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"QUISIERA CONGELAR ESTE MOMENTO"


Atónita, como mi pensamiento me ha dejado, me quedo parada como estúpida a media habitación, intimidada por las ideas que surgen a partir de la situación en la que nos encontramos.

No tendrán piedad alguna con ella, eso seguro. No tengo certeza de si el hecho de que lo supiesen cambiaría algo, más sí sé que por lo menos los haría dudar... Quizás a unos pocos.

Quiero comprender por qué Peeta y Haymitch no pensaron en esto, ¿qué les hizo olvidar el detalle más importante? Claramente no la dejarían morir, es decir, ni siquiera yo lo haría a pesar de que no ha sido más que un estorbo para mí desde que la conocí. Sin embargo, cuando se dirige a un puesto pasivo, comprendo la estrategia, comprendo que seré yo quien la tenga que proteger y que ella querrá asumir el papel de sabihonda en la arena; mientras ella haga trampas, yo clavaré espadas; mientras ella sepa cómo conseguir agua, yo montaré guardia.

Ese es el tipo de cosas por las cuáles necesito recordarme que lleva a la hija de Peeta más de veinte veces al día.

Si lo hubiesen dicho puede que hubiera resultado peor, la hubieran visto débil, enferma, sin posibilidades de salir de allí; me pregunto si ella misma fue quien pidió a Peeta que no se anunciara nada. De cualquier forma, luego lo hablaré con él, y puede irse preparando para la reprimenda porque no pienso ser dulce al cuestionarlo acerca de las decisión que tomó sin siquiera consultarme. Sé que yo misma me puse en el papel de defensora de la niña, lo dije en voz alta, sí, pero eso no me omite en las decisiones, no me impide opinar, mucho menos si es que voy a poner mi vida en peligro por salvar a esa niña.

Decido dejar que hoy ella aprenda de plantas y nudos, pero, sin duda, tendrá que al menos entrenarse un poco para tener aguante en esa arena y me ocuparé de que Peeta la ponga a dieta.

El puesto de arquería se encuentra a mi derecha, tentador, pero es cierto: no debo mostrar mis talentos y, contrario a la opinión de Peeta, estoy convencida de que algo de obediencia no me haría mal —aunque justificar mi poca sumisión con amor tampoco me desagrada—. Pero estamos en los juegos y si algún tributo no me mata, voy a terminar haciéndolo yo misma si continúo con una actitud testaruda.

Decido ir a la lucha cuerpo contra cuerpo. Sé que me van a aplastar, pero espero que me enseñen algunas técnicas que puedan resultar útiles. Me acerco hacia el lugar, donde una instructora practica junto a Johanna Mason.

Bien, aquí vamos, no te dejes intimidar, Katniss.

...

Por lo menos creo que en la práctica de hoy impresioné a alguien... con mis caídas a manos de Johanna Mason. Peeta ha dicho que no es grave, que fue mi primera vez haciéndolo y que le demostré a Johanna que no me intimida (eso no es del todo verdad), pero yo sólo pienso en que ahora soy digna de burlas y un apodo estúpido.

A la hora de comer hago lo posible por ignorar a Darius y a la chica Avox. Increíblemente, es de mucha ayuda concentrarme en los parloteos de Effie mientras degusto la deliciosa comida del Capitolio, que es a lo único que no pondría queja sobre este lugar si no fuera porque, sin la ayuda de Haymitch, mi hermana seguiría muriéndose de hambre en el distrito. Pero ahora, comer me ayudará: estar fuerte para los juegos, recuperar los nutrientes que he perdido y ganar un poco de peso.

Sorprendentemente, la comida pasa en paz —eso porque he logrado sustituir el dolor del esfuerzo físico que he hecho hoy por hambre—, pero soy yo quien arma el ajetreo al intentar reunir a Peeta y a Haymitch en una sala, con motivo de hablar de Amaranta y su plan para usarme de guardaespaldas. Con los brazos en jarras, comienzo el interrogatorio.

HARINA Y POLVO DE CARBÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora