Capítulo 5

271 31 9
                                    


Kirvi

Levanté mi mirada de su pecho a sus ojos. Su mirada era calmada y su boca formaba una pequeña sonrisa. Sus manos se fueron soltando poco a poco, con desgana, como si no quisieran dejarme ir. Me eché hacia atrás y bajé mi mirada, avergonzada. Sin formular ninguna palabra me encaminé a mi habitación. Cerré la puerta y solté un suspiro, largo y profundo. Me sentía asustada y a la vez aliviada con su presencia. Bloqueando todo pensamiento que se pasaba por mi cabeza, me encaminé a mi armario y me puse un pañuelo negro. Con las manos temblorosas, abrí la puerta y a pasos rápidos me fui a la cocina.

-¡Kirvi!-escuché la voz de mi padre cuando crucé la puerta de la cocina.

-Ay, dios mío...-susurré con el corazón a mil por hora.

Sabiendo que no tenía otra opción me fui a la sala de estar. Él estaba ahí, sentado en frente de mi padre mientras sonreía. Cuando se percataron de mi presencia, se giraron hacia mí.

-Siéntate, Kirvi.-dijo mi padre amablemente y me senté.-¿Sabías que la hija de Junaid es alumna tuya?

-Hija.-siseé inconscientemente.

-Exacto, se llama Sara.-habló mi padre de nuevo.

Solo me limité a dedicarle una sonrisa tan falsa que dolía. Una sonrisa de esas de cuando algo se está rompiendo dentro de ti y, quieres ocultarlo con una sonrisa en vez de romper a llorar. Eso era la parte realista del amor, el dolor. Lo sentía, sentía el dolor del que llevaba años escapando. Era demasiado fuerte, mi organismo no estaba preparado para eso. Me puse de pie.

-¿La conoces?

-Sí..., digo no, soy nueva y aún solo conozco a pocos estudiantes.-pude decir aún sin desatar el nudo que llevaba en la garganta.-Pero en cuando sepa quién es, le diré como va a nivel académico. Ahora si me disculpan, tengo que ayudar a mi madre.

Sin dejar que reclamen, me dirigí al baño. Cerré la puerta con pestillo. Y, después de tanto tiempo dejé fluir a las lágrimas. Lágrimas que quemaban. Me acordé de sus palabras al decirle que se olvide de mí: "Después de haber oído tu hermoso nombre, me será imposible". Un mujeriego, eso es. Está casado y tiene una hija adolescente. Y encima se atreve a coquetear conmigo. ¿Cómo pude haber caído? ¡¿Cómo?! ¡Idiota!

Me levanté, me miré al espejo, me limpié las lágrimas y juré mandarlo a tomar por saco. Abrí la puerta por enésima vez y fui a la cocina. La comida ya estaba preparada. Al parecer mi madre, ese día le dio por cocinar a lo moderno, cada uno en su plato. Adivinen a quién se le ocurrió una idea brillante. Exacto, a mí. Sal a tope en los espaguetis.

-Hija, ayúdame a llevar los platos a la mesa. Voy a rezar y volver.

-Vale, mamá.-respondí con una sonrisa pícara sin mirarle.

La cocina estaba vacía, era el momento de llevar a cabo mi plan. Cogí la caja en donde se encontraba la sal y eché lo máximo que pude en el plato que iba a darle al mujeriego imbécil. Lo removí todo y cogí el plato junto a otro. Con la cabeza bien alta me encaminé a la sala de estar. Ya estaban todos sentados a la mesa. El primer plato que dejé sobre la mesa fue delante de él. Y el segundo, delante de mi padre. Mis hermanas junto a mi madre aparecieron detrás de mí, con los demás platos. Nos sentamos todos. Yo, por supuesto, me senté delante de Junaid. Cogió el tenedor con la mirada clavada en mí. Lo enrolló en los espaguetis y se lo llevó a la boca. Volvió a hacer lo mismo, sin ninguna mueca. Oh, oh. Miré al plato de mi padre. Tenía el tenedor en la mano, aún estaba limpio. Tenía que hacer algo o moriría después de la cena. El tenedor se iba acercando en cámara lenta al plato de espaguetis.

-¡Papá!-grité inconscientemente al ver al tenedor tocar los espaguetis.-No comas los espaguetis.

Sin hacerme caso, se llevó el tenedor a la boca y después lo sacó tragando lo que contenía. No puso ninguna mueca, no pasó nada. Me giré hacia Junaid, sonreía. Buen actor. Todos me miraban, en ese momento era la oveja negra de la familia.

-¿Estás bien?-preguntó Elias.

-Sí, solo pensé que... que... nada. Paranoias mías.-sonreí para tranquilizarlos.

Bajé la mirada a mi plato y me dispuse a comer.

-Junaid, ¿no te gusta?-preguntó mi madre a Junaid.

-No, está buenísimo.-respondió exageradamente.

-Entonces, ¿porqué no comes?

-Oh, solo es que estaba distraído.-se disculpó y empezó a llevarse espaguetis extrasaladas a la boca intentando no poner mala cara.

¡Bingo! ¡Te la he devuelto loco!

-La comida es lo mínimo que puedo hacer para agradecerte tu ayuda, hijo.

Junaid solo asintió con la boca llena. Yo, sin aguantarme la risa, exploté a carcajadas. 

------------------------

Y así murió Junaid, ensalado. Vale, ya paro. 

Aquí está el capítulo 5, espero que os guste y recomendéis la novela a vuestros conocidos, no me vendría mal un poco de ayuda. 

¡Buenas noches!

Instagram: wassilahaddadi

Todos Somos Africanos©Where stories live. Discover now