Capítulo 39

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-“Qué sabes qué?”-le pregunté, mientras la rabia quemaba mi pecho.

-“Se cómo te sientes.”-volvió a decir, deteniéndose enfrente de mí y tomando mis manos entre las suyas-“Pero todo saldrá bien. Pasaremos esto y estaremos bien.”

-“Cómo puedes decir eso?”-le pregunté, conmocionada por su indiferencia y separando mis manos de las suyas-“Cómo puedes decir que todo saldrá bien?”

-“Porque saldrá bien.”-respondió, manteniendo la calma de su voz. “Esto terminará, y todos se olvidarán. No dejes que te ganen, _____.”-Una lágrima de rabia se deslizó por mi mejilla al darme cuenta de que, de alguna manera, me estaba dejando vencer-“_____, necesito que te tranquilices.”-Puso sus manos a ambos lados de mi cara y me miró a los ojos-“Hay gente ahí fuera.”-dijo, señalando la puerta del despacho-“Y este no es el lugar adecuado para tener esta discusión.”-Asentí, sabiendo que tenía razón e instintivamente me incliné hacia él, rodeando su cintura con mis brazos y presionando mi frente contra su pecho. Me recorrió el cuerpo un escalofrío mientras sus brazos me abrazaban, acercándome a él como si pudiera protegerme de cualquier cosa.

Si tan solo pudiera hacerlo…Lo agarré con fuerza, mientras sus labios acariciaban mi pelo, haciéndome sentir cómoda sus caricias, su olor, su cercanía. Por un momento sentí desaparecer el peso del mundo. Lo amaba, y él me amaba. El pánico del principio comenzó a desaparecer mientras permanecía abrazada a él. Mis pulmones comenzaron a abrirse, y los estruendos de mis latidos se volvieron más normales, mientras mi mano trazaba círculos en mi espalda.

-“Te amo, _____.”-murmuró contra mi pelo-“Todo saldrá bien. De alguna manera, las cosas se arreglarán.”-Cerrando los ojos para reprimir las lágrimas, asentí ligeramente; mi habilidad para traducir mis pensamientos desordenados y erráticos en palabras, me había abandonado. Nuestro momento de paz se vio interrumpido cuando unos cuchicheos, desde recepción, comenzaron a invadir el despacho. Zayn se aclaró la garganta y se apartó un poco, flexionando las rodillas hasta que sus ojos se quedaron a la altura de los míos-“Estás bien?”-frunció el ceño, evidenciando la preocupación en su cara.

-“Yo solo…”-comencé a decir, sintiendo de nuevo que la calma me abandonaba-“Necesito irme.”-Mi voz no era más que un susurro, y su preocupación comenzó a aumentar.

-“_____…”-Sacudí la cabeza.

-“No puedo… esto es demasiado.”-Se volvió a erguir y suspiró profundamente.

-“Puedo verte esta noche?”-Intenté deshacer el nudo de mi garganta tragando saliva. Mi boca estaba seca, y me encontré a mí misma intentando no vomitar. Mis ojos miraron el suelo por un momento, y rodeé su cuerpo con mis brazos.

-“Yo solo…”-comencé a decir mientas las palabras se escapaban de mi mente. Sacudí la cabeza y presioné mis manos contra su pecho-“Necesito irme durante un tiempo. Te llamaré. Lo prometo.”-Me giré para irme, pero me atrapó con sus brazos, sujetando mi cuello con su mano y encontrando mi boca con la suya. Me besó apasionadamente, devorando mis labios y agarrando mi pelo con fuerza, acercándome a él.

-“Te amo.”-dijo jadeando. Su mano se deslizó hacia abajo por mi cuello y mi hombro para agarrar mi mano y llevarla hasta su pecho, mientras su pulgar acariciaba el brazalete que me había regalado-“Por favor, recuerda eso.”

-“Yo también te amo.”-le dije suavemente pero con voz temblorosa. Dando un paso hacia atrás, lo volví a mirar por un momento. Hizo una mueca de desagrado mientras me observaba salir del despacho, con sus ojos llenos de tensión y preocupación.

En cuanto salí a la recepción, no tuve duda de que nos habían estado escuchando. Los demás estaban convenientemente ocupados con papeleo, que les permitía evitar el contacto visual. Caminé rápido hasta mi oficina para recoger mi bolso, asegurándome que no me encontraba con nadie por el camino. Rápidamente llegué a mi coche y salí del garaje, comenzando la familiar ruta hasta mi apartamento. El mundo parecía emborronarse a mi alrededor mientras conducía, dejando finalmente que las lágrimas cayeran por mis mejillas. Volví a pensar en lo ocurrido en el despacho de Gabriel, la manera en que evitaba mirarme, con un indicio en su voz de que lo había traicionado. Era como haber decepcionado a mi propio padre, y no estaba segura de poder arreglarlo. Otro sollozo volvió a salir de mi pecho en cuanto me lo imaginé contándoselo a Connie.

Sex en la oficinaOn viuen les histories. Descobreix ara