Capítulo veintisiete

7K 497 66
                                    

Capítulo veintisiete.

El calor me inunda y por un momento me cuesta respirar. El clima caliente me frustra y me da miedo. Es como si estuviera en una caldera gigante siendo cocinada o algo por el estilo, no lo tolero.

Abro los ojos, aspiro una bocanada de aire por la boca, pero enseguida comienzo a toser. Mis costillas protestan y siento dormida mi cara. Cierro los ojos rápidamente, cubro con las manos mi visión y suelto un gemido ahogado por el dolor. Odio estos días. Cuando he sido golpeada hasta morir, después todo duele y al último algo deja marca, como el número dos en mi brazo izquierdo.

Intento levantarme, pero no sirve de nada.

Necesito ayuda porque estoy en mal estado y me encuentro en un hospital. Levanto un poco mi espalda, ignorando el dolor en mis costillas y piernas me pongo de rodillas. Respiro con dificultad por el gran trabajo y mientras me quedo ahí, pienso. ¿Por qué ellos me dejaron? ¿Cuál es el maldito problema? Cierro las manos en puños, pero enseguida las vuelvo a dejar como estaban porque duele mucho.

Después de lo que parecen horas, me pongo de pie e intento estabilizarme ya que mi cabeza da vueltas.

Me acerco a las escaleras que quedan en una orilla del edificio y comienzo con el primer peldaño.

Nunca antes he necesitado un doctor urgente. No tan urgente, no cuando mi cabeza está a punto de estallar.

Encuentro una clínica cercana y recurro ahí. Me atienden rápidamente. Curan, inyectan y ponen lo que deben poner cuando una persona tiene heridas.

Ellos se han pasado. Me han roto una costilla y no sé si fue cuando impacte contra el muro o cuando estaban pateándome.

—Señorita...

—Ellys. —a completo a la enfermera. —Elizabeth Ellys. —ella frunce el ceño a la mención de mi nombre y no me extraña porque el mundo entero me está buscando. Aunque no creo que me reconozca, creo.

—Bien, Elizabeth. Necesitamos algo de información.

— ¿Para? —alzo una ceja esperando la respuesta.

—Queremos saber lo que te ha pasado y el ...

—No. —le corto antes de que pueda acabar.

—Solo son algunas preguntas. —se defiende.

— ¿Qué no me ha escuchado? —Grito — Le he dicho que no.

—Tranquilícese, por favor. —salto de la camilla, literalmente, y le plantó cara.

— ¿Qué me tranquilice? —me detengo un momento a respirar profundamente y razono con ella. —Haber, que pasaría si a usted le dan la paliza de su vida una y otra vez y no puedes hacer nada porque son cuatro personas contra ti. —empujo un dedo en su hombro y ella retrocede asustada. —Y luego apareces tirada en la calle como un perro muerto. ¿Qué harías al siguiente día? Ir al doctor. ¿Por qué? Porque te sientes como lo mierda. —alzo los brazos exasperada y me dirijo a la puerta.

Salgo de aquella clínica a toda velocidad antes de que la policía llegue o peor aún que ella sea una aliada de los segundos y ellos vengan de nuevo.

Mi estómago gruñe, lo tomo con ambas manos y sigo caminando, hace como un día que no he comido.

Tengo parches por aquí, puntos por allá, vendas por el estómago, venda en la cabeza, vendas en la pierna, puntos en la frente y eso no es lindo.

Arriesgando mi piel al sol y desmayándome de la sed. Esto parece el desierto.

La gente mira y no hace nada.

FugitivaWhere stories live. Discover now