Capítulo 46. "Derrumbando el reino"

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♦ "Derrumbando el reino"

Todo mi autocontrol se estaba yendo a la deriva, cuesta abajo, sin rumbo. Yo me estaba yendo a pedazos, tenía que hacer algo antes de que me fuera completamente.

Muy en mi cabeza buscaba la ayuda de alguien que me apoyara, pero no tenía a nadie y como siempre hacia medidas desesperadas requieren acciones desesperadas.

—Necesito que me ayudes —digo entrecortadamente. Aprieto un poco más su mano.

—No puedo —niega.

—Sí que puedes. No hay opción.

Siempre hay opciones —cierro los ojos y respiro profundo. 

—Esta vez no. —la poca luz de la luna refleja su cara y apuesto a que él también me ve a mí. —Tienes que ayudarme a detenerla. —un picor en mis ojos me hace parpadear. —Ella no puede salirse con la suya. No puede simplemente ser mala por siempre y tengo que acabar con ella. Se quien es —Daniel muestra una mueca de asombro, pero yo continuo. — Sé lo que me hizo, sé como el maldito demonio que me hizo sufrir y necesito que ella pague. Mato a mi madre, a mi hermana, a ellos...no puede no pagar por eso. Tenemos que detenerla, tenemos que ir de a poco y al final llegar a ella. No quiero que siga haciendo daño. No quiero que vuelva a perseguirme más, ¿entiendes? Por eso necesito a alguien conmigo, te necesito a ti, a un infiltrado. No importa si lo llamas venganza, no importa si lo llamas justicia, no me importa, lo que verdaderamente importa es que ella sufra más que nada, más que todos juntos. Quiero verla morir, necesito hacerla sufrir, debo hacerla pagar.

Daniel me mira con duda en sus ojos, ruego mentalmente que deje de pensar tanto.

—Bueno —aprieta suavemente mi mano. —Está bien.

****

Esta era nuestra manera de ir despacio. De ir lento.

Daniel me había dicho que me mantuviera lejos, así que estaba en una distancia demasiado alejada de la vista de cualquiera. Él había dicho que la mitad de aquellos hombres de negro habían salido para rastrear el perímetro así que solamente dependíamos de unos quince minutos o menos.

El plan era atacar el almacén, con ella dentro. Tres de sus hombres se encontraban en la misma oficina que ella y otros cinco en la puerta de entrada interior. Solo ellos, nadie más. 

Daniel fija la vista al frente y me hace una señal para salir. Esto es riesgoso, ¿pero que importaba?

Salgo de entre las sombras y detrás de unos árboles. Él ya tiene arma en mano y yo saco la mía detrás de la cinturilla de mis pantalones. Se suponía que Zers lo había hecho completamente todo y no tenia de que preocuparme, pero me preocupaba porque pasara lo que pasara yo iba a estar allí.

Respiro profundo, inhalo y exhalo. Me coloco aun lado de la puerta principal con Daniel enfrente de mí. Él me guiña un ojo antes de abrir la puerta, entra normal como sí esto lo hiciese todos los días mientras que yo me encuentro temblando interiormente no de miedo sino de anticipación.

Espero tres segundos antes de cerrar mis ojos con una última respiración y dar la vuelta para entrar al almacén. Esto de alguna forma u otra tenía que ser rápido. Ahora y rápido.

La sombra de Daniel está a unos metros más allá de mi campo de visión, pero logro verla y la sigo. Con pasos sorprendentemente rápidos y sin ruidos avanzo todo el camino hacia adelante en donde Daniel me espera.

Una vez que he llegado a su lado me hace una seña que indica que va a dar la vuelta a la izquierda para poder seguirlo. Lo hago. Un tramo de escaleras aparece frente a nosotros, dándonos el paso hacia el segundo piso en la oficina de ella. Bien, esto es más rápido de lo que creí. 

Voces se escuchan en el segundo piso, entro en posición de alerta. Mi acompañante hace una seña la cual indica que me calle, pero mi respiración rápida e irregular no deja de salir ferozmente por mi nariz. Camino unos pasos hacia atrás consciente de que no hay nadie y de que puedo caminar a las anchas que quiera. Doy vuelta en la esquina y pego mi espalda en la pared del pasillo. 

Las voces se escuchan cada vez más fuertes y cercas hasta que Daniel las interrumpe.

— ¿No se supone que tienen que estar cuidando la puerta de entrada ustedes cinco? —cuestiona Daniel.

—Tranquilo, hermano. Todo está bien. —dice uno.

—No, no está bien. Ahora acompáñenme con la Jefa.

—Cálmate. No estábamos haciendo nada malo —pronuncia una voz diferente a la anterior.

—No es para eso, idiota, necesito decirles a todos algo importante. Así que suban. —pasos que suben las escaleras llegan a mis oídos y maldigo internamente porque no voy a poder llegar ahí de nuevo y me queda poco tiempo.

Asomo medio cuerpo en la vuelta del pasillo para ver como ellos suben las escaleras y desaparecen en el segundo piso. 

De pronto una mano gigante tapa mi boca y encierran con la otra mis brazos, la pistola cae al suelo con un sonido sordo, por un momento llego a pensar que es Daniel, pero Daniel ya ha subido al segundo piso. 

Mis pies ya no tocan el suelo y comienzo a patalear de un lado a otro con la mano desconocida amortiguando el sonido de mis gritos. En un momento de desesperación, como puedo abro la boca y muerdo la mano que no me deja hablar. Y como es mi tiempo de debilidad, grito:

— ¡Daniel!—el sonido hace eco por el pasillo y puedo jurar que cualquiera cerca de treinta metros me pudo haber escuchado. El cuerpo detrás de mi se queda estático y yo aprovecho para soltarme de su agarre y dar la vuelta. 

—Maldita perra —se aleja unos pasos. — ¿Qué haces acá? —antes de que me dé tiempo de pensar en algo el hombre me jala del cabello de forma que quedo viendo hacia el suelo. —Las pagaras todas. —retengo un grito de dolor en mi garganta. Miro sus zapatos fijamente observando que no se mueve de su lugar así que impulso mi pie y aplasto el suyo con mi talón con la mayor fuerza posible. Él afloja su agarre en mi cabello, alzo la cabeza y lanzo un puñetazo a su rostro dejándolo desconcertado.

Muchos pares de pasos se escuchan en las escaleras y como no tengo otra opción, corro. Corro a la puerta principal en donde se encuentra ese botón de mi salvación. Me agacho y tomo el control de la bomba que está instalada en el sótano. De esto se supone que tenía que encargarse Daniel y espero solamente con ansias que lo haya hecho bien. Abro la puerta y salgo al frio aire de la noche.

— ¡Elizabeth! — me grita alguien. — ¡Elizabeth! NO. —aprieto el botón color rojo y aviento el control muy lejos. Cuando estoy a punto de echar a correr primero llega la luz que alumbra el pavimento oscuro y después llega al impacto. Soy fuertemente lanzada hacia el frente volando por los aires para después caer de panza unos metros adelante. Busco aire y doy vuelta de forma que quedo de espaldas al suelo. Fuego, llamas gigantes salen del almacén mientras lucho por respirar y buscar oxigeno a mi alrededor.  

Alguien se ve entre la puerta principal que no está completamente incendiada y después sale del almacén seguida de otras personas. Gateo en reversa para que ella y sus gorilas no logren verme. Todo mundo sale, todos salen. Inclusive yo salí.

Yo estaba afuera y eso era lo que importaba, pero había alguien que no lo estaba. Había alguien que seguía ahí adentro.

Daniel.

Continuará...

FugitivaWhere stories live. Discover now