Capítulo doce

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Capítulo doce.

No sé si todo me sale mal o todo el mundo está en mi contra. Aunque ciertamente prefiero creer la primera.

Todo lo que hice fue bien, viéndolo a mi manera porque en la manera que lo ve Trina yo soy la estúpida. Que algo quedé muy sobresaliente, Daniela ni siquiera se inmutó, creó que ellos fueron los que hicieron tanto rollo para nada.

Ella sabía que se lo merecía de una forma u otra. Además, estar en este negocio implica muchas cosas y una de ella es salir lastimado ya sea de parte de cualquier persona, si ella decidió meterse en esto tiene que asumir las consecuencias. Ésa es la forma en que yo lo veo.

No había pegado un ojo en toda la noche y cuando me quise dar cuenta la luz del sol se estaba filtrando por la cortina. Salgo de la habitación, puedo apostar a que me veo como un zombi.

Me sirvo una taza de café, mientras esperaba me puse a recoger nuestro piso, está hecho un asco, no sé porque no contratamos a alguien para que lo haga, yo estaría muy bien con eso.

Limpié la cocina, mi habitación, la sala, el comedor menos las habitaciones de ellos y por ellos me refiero a ellos.

En el momento que le di el primer tragó a mi café, ella entró a la cocina seguida de él para después terminar de rematarla con el otro él.

Se sentaron en los taburetes, mirándome fijamente, me incomodaban así que di un último trago a mi taza de café, fui al fregadero, tire todo el contenido y deje la taza ahí mismo, di la vuelta y salí para ir a mi habitación, por supuesto, después de escuchar un gruñido de parte de Rodrigo y dos maldiciones provenientes de los otros.

No los entiendo de verdad que eran bipolares, ayer estaban como unos maniáticos y ahora querían que les hablara o ¿les pidiera perdón? Ah no, eso sí que no.

Yo no iba a pedir disculpas por algo que no fue culpa mía, bien, si puede ser que haya sido mi culpa, pero ellos no hicieron nada, ni siquiera intentaron taparme la maldita boca con su mano que sería lo más apropiado, pero sí, como no me habían hecho cerrar la boca ahora me echan la culpa de lo sucedido cuando lo pudieron haber impedido.

No lo hicieron y sufro las consecuencias.

Tomo asiento en mi cama, decidiendo entre pensarlo o dejarlo pasar, y como no tengo nada más que hacer, aunque no lo quiera, pienso en lo sucedido.

Una parte de mí quería creer o creía que hice bien, que yo no tenía la culpa de nada, pero la otra parte, la parte razonable de mí decía que tenía la mera culpa por esto, que ellos estaban bien y yo mal, pero me rehusaba a creerlo, me rehusaba a creerle a esa pequeña parte.

Tal vez sí, estaba equivocada en echarle la culpa a Daniela cuando no tenía nada que ver. En primera lo ilógico del asunto es que no la esperábamos. La segunda cosa más ilógica es que ni sabía que ella iba a venir y el viejo se creyó la mentira, una mentira estúpida.

Sinceramente, no sé lo que le hicieron a Daniela, no le deseaba mal. Solo espero que el viejo no la haya tocado porque si me daría demasiada repulsión, eso es asqueroso, depravado y pervertido.

Un sonido me saca de mis pensamientos.

—Hay trabajo. —dice Rodrigo desde la entrada de mi habitación. Me incorporo en la cama, lo miró, esperando a que se vaya. No lo hace.

—Largó. —Le digo mientras me levanto de la cama y voy hasta la puerta.

—Eliza...

— ¡Largó! —gritó enojada. ¿Por qué no se larga y ya? Tomo la parte trasera de la puerta y la cierro con fuerza. Sí, en sus narices.

Tomé una buena ducha, me cambié, puse los auriculares en mis orejas, salí escuchando la canción a todo volumen. No me importó que me vieran con cara confundida, no me importaba que me estuviera comportando como una adolescente.

Bajaba las escaleras en un paso calmado con ellos siguiéndome detrás. Snow Patrol sonaba a todo volumen en mis oídos y eso me gustaba.

Solo escuchaba la batería haciendo eco en toda la canción, apoyando mutuamente a los otros instrumentos, como si todos fueran uno solo, todo difundiéndose en una misma situación. Cierro los ojos, decido dejarme llevar por la música.

De pronto mi hombro es cruelmente empujado, caigo en uno de los peldaños haciendo un sonido sordo.

Quito los audífonos, me levanto y enfrentó a una chica de cabello rubio que tiene cara de haber cometido un error. Oh, claro que lo ha hecho.

—¿Qué no te has fijado o qué? —le gritó. Da un paso a un lado sin dejar de mirarme.

—Lo siento. —con eso último se aleja y se va.

Llegamos, después de dos horas encerrados en ese auto, llegamos a una colina en donde se veía una casa. Ah, que genial, ahora a subir la colina.

Voy con pasos lentos sin prisa. Cuando estoy llegando a mi destino veo las sombras de otras dos personas, alguien más va a estar con nosotros, doble genial.

Lo primero que hago, aunque este demasiado cansada, es ver quiénes son las personas que nos esperan.

Como soy la primera en notarlas, entre abro mi boca un poco por la impresión, no sé realmente de que estoy más impresionada. Del hecho de que Daniela está ahí toda fea por no decir horrible.

Tiene el ojo derecho de un color entre morado, amarillo y verde, tiene otro del mismo color en el pómulo izquierdo, el pómulo derecho tiene marcas de rasguños, el labio superior lo tiene levemente con una cortada, como lleva una blusa de manga corta, se pueden notar gran variedad de golpes, me estoy haciendo una idea del porque esta así, no sería nada lindo confirmarlo y siento lastima por ella, pero esa lastima se esfuma cuando Trina y Ricardo corren hacia ella, como si fuera tan grave lo que le paso.

Por otra parte, está la otra chica mirándome como si fuera una clase de experimentó, se me hace vagamente familiar, pero no logro saber de dónde. Mantenemos unos segundos la mirada hasta que yo levanto la barbilla como preguntándole "¿Que miras?", aparta la vista y se concentra en una llorosa Trina que está aún lado de ella.

—Bien, bien. — voy aplaudiendo hasta ponerme enfrente de la puerta, la casa está un poco vieja. —Tenemos trabajó aquí, me quiero largar. Dejen de hacer sus dramas. —Esto último lo susurre, si ellos escuchaban se iban a poner a pelear y no tenía ánimos para eso.

Entramos todos en la casa, nos pusimos en las posiciones de siempre y empezamos a cargar la mercancía. La tipa ésa, se nos queda viendo como asegurándose de todo.

Mientras lanzaba el último paquete a Ricardo, volví a mantenerle la mirada a la, no sé qué era si señora o chica, quien sabe, el punto es que un foco se prendió en mi mente iluminando el nombre de la persona a la que se me hacía familiar.

—No la veas tanto. ¿Eres lesbiana? —dijo alguien a mi lado, no supe reconocer quién.

—No, no es eso. —le dije sin voltear a ver a ese alguien. —Soy consciente de que no es ella y de que me estoy volviendo loca. —susurre, más para mí que para la persona.

Voltee a ver a mi lado y Rodrigo me miraba. Claro, era él, quien más. Lo fulminé con la mirada, después fui directo a la puerta para poderme ir. Me estaba volviendo un poco loca. 

FugitivaWhere stories live. Discover now