Capítulo 27

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Kirvi

Giré mi cabeza hacia mi padre y observé como me disparaba con la mirada. Tenía la mandíbula apretada, lo cual daba a entender que estaba enfadado, muy enfadado. Me solté de Junaid y me eché hacia atrás avergonzada y asustada. Lancé una mirada de alarma a Junaid pero la desvié muy rápido.

Junaid se frotó la frente mientras resoplaba frustrado. Él también lo detectó; Padre cabreado: peligro.

—Te lo puedo explicar —dijo intentando acercarse a mi padre.

Mi padre puso la mano entre medio de ellos dos para evitar que se acercara más.

—Ella no tiene la culpa de nada. —Se paró delante de mi padre.

Junaid no gastó saliva en decir que no era lo que parecía, ya que era lo que parecía y más.

Mi padre no abrió la boca para decir absolutamente nada, solo me lanzó una mirada, asesina no, lo siguiente para que entrara en el coche. Mirando al suelo me metí en el coche. Vi como hablaban entre ellos a gritos. Había gente mirando la escena intrigados. Malditos marujos y malditas marujas.

Junaid intentó acercarse de nuevo a mi padre, pero este le recibió dándole un puñetazo en la mejilla que a mí me hizo cerrar los ojos y a él le hizo tambalearse hacia atrás.

—¡No vuelvas a acercarte ni a mí ni a mi familia! —gritó haciendo llegar su voz a través del cristal de las ventanillas—. ¡Más te vale desaparecer de nuestras vidas!

El calor de las lágrimas empezó a bailar encima de mis mejillas burlándose de mí por haberles permitido el paso de nuevo en días. Mi padre ya odiaba a Junaid, no había oportunidad alguna de casarnos ya. Todo se había vuelto a ir al carajo. Guay... y ahora cómo será mi vida sin estar Junaid en ella. Me es imposible imaginar una vida sin él. Lo único que veo es un inframundo conmigo en una esquina asustada mientras lloro por estar tan sola de nuevo.

Golpeé con fuerza mi codo contra la puerta por impulso mientras contenía un grito. En ese momento hasta llegué a pensar que la primera fase de la tristeza profunda era el masoquismo.

Vaya estúpida mal parida fui en esos tiempos. Estúpida en todos los sentidos. Todo estaba ante mis ojos pero yo me dignaba a mirar hacia otro lado y silbar como siempre hice.

Tragué un poco de aire cuando mi padre empezó a dirigirse hacia el coche con los puños apretados a los lados y la mandíbula apretada. Miré a sus espaldas y vi a Junaid intentando tranquilizarme asintiendo con los ojos. No lo consiguió, mi corazón iba a mil.

Cuando mi padre se sentó a mi lado, dio un portazo que por poco rompía la ventanilla. Apretó el volante y arrancó sin siquiera mirarme. Desde entonces solo hubo silencio hasta que llegamos a casa.

—Bájate —ordenó entre dientes saliendo del coche una vez aparcado delante de casa.

Me agarró del ante brazo arrastrándome con fuerza para meterme en casa.

—¡Papá, aún me duele la herida, suéltame! —chillé intentando soltarme.

—Claro, ¡para esto si que te duele la herida, pero para irte con él no, ¿verdad?! —Sacó las llaves de su bolsillo y se precipitó a abrir la puerta.

Las manos le temblaban, las venas del cuello parecía que se iban a romper en cualquier momento, su ceño estaba fruncido y sus ojos estaban rojos de tanto forzarlos. Mi padre era un hombre flaco pero algo fornido, no muy alto y con un pelo blanco que aunque fuera raro le hacia verse más joven.

Yo solo crucé mis brazos y me apoyé en la pared de casa esperando a que abra. Ya no tenía miedo, era como si eso pasara todos los días. Yo le quería, él me quería, ¿qué más dan los demás? Exacto, nada. A veces me encantan mis cambios de humor.

Abrió la puerta y con un gesto brusco me invitó a entrar. Me moví aún con los brazos cruzados hasta llegar al comedor. Me senté y esperé la bronca que no me echaban desde que dejé de ser una adolescente con las hormonas a mil y con ganas de cambiar el mundo a mi manera. Si eres adolescente déjame decirte que solo eran sueños que no llegaron a cumplirse. A tu manera nunca sucede nada, siempre hay gente de por medio. Perdón, sé que soy una rompe corazones.

Mi padre, cuyo nombre era Haj Salem que cuya nacionalidad es marroquí magrebí que está casado con Haja Fatma que cuya nacionalidad es marroquí rifeña, se paró delante de mí y empezó a pensar en que decir con la mirada fija en mis pies. Una vez pensado todo, levantó sus ojos hacia los míos con rabia contenida. Se notaba que estaba enrabiado a tope, wey. Os juro que no he bebido nada malo, solo era la adrenalina que estaba tan alta que me hacía parecer una drogada calmada en una situación como esa.

—¿Así es cómo te eduqué yo? —Bueno, ha empezado con algo típico, vamos bien.

—¿Así cómo? —respondí con algo típico.

—¿Qué hacías con él? —Estaba calmado, mala señal.

—Le quiero papá. —Los ojos se me humedecieron.

—¡¿Cómo que le quieres?! ¡No puedes quererle a él!

—¡¿Qué tiene de malo él?! —Me levanté pero pronto me volví a sentar sintiendo cómo mi pecho empezaba a arder.

—...

—Responde papá —rogué cuando desvió su mirada de mí.

—Él no te quiere, hija, no lo hace... —murmuró sentándose en el sofá.

—Sí lo hace. —Levanté mi cabeza segura de mis palabras.

Se levantó del sofá y se sentó en la mesa delante de mí para cogerme la mano mientras yo intentaba contener las lágrimas que el nudo que me estaba ahogando traía.

—Le han hecho mucho daño..., le hemos hecho mucho daño —susurró mientras gotas de tristeza acumulada bañaban sus mejillas con delicadeza—. Ahora quiere hacer lo mismo con nosotros, quiere que bebamos del mismo vaso, hija.

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¡Ay, Dios mío! ¡¿Qué fue eso?!

¡Podeis dejar vuestras hipótesis en los comentarios, lindurass!

Ya sé que no sirve de nada pero ¡Lo siento por tardar! Esta vez no tengo excusa, solo fue que me relajé demasiado y se me olvidó hacer algunas cosas😁

¡Espero que os guste y le deis a la estrellita mientras pedís un súper deseo!

Instagram: wassilahaddadi

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