—Sí, debe estar en el viñedo ¿Por qué Alex? ¿Estás bien? —Asiento, pero sé que no puede verme.

—Sí, sólo quería saber, es que... —pienso por unos segundos si contarle o no, la abuela siempre dice que los sueños significaban algo, pero mi madre dice que los sueños solo son sueños —no es nada, no te preocupes —intento sonar calmada.

—Biennn —sé que no la convencí, intento respirar con tranquilidad mientras me siento en el borde de la cama, no sé porqué estaré soñando esas cosas.

Tomo una ducha y cuando me he relajado un poco, me visto y bajo mientras espero a Oliver, miro por lo ventana mientras el sueño se reproduce una y otra vez en mi cabeza, en parte me causa rabia esas cosas que hacía él conmigo, pero... tampoco quiero que deje de existir, hay mucho por arreglar.

El resto del dia no pude pensar nada con claridad. Hasta decidí volver temprano a casa, quería hablar con Oliver pero estaba bastante ocupado y no quise molestar. No lo sé, estoy triste. Necesito a Natalie. Comienzo a escribirle un waksak. Río yo misma ante mi propio pensamiento, hasta a mí se me pegó la palabra waksak.

Casi media hora después ya estaba conmigo en el gimnasio pateando el saco de boxeo.

—Sinceramente no sabría que decirte Alex —Natalie me observa, está comiendo la uña de su dedo índice, eso no es normal en ella.

—Dime tú —golpeo el saco de boxeo —si tu padre regresara luego de tanto tiempo ¿Lo perdonarías? —la observo por unos segundos y golpeo el saco nuevamente.

—Esto es diferente Alex, mi padre no ha querido saber nada de mí desde que tengo 4 años, al menos Alexander no las dejó por una modelo brasileña y luego no quiso saber nada de ustedes.

—Pero tú sabes cómo ha sido Alexander. Tú mejor que nadie —ella estuvo muchas veces presente cuando decía que yo era una hippie sin futuro.

—Lo sé, pero alguien arrepentido merece una segunda oportunidad, incluso si mi padre volviera arrepentido yo lo perdonaría, pero sé que no lo hará —ella también golpea el saco de boxeo —y a mi madre le valgo una mierda, pero sus otros dos hijos con su nuevo marido son sus consentidos. Yo estoy más jodida que tú. Al menos tu madre se preocupa por ti, exageradamente pero lo hace.

—¿Tú crees en los sueños? —me cruzo de brazos mientras la observo desquitarse la ira que siente hacia sus padres en el saco de boxeo. Se detiene por unos segundos y me observa.

—Pues mi abuela decía que tenían su significado. Pero a mí nunca se me han cumplido los sueños, ya estuviera casada con un príncipe azul de los cuentos de Disney que sé que no existen —esta mujer me hace reír con sus comentarios.

—Pero tú tienes tu príncipe azul, Natalie, aunque pisotee tu jardín —río nuevamente y ella me mira con sus ojos furiosos. Se acerca a mí y me empuja.

—¿Qué te pasa? —suelto sonoras risas mientras ella me empuja de nuevo.

—Eres la única con la que puedo practicar, vamos atácame, pero no en la cara, porque culparán a David y me enviarán a charlas contra violencia doméstica.

—Cuando es a él a quién deberían mandar a charlas de violencia doméstica porque tú lo agarras a golpes —enarco una ceja y ella sonríe, me lanza un puñetazo que esquivo con mi antebrazo. En un ágil movimiento me lanzo sobre ella haciéndola que caiga al suelo y la muy malita con sus piernas toma mi brazo y lo dobla.

—Maldita hija de pu... no lo digo completo porque respeto a tu madre.

Y reímos a carcajadas cuando con mis piernas la aprisiono y me ubico sobre ella, con su brazo toma mi cuello y me intento soltar de su fuerte agarre. Intenta ubicarse sobre mí pero no se lo permito aunque tenga mi cabeza debajo de su axila sudada, por lo menos huele a fragancia primaveral.

Esposa de mi jefe © (Borrador de la 1era edición - 2016)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora