Capítulo veinte

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Capítulo veinte.

Llego hasta el auto en donde Britany me espera y subo, ni siquiera me tomo tiempo abrochando el cinturón, no tiene caso.

— ¡Vamos! —le grito mirando al frente.

— ¿Qué fue lo que paso, Eli?

— Nada. Arranca el maldito auto, ya. —la desesperación se podía notar en el tono de mi voz. Britany hace como le digo y las ruedas del vehículo rechinan contra el pavimento de la calle, sale pitando a toda velocidad por la carretera y no se detiene lo cual agradezco.

Paso las manos por mi rostro durante todo el trayecto.

¿Qué hacía Daniel ahí?

Estoy realmente cansada de encontrármelo por donde sea y cada vez hacia dónde voy. He pensado seriamente que podría ser un oficial encubierto que quiere meterme tras las rejas, pero si fuera así ya lo habría hecho, él ha visto más delitos y cosas que he cometido de lo que mis amigos son capaces.

De todos modos, no sería tan ingenuo como para no detenerme si fuera un oficial, pero aquí está la verdadera pregunta: ¿Cómo puedo estar cien por ciento segura de algo que no está comprobado? Y no porque vaya a fallar en mis instintos sino porque lo sé y ya, él no es ningún oficial.

¿Y que es, entonces? Está claro que es una persona, mala y con antecedentes penales, que ha logrado evadir la cárcel durante los últimos quince años y que corre con una maldita suerte de infierno en nunca ser atrapado. También sé que por arte divino lo detesto, algo no termina de encajar en todo esto y que últimamente me esté tratando como si fuésemos compañeros o algo parecido me asusta y a la vez me deja en shock como lo de hace unos minutos.

¿Por qué él estaba justo matando a golpes al oficial que yo también quería golpear? No, no hay explicación, pero necesito respuestas y sé que sentarme y seguir llevándome mal con él no va a llevarme a nada así que tengo que hacer un esfuerzo para dar salida a preguntas que no las tienen y espero no morir en el intento.

—Tengo que hablar contigo. —dicen a mi lado. Ruedo los ojos y sigo mirando al frente.

—Yo no. —contesto seco.

—Solo serán unos minutos. —me volteo en el asiento y si no fuera porque necesito llegar en transporte me bajaría de su auto ahora mismo.

—He dicho que no.

—Yo —tartamudea. —Podría decirle al jefe lo que has estado haciendo últimamente. —mi boca cae abierta por tal impresión.

— ¿Me estas chantajeando? —pregunto.

Se encoge de hombros. —Algo así.

Lo asimilo unos segundos. Cierro los ojos, vuelvo a abrirlos y contesto con una pregunta. — ¿Tengo opción?

—No. —una sonrisa surca su rostro. Volteo la vista hacia la ventanilla. Esto es de locos.

Elizabeth nunca dejaría que la chantajearan y aquí estoy, siendo chantajeada por una imbécil. En otra situación la hubiera golpeado tan solo por haber dicho aquello, pero tengo tanto que asimilar que lo que sea que tenga que decirme no importa, simplemente no importa.

Estoy tan sumida en mis pensamientos que no me doy cuenta que hemos llegado a un lugar con unas pocas casas y diferentes caminos. Da vuelta a la izquierda en una calle y se detiene tiempo después.

—Bien. —se da vuelta en el asiento, la miro. —Voy y regreso. No tardo. Solo voy por unos papeles. No bajes del auto. —sin esperar mi respuesta sale del auto, camina y entra en una de las casas después de que alguien le abriera.

FugitivaWhere stories live. Discover now