Capítulo 27

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A la mañana siguiente me desperté lleno de energía y nervios. Ella iba a estar aquí esta noche, en mi casa y posiblemente en mi cama. Me lo había imaginado cientos de veces, sin pensar en que algún día se hiciera realidad. El saber que en apenas diez horas ella iba a estar en mi apartamento me llenaba con una sensación de excitación que no había sentido antes. Me levanté y me vestí rápidamente con un pantalón corto, una camiseta y mis zapatillas para correr. Sabía que correr era la única cosa que me despejaba la mente y me calmaba lo suficiente para durar todo el día. El gimnasio estaba descartado; había la oportunidad de encontrarme con Adrián y no quería hablar con él hasta que _____ y yo decidiéramos algunas cosas.

Cogí una botella de agua y mi iPod, y salí de mi apartamento, subiendo en el ascensor hasta la azotea de mi edificio. Encendí la música y comencé a estirar, sintiendo como la tensión dejaba mi cuerpo. Corrí hasta que mis músculos ardían y mi pecho dolía, dejando mi mente pacíficamente limpia. Siete millas más tarde, deje de correr para caminar, parándome en la barandilla de cristal que rodeaba la pista de footing. Era en momentos como este en los que vivir aquí valía cada penique. A esta altura la vista era extraordinaria. Me detuve a observar la ciudad, por encima de los edificios en dirección al apartamento de _____. Cinco minutos. A veces me resultaba difícil de creer que todo este tiempo estuviéramos viviendo a solo cinco minutos.

Sabía que en algún momento de esta noche tendríamos que hablar. Quería seguir viéndola; no había duda sobre eso, pero que hay del resto de la gente? Sabía que realmente no deberíamos vernos mientras yo siguiera siendo su jefe, pero mi lado egoísta no quería dejarla escapar. Sacudí la cabeza, sabiendo de sobra lo gilipollas que había sido con todo esto. Una parte de mí sabía que no importaba, porque cualquier relación que tuviéramos cualquier de los dos iba a ser criticaba por los demás. _____ siempre sería la secretaria que se follo a su jefe, y yo el cab.ron que se aprovechó de ella.

Me froté la cara con mis manos, y dejé salir un profundo suspiro. Simplemente iba a hablar con ella y dejar que tomara una decisión. Todo saldría bien. Tenía que salir bien.

Esa noche, más tarde, revisé mi casa por última vez. Todo estaba perfecto. Había ido a hacer la compra, comprando todo lo que necesitaba para preparar la única cosa que le había visto pedir en nuestras cenas del seminario. Pollo Piccata. También alquilé todas sus películas favoritas, las únicas que yo no tenía. Le compré flores e incluso me vestí como ella me pidió, con vaqueros y una camiseta negra. Tampoco me afeité. Todo estaba listo y estaba en la cocina cortando verduras cuando sonó el timbre de la puerta. Mi mano se congeló y mi corazón comenzó a latir rápidamente. Ya estaba aquí. Abrí la puerta y dejé que el aire dejara mis pulmones en cuando la vi de pie en el pasillo. Se giró y nos miramos a los ojos, dibujando una tímida sonrisa con sus labios. Su pelo estaba suelto sobre sus hombros y mis dedos se enredaron en el por instinto. Llevaba un vestido negro simple, con el cuello en V y mangas largas, que podría estar considerado algo conservador si no fuera por el largo. Se cortaba en mitad de los muslos, enfatizando cada centímetro de sus largas y sexis piernas. Entre eso, sus zapatos y pensar en lo que llevaba debajo, todos mis planes por llevar las cosas despacio se fueron por la ventana.

-“Hola.”-dije con una sonrisa. Arqueó una ceja, viendo mi apreciación y sonrió.

-“Hola.”-respondió.

-“_____, estás preciosa.”-susurré, incapaz de esperar un minuto más para tocarla. Di un paso hacia adelante y salí al pasillo, abrazándola y acariciando con mis dedos su nuca.

Ninguno de los dos se movió, nuestros ojos ardían y la ligera esencia de su perfume me embriagó. Mis dedos la agarraron con más firmeza y la acerqué a mí mientras. Mis ojos se posaron en mi boca, y gruñí en cuando vi cómo se mordía el labio inferior. A una lentitud agonizante, me acerque a ella, y cerrando mis ojos, la besé finalmente.

Sex en la oficinaWhere stories live. Discover now