrisa.

Me metí en asiento del piloto y ella en el del copiloto. Arranqué y me mordí la lengua para no preguntarle quién era. Pero pronto la solté.

-Y, bueno, ¿eres alguna familiar de Junaid o algo así?-dije con un todo de persona maja, eso o tirarla del coche en marcha.

-Pues algo así.-habló y cruzó las piernas.

Era una voz sexy. ¿Porqué yo no tengo esa voz? También era muy guapa: pelo oscuro y ondulado, ojos azules grisáceos, nariz pequeña y infantil, unos labios gruesos y un cuerpo de modelo. Claro, ¿porqué Junaid iba a quererme a mí teniendo a eso? Maldito autoestima. Maldita vida. Maldito amor. ¡Maldito todo!

-Ah...-comenté.

Cuando llegué, aparqué y salí de coche seguida de ella. El resto del trayecto fue en silencio. Un silencio un tanto incómodo. Arrastré mis pies hasta la casa de Junaid y le di al timbre. Ella subió los pocos escalones y se puso a esperar. Ni siquiera se dignó a pronunciar un "gracias". Me giré sobre mis talones y empecé a dirigirme hacia el coche de nuevo.

-¡Junaid!-escuché el chillido de la mujer y supuse que había saltado en sus brazos para abrazarlo.

-Nena...

Cuando escuché ese adjetivo salir de los labios de Junaid, no solo me derrumbé, si no que también empecé a verlo todo oscuro a mi alrededor. La luz del sol que se colaba de entre las nubes desapareció. Dejé de tener frío y dejé de sentir.

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¿Quién será esa bella mujer? Esto se está empezando a complicar y apenas empieza.

Espero que ahora hayáis entendido el significado del título.

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¡Buenas noches, preciosas!

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