De bodas a pañales (CORREGIDO)

Saranghae (AoKise)

Tu eres la tristeza de mis ojos
Que lloran en silencio por tu amor
Me miro en el espejo y veo en mi rostro
El tiempo que he sufrido por tu adiós

Obligo a que te olvide el pensamiento
Pues siempre estoy pensando en el ayer
Prefiero estar dormida que despierta
De tanto que me duele que no estes

Como quisiera ahhhh​ que tu vivieras
Que tus ojitos jamás se hubieran cerrado nunca y estar mirándolos

Amor eterno e inolvidable
Tarde o temprano estaré contigo para seguir amándonos

Yo he sufrido tanto por tu ausencia
Que desde ese dia hasta hoy no soy feliz
y aunque tengo tranquila mi conciencia
Se que pude haber yo hecho mas por ti

Oscura soledad estoy viviendo la misma soledad de tu sepulcro
Tu eres el amor del cual yo tengo el mas triste recuerdo de acapulco

Como quisiera ahhhh​ que tu vivieras
Que tus ojitos jamás se hubieran cerrados nunca y estar mirándolos
Amor eterno e inolvidable
Tarde o temprano estaré contigo para seguir amándonos

Amor eterno- Rocío Dúrcal

Respiraba con dificultad, sintiendo su corazón helarse ante aquella desgarradora noticia. Tirado en el suelo, incapaz de levantarse y soportar lo que la vida le ofrecía, incapaz de procesar lo anteriormente recibido.

Sus bellos ojos azulados se empañaron, limitando su vista. Desgarradores gritos y lamentos luchaban para salir de sus labios, pero no les era permito gracias al gran nudo formado en su garganta, el cuál poco a poco se hundía hacía la boca de su estómago.

Todo había sido su culpa, culpa de su trabajo, culpa del maldito que había entrado a la casa aquella horrible noche. Ahora la bella habitación decorada con grandes peluches, muebles blancos, paredes de color pastel y hermosa ropita doblada en el ropero no sería ocupada en un largo tiempo, tal vez nunca.

—Te haz ido tan pronto de mi vida, que no puedo resignarme, siempre me acordaré de ti,  en cualquier lado, momento, día y noche.  Miraré al cielo, preguntándome si desde ahí me vez y cuidas. Porque eres mi luz, mi pequeña luz. Mi corazón hoy te llora mi pequeño angel, estuviste tan poco tiempo aquí, ni siquiera pude sostenerte entre mis manos. ¡Te amare y te extrañaré siempre, porque te ame desde que supe de tu existencia y aunque te perdí, juro que lo seguiré haciendo!— gritó el peliazul sollozando con más fuerza, fijando su mirada hacía la estrella más  brillante, aquella que iluminaba el cielo nocturno.

—Aominecchi.— un susurro se escuchó contra su oído suavemente.

—No.

—Aominecchi.— el mismo susurro se volvió a escuchar.

—Yo...—

—¡Aominecchi!

—¡¿Qué?!

Con un grave ademán y muy a prisa el moreno se incorporó, con la respiración agitada y el pulso a mil. Abrió sus ojos y soltó un suspiro de alivio al ver a su rubio a su lado con un gran y prominente vientre de siete meses de embarazo. Todo había sido una pesadilla, la pesadilla más horrible que pudo haber tenido.