Capítulo 45. "Rodrigo"

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♦ "Rodrigo"

Me habían seguido. Por eso ella había muerto.


Pasos se escuchan a mis espaldas.

— ¿Qué carajos, Elizabeth? —medio grita Daniel. La adrenalina y el coraje aumentan, con ello él no saber de dónde vino Daniel me frustra mas. Podría irse todo el mundo a la mierda, literalmente.

De la casa de donde ha salido Trina hace unos minutos, sale de ella Rodrigo. Un escalofrió recorre mi espina dorsal cuando el gatillo de una pistola suena a mis espaldas, por un momento pienso que me ha llegado la hora, pero no. Volteo por encima de mi hombro observando a un hombre completamente de negro disparar por encima de mi cabeza. Regreso mi vista al frente a toda velocidad preparándome para ver a un Rodrigo cayendo, no es así. Él corre fuera de la pequeña unidad huyendo de quien sea que le este disparando detrás de mi.

—Elizabeth — me llaman. —Elizabeth.

— ¿¡Qué!? —grito volteando a ver a Daniel a mi costado. Lanzo una mirada furtiva en su dirección antes de volver a voltear a mis espaldas en las que, por supuesto, ya no hay nadie.

Hago amago de echar a correr por donde se fue Rodrigo.

—No lo hagas — me dice. — Detente, no vas a conseguir nada. —cierro las manos en puños a los costados de mi cuerpo. Doy media vuelta lentamente, tan lentamente que me da miedo y lo veo, tiene una mirada de preocupación que ignoro.

—No me pidas que me detenga. ¡No me pidas que me quede aquí porque no lo hare y lo sabes! ¡Tú más que nadie sabe que iré corriendo tras de ellos por una explicación! —lo miro por última vez intentando que asimile todo, doy media vuelta y corro hacia la dirección en donde corrió mi única esperanza de una explicación.
 

Salgo de la pequeña unidad para encontrarme en la acera. Busco frenéticamente de un lado a otro por un chico corriendo a cualquier dirección. Lo encuentro. Ahí, enfrente de mí, cruzando la carretera corre un desbocado Rodrigo escapando de quien sea. Corro detrás de él cuando me doy cuenta que nadie lo sigue, mi respiración es superficial y aparto a toda aquella persona que se entrometa sin ni siquiera pedir perdón. Las bocinas de los autos chillan en mis oídos cuando el semáforo se ha puesto en verde y yo continuo en la carretera de muerte privilegiada.

Tropiezo con alguien, me aparto rápidamente sin ver de quien se trata y sigo con mi persecución, pero eso le gana ventaja a Rodrigo, se adentra a un callejón, cuando yo estoy llegando él ya está dando vuelta en la esquina del otro extremo del callejón hacia una noche oscura. Aprieto el paso sabiendo muy en lo profundo que estaba por perderlo. Estaba por perder el por qué se habían ido de mi lado.

Lagrimas vacías ruedan velozmente una tras otra, no son lagrimas de dolor, son lagrimas de impotencia, de rabia, de enojo, de un sabor amargo. Cierro los ojos brevemente solo para darme ánimos internos a seguir corriendo, porque todo aquello lo hacía con una misión, por algo que me atormentaba en mente, en cuerpo y en mi alma.

 Él vuelve a entrar en una acera estrecha que lleva a otro lugar, voy dando la vuelta y una pizca de esperanza entra en mi como un cohete en el momento que veo su espalda ancha doblando otra esquina. Tropiezo cuando me quedan unos metros para salir del estrecho pasillo de concreto, me maldigo internamente por ser tan idiota, peor la noche oscura no ayuda mucho.

En cuento salgo al final, volteo de un lado a otro viendo exactamente a nadie. Alguien tirado en el pavimento se lleva mi atención y cuando lo noto mi sistema se convierte en cenizas y la poca esperanza se convierte en nada. Hay una pistola sujetada en la mano de Rodrigo como si hubiera querido defenderse con ella y no le hubiera dado tiempo; un charco de sangre se instala junto al arma haciéndose cada vez más grande. Mi mirada viaja del charco hacia arriba viendo perfectamente a aquel hombre de negro correr a unos metros.

Mi cerebro viaja a velocidad completa en el momento.

Me agacho y tomo la pistola haciendo uso de mi poca puntería para disparar al hombre. Alzo el brazo apuntando a su espalda y aprieto el gatillo no una, sino tres veces rogándole al cielo que le haya dado tan solo una vez. El hombre cae, limpio mis mejillas y corro hacia él.

Lo miro desde mi altura y apunto a su cabeza dándole otro tiro ahí. Tiro el arma a su costado y observo a todos lados vigilándome de absolutamente nadie. Subo ambas manos a mi cabello desordenándolo con manos temblorosas y camino lejos de ahí como si fuera una maldita psicópata desquiciada de sangre.

Esto estaba haciéndome daño. Esto estaba perjudicándome muy gravemente y estaba segura como el infierno que no iba a terminar bien, esto no tenía un feliz para siempre ni nada por el estilo.

Entro tambaleándome por la puerta principal de la maldita casa, o eso intento.

Caigo de bruces en medio del marco de la puerta y me quedo ahí como si mi mente no procesara lo que estoy pasando. Miro mis manos plantadas en el suelo e instintivamente tienen sangre en ellas. Me asusto como el infierno. Parpadeo un par de veces y vuelvo a mirar mis manos que ahora no tienen nada. Me siento en el frio suelo de madera oscura y me quedo ahí. Mi cabello se  hace delante en mis hombros, agacho la cabeza un poco y apostaría lo que sea a que tenía un aspecto aterrador así.

Una sombra cae por encima de mí ocultando la poca luz de la luna. Ya no importa. Ni siquiera hago un esfuerzo por saber quién es. La persona brinca, literalmente mi cuerpo, se pone en cuclillas y en menos de un segundo tengo el rostro de Daniel bañado en oscuridad profunda y fuerte, él me mira para después sentarse en frente de mi con las rodillas tocando el suelo.

— ¿Estás bien? —sonrió un poco con sorna. 

— ¿De veras lo preguntas? — pregunto aun sin alzar mi cabeza gacha.

—Sí, de verdad lo pregunto — afirma.

Alzo los ojos hacia él diciéndole con la mirada todo lo que quiere saber, pero como no puede verme perfectamente, digo: 

—Estoy mal. —empiezo. —No tengo a nadie. Nadie. ¿Escuchas? Parece que estoy maldita —un picor en mis ojos me hace parpadear lentamente. —Todo aquel se acerca a mi muere —susurro. —Quiero despertar de esta pesadilla.

—No es un sueño, nena. 

—Bien, para mí sí. Quiero pensar que en mi sueño-pesadilla no tengo a nadie  y cuando despierte tendré a todos de nuevo.

Daniel me mira fijamente antes de agarrar mi mano. —Me tienes a mí — dice. En sus ojos pasa una emoción que no logro determinar con la oscuridad antes de que él la esconda muy bien bajo llave. Y como soy lo suficientemente idiota le respondo:

—Lo sé.

Se había acabado.

Ya no mas Trina, ya no mas Rodrigo. Se habían quedado en el pasado. Era momento de superar. De seguir adelante.

Continuará...

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CINCO capítulos y contando. Oh síííí... cuenten conmigo....

Perdón por no haber subido pero estaba leyendo, de hecho les recomiendo  El ultimo pasajero de Manuel Loureiro claro, si te gusta el suspenso y lo ilógico e  Into The Deep de Samantha Young que me la pase llorando con ese libro desde el principio. 

AOXO ♣

FugitivaWhere stories live. Discover now