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"TU PRIMER BESO, PRECIOSA"

(Por favor reproduzcan la música cuando vean esto: ***)

El vestido rosa me impide moverme con totalidad, las costuras me molestan y me provocan rozaduras. 

La gente celebra, come como si no lo hubiera hecho en toda la vida, y es que es así. Teselas. Teselas. Teselas. Cereales y aceites pasados, rancios, duros y pegajosos; la generosidad del Capitolio al permitirte intercambiar tu vida por la comida que necesitas para sobrevivir, que al final, solo te mantiene con vida hasta que seas una de las afortunadas personas que gane el sorteo gracias a todas las papeletas que aumentaron.

Hay una mesa entera, larga, cubierta con un mantel de seda azul decorado con flores bordadas. La gente del distrito debería tocarlo, pasar las manos una y otra vez sobre él, porque probablemente nunca en la vida volverán a verlo; en la mañana los agentes de la paz retirarán todo esto y todos seremos los de siempre, con la diferencia de que recibiremos comida durante un año. Luego seguramente nos olvidarán.

La gente del Capitolio está aquí, hay cámaras por todos lados grabando a sus vencedores y su distrito. No cabe duda de que el doce viste sus mejores trapos hoy. La música alegre resuena por todo el distrito y entre todas las voces a penas y logro escuchar mis propios pensamientos.

Camino junto a la mesa, el olor de cada uno de los platillos llega a mis fosas nasales, los colores vivos de la comida llaman la atención de cualquiera que esté hambriento, la boca se me hace agua con cada plato que veo, pero hay tantos que ni siquiera puedo decidir con cuál empezar.

—Prueba este.

Vuelvo la cabeza al escuchar su voz. No he dejado de sentir su mirada desde hace un rato ya y eso me incomoda bastante.

—¿Qué es eso? —pregunto.

—Toma la taza y júzgalo.

Hago lo que me pide, tomo la taza de sus manos y me la llevo a la boca... ¡Pero qué es esto! Abro mucho los ojos y frunzo el ceño ¡Es delicioso!

—Sabría que te gustaría —sonríe— se llama chocolate caliente.

—¡Es increíblemente sabroso! ¿De dónde lo sacaste?

—Hay una mesa llena de él por allá, ven sígueme.

Me toma de la mano y comienza a arrastrarme, mientras tanto yo procuro que el contenido de la taza no se derrame en el vestido. Una sola e insignificante mancha y mi madre me asesina. La gente se aparta de nuestro camino, todos se nos quedan viendo. Entonces me suelto de la mano de Peeta, él inmediatamente voltea confuso y se acerca a mí.

—¿Qué sucede? —pregunta.

—La gente nos está mirando —susurro.

—Katniss, no seas paranoica —ríe—, vamos a la mesa de los chocolates, no a tener un hijo.

Él comienza a reírse, pero a mí me molesta el comentario, toda la cara se me pone roja. Una persona, que la verdad no conozco, se ríe al pasar. Bajo la mirada y me doy la vuelta.

—¡No te enojes! ¡Fue sólo una broma!

—Deberías estar con tu novia —murmuro molesta por la vergüenza que me ha hecho pasar.

—Estoy con quien quiero estar —responde él.

—¡Esto no se trata de lo que quieras o no!

—Shht ¡Baja la voz, Katniss!

—Tienes que guardar las apariencias —susurro.

—Lo haré cuando ella esté aquí. No está, aun no llega.

HARINA Y POLVO DE CARBÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora