Capítulo trece

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Capítulo trece.

"No debemos esperar nada de las personas que te rodean, si no los conoces bien, podrías tener al propio enemigo en casa." - Elizabeth Ellys.


— ¿Quién eres tú? —le pregunto a la chica de pelo Castaño. No sé porque se me hace familiar.

—Soy supervisora. — ¿Lo está diciendo de verdad?

—Te dije quién eres más no que eres. —ella me miró sorprendida como si yo de verdad no le hubiera contestado así, ¿qué quería? ¿Qué la tratara con más familiaridad? Irónico.

— Mi nombre es Britany D'frinn, estoy aquí por el asunto que paso con ustedes, quieran o no, los acompañare a donde sea para que no haya ningún error. —su mirada me recorría de arriba a abajo y viceversa. ¿Qué tanto me veía?

—Bueno, no me interesa, ya te puedes ir que nosotros ya nos vamos.

— ¡Elizabeth! —me riñe Trina. ¿Ella qué?

— Cállate. —le gritó.

—Elizabeth, cálmate. — ¿Qué me calme?

—Ricardo, tú no te metas. Vienes sobrando en la discusión.

—Basta. —ahora se mete Rodrigo. —Ya, Elizabeth, debes calmarte. Hablaremos después.

— No. —querían meterse en mi platica con la Britany esa, entonces iba a meterlos. — Basta nada. Estoy cansada de ustedes, de todos ustedes. No voy a calmarme porque no quiero. ¿Qué vamos a hablar? ¡Ay, por favor! Nosotros ya hablamos ayer. Me dijeron mis cosas, yo les dije sus cosas. Ya, se acabó, simplemente déjenme tranquila, siempre se están metiendo en asuntos que no les incluyen. —Todo se quedó en un silencio incómodo. En estos momentos es cuando más deseo un auto para largarme de aquí.

— ¿Por qué gritas? —Trina está llorando. —Solo no quería que estuvieras diciendo cosas feas. — ¡ay!, parece una niña.

—Dijiste que era una loca ¿no? Pues entonces, voy a ser una maldita loca. —me da remordimiento hablarle mal, pero con lo que dijo ayer fue más que suficiente.

—No maldigas. —dicen de la nada. Volteo a ver a D'frinn que fue quien lo dijo.

—Si no le hago caso a Trina que está conmigo desde hace tiempo. ¿Crees qué te voy a hacer caso a ti? —Su mirada es seria, como no creyendo las cosas que les contesto. Pues, es real. —¿Nos vamos? o van a seguir sermoneándome. Porque no tengo todo el día. —Cruzo los brazos debajo de mi pecho, esperando hasta que se les dé la gana irse.


Para cuando decido ir hacia abajo de la colina. Trina sigue llorando y nadie se ha movido de su lugar.

Mientras voy bajando, Trina y Rodrigo me pasan de largo.

Siento como alguien jala de mi brazo hasta voltearme. Es Ricardo que, tiene los ojos inyectados en sangre por el enojo, los puños están a cada lado de su cuerpo como reteniéndose a golpearme

—No voy a soportar tus putos jueguitos. —su voz es tan baja que da miedo. Tiemblo por un momento, pero me compongo antes de que se dé cuenta. —Vuelves a hacerle algo a Trina y no va a importarme que seas mi amiga y que seas mujer. —toma mi brazo de nuevo, apretándolo, estrujándolo.

— ¿Es una amenaza? —pregunto descaradamente.

—No, es una jodida advertencia que por tu bien no seguirás haciendo tus tonterías. —Suelta mi brazo, veo la zona en donde ahora sus dedos están marcados fuertemente. Mañana tendré un moretón. — ¿Escuchaste? —sin esperar mi respuesta da la vuelta y sigue bajando para dejarme ahí parada como estúpida.

En el momento que llego al auto ya me están esperando, abro la puerta, me adentro y cierro fuertemente.

Rodrigo y Ricardo venían al frente mientras que Trina y yo en el asiento de atrás.

Mire por la ventana, a mi izquierda, pensando y sincerándome a mí misma que yo le tenía miedo a Ricardo, pero no iba a admitirlo ni a él ni a nadie. Sabía que no podría golpearme, él no caería tan bajo, lo sé, jamás podría siquiera tocarme un pelo. Para convencerme un poco, es más probable que Rodrigo me golpee, de él si lo esperaba, pero de Ricardo no.


Podría estar equivocada y cada vez que recordaba su mirada un escalofrío pasaba por toda mi columna.

Volteé a ver a mi derecha cuando sentí una mirada en mí, era Trina, me veía preocupada y luego su vista iba de mi brazo, en donde estaba las marcas de los dedos de Ricardo, a mis ojos.
No dije nada, simplemente la miré seria, puse mi vista en el espejo retrovisor, Ricardo me miraba, amenazándome.

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