—Ese nudo no va así, plantita —habla Johanna. Naturalmente ha pasado un poco de tiempo antes de que aclarara mis ideas y encontrara las palabras ideales para comenzar, lo suficientemente hostiles y claras como para que ella esté dispuesta a ayudarme; parece que se me ha adelantado—. Tienes que darle doble vuelta, de otra manera tu presa escaparía en lugar de morir ahorcada.

—¿Sí? Creo que las trampas de alambre son mejores.

—No cuando tu presa pesa sesenta kilos —afirma, como si fuera algo muy obvio y yo demasiado tonta para poder asumirlo.

—Planeaba atrapar animales, no personas.

—¿Y cuál será tu estrategia en la arena? Con esos bracitos no puedes ni levantar un vaso lleno de agua —se burla.

—Con esa arrogancia no vas a ganar ningún aliado —contesto molesta.

—No necesito aliados, aunque ya los tengo.

—¿Quién? ¿La dientes de estalagmita?

—No, Enobaria no. —Ríe... O eso parece—. Annie Cresta está apartada, plantita.

—¿Annie Cresta? —pregunto sorprendida.

—¿Acaso lo dije mal?

Johanna pasa dos veces la cuerda por su mano, luego pasa el trozo que sobra por en medio de los dos bucles que ha formado, creando un tipo de nudo.

—No, pero... ¿Ella no era la que estaba loca?

—¿Y tú aliada no está embarazada?

—Siquiera no es una enfermedad... —afirmo molesta.

Apretando los dientes, sus últimas palabras se quedan rondando en mi cabeza. ¿Cómo puede lograr burlarse de las personas con tanta facilidad? ¡Es igual de molesta que Haymitch! Johanna me hace parecer débil y Haymitch me pone a la total disposición de una mujer embarazaba en secreto ¡Ya quisiera ver yo que él...!

Un momento.

¡Nadie lo sabía!

Volteo la cabeza hacia donde Johanna me sonríe, como esperando el momento en el que me percate de que ella sabe nuestro pequeño secretito, y la pregunta es...

—¿Cómo?

—Al parecer, tengo más aliados de los que quiero. Débiles, la mayoría. Tú, por ejemplo.

—Eso no responde a mi pregunta.

—Claro que lo hace, te estoy ofreciendo la protección que la niña necesita si tú me ofreces la protección que Annie necesita. En contra de mi voluntad, por supuesto, pero desgraciadamente dientes de estalagmita y brillitos son lo suficiente traicioneras como para haberme inclinado a elegirte.

—¿Y qué hay de Wiress y su compañera? —pregunto— ¿Podrán unirse a nosotras?

—Ni lo sueñes. Si vienen ellas, yo me voy.

—Entonces Adiós.

...

Ya durante la cena, es momento de hablar acerca de los entrenamientos de hoy. Por supuesto Haymitch no se tomó nada bien que haya rechazado a Johanna.

—¡¿Que hiciste qué?!

La mitad de los objetos que están en la mesa se caen al suelo cuando Haymitch da un fuerte golpe a la mesa. Effie lo reprende pero, como siempre, es ignorada con amabilidad.

—Ya te lo dije: la mandé a volar.

—¡Pero qué tienes en la cabeza! ¿Monos?

—¡Haymitch!

HARINA Y POLVO DE CARBÓNOnde as histórias ganham vida. Descobre agora