Pálida. Así era cómo Shannon podía contemplar a su mejor amiga mientras ésta miraba boquiabierta a la mujer de aparentemente rasgos latinos, la cual le devolvió el gesto con el ceño fruncido y la cabeza ladeada. Fueron tan solo un par de segundos, pero pudo sentir una incomodidad enorme creada en el ambiente.
- "¿Señora Guerrero?" preguntó finalmente, sin poder recordar su nombre.
- "¿Lauren?" preguntó ésta de vuelta tras un breve silencio, dando un par de pasos hacia atrás con sus caros tacones, los cuales resonaron en las baldosas del suelo.
Nada más escuchar aquella respuesta, la cual le confirmó que no se equivocaba, notó cómo el corazón comenzó a bombearle con fuerza y cómo un escalofrío se apoderó de su vientre. Sin embargo, éste pasó a un segundo plano en el momento en el que observó la expresión de la latina volverse nerviosa y tensa. Era como si hubiera visto a un fantasma.
Y realmente, así había sido para ella. Nada más ver a la chica que tiempo atrás consiguió que la mayor de sus hijas llorara durante todas las noches los primeros dos meses, quiso salir huyendo para no volver más hacia aquella tienda. Pero, para su sorpresa, en cuanto estuvo a punto de hacerlo, una figura tras ella se lo impidió.
- "Mamá, ¿por qué tardas tanto?" preguntó una voz femenina, en un tono exigente.
Sofía Cabello o, al parecer, Sofía Guerrero; la pequeña niña de dos años que, si no le fallaban sus cálculos, en ese momento tendría casi doce. Había dado un cambio tan brusco, que, si no hubiera sido por esa nariz respingona, característica de ella, no la hubiera reconocido. Sin embargo, estaba demasiado nerviosa como para fijarse en su aspecto físico, el cual, para su edad, era muy desarrollado.
- "No nos pueden arreglar tu lazo, cariño" respondió Gimena, en un tono grosero. "Vámonos" le exigió a su hija.
Misma que, por curiosidad, levantó la vista hacia las empleadas de allí, observando primero a Shannon, quien estaba alucinando por la situación y conteniendo sus palabras, para finalmente centrarse en Lauren. Nada más mirarla a los ojos, frunció el ceño levemente, pero aquel gesto desapareció en el momento que escuchó a su nombre en un tono serio.
- "Pues vaya tienda" se quejó la menor, mirando por encima del hombro a las allí presentes antes de acompañar a su madre.
No podía dejar la conversación allí, no después de haber vivido esa escena. Por eso mismo, a pesar de sentirse todavía paralizada, corrió hacia el exterior de la tienda seguida por la castaña y, nerviosa, comenzó a mirar hacia todos lados hasta que visualizó a lo lejos el elegante coche al que madre e hija subieron.
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- "¡La matrícula, Shannon!" gritó desesperada, intentando mirar por encima de las personas. "¡La matrícula!" repitió.
- "¡No veo de lejos!" replicó ésta, achinando sus ojos.
