Parte 58

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Me remuevo un poco entre las deliciosas sábanas de terciopelo, mierda... tengo ganas de hacer pis, me acomodo mejor porque mi cuerpo se niega a levantarse, pero no... es incómodo ¡Maldita sea! uno ni dormir en paz puede, me levanto lentamente y me quedo sentada un rato hasta que las ganas de liberar líquidos me ganan, no vuelvo a tomarme un litro de jugo de naranja por la noche.

Camino en dirección al baño, mi cerebro aún piensa en cómo esas sábanas se sienten tan bien junto a mi piel... cuando un golpe en mi frente me despierta de golpe ¡PUTA! ¡Mi frente! Inmediatamente la lámpara se enciende y Oliver me mira con su entrecejo fruncido.

—¿Alex? ¿Qué... Estás bien? —cuestiona, miro alrededor y la puerta del baño está del otro lado.

¡Mierda!

—¡Sí! Sólo probaba que tan fuerte era esta pared —ironizo, con mi mano en mi frente, sólo escucho las carcajadas de Oliver ¡Sí! ¡Qué divertido! Camino encabronada en la dirección contraria tirando todo lo que me encuentre al frente, pero no me encuentro nada que tirar lo que me encabrona aún más.

Hasta las ganas de hacer pis se fueron.

Al día siguiente, maquillo el jodido golpe lo más que puedo sentada en el escritorio de Oliver mientras lo espero, maldita pared. Oliver entra a la oficina y con él viene un hombre más a menos de la edad del señor Anderson y bastante elegante.

—Ella es Alexandra —el señor de cabello oscuro ya con algunas canas sonríe amablemente mientras me estrecha su mano.

—Es un placer —menciona, miro a Oliver quién tiene su típico gesto de jefe con su mirada puesta en unos papeles.

—El placer es mío —contesto, tomando su mano y sacudiéndola.

—Él es el jefe de edición —habla Oliver, mientras camina hacia un archivero —Daniel, no tengas piedad.

—Por supuesto que no jefe —menciona, la verdad eso me causa gracia.

Porque creí por un momento que bromeaban... ¡Pero no! ¡Maldita sea! Ya hasta olvidé como se respira. Miles de documentos unos tras otros, no sé ni cómo aprendí a ser multifuncional. Fingiré un desmayo para que me saquen de aquí, o mejor no, si podía hacer mi trabajo de secretaria, puedo hacer esto. Lo bueno de todo, es que no me tengo que quedar con Oliver hasta que termine su trabajo, y puedo ir a casa una vez que mi jornada laboral termina.

Camino por el parqueo cuando un mensaje en mi WhatsApp de un número desconocido llama mi atención, a mí nadie me escribe a WhatsApp, ni siquiera sé por qué tengo WhatsApp.

"Niña Alex, estoy haciendo una sopa, ¿Le dejo un poco?"

Y una selfie borrosa de Rosa con su dedo pulgar levantado junto a la olla de sopa, no sé si es correcto o no reír por estas cosas pero yo sí lo hago. Suficiente, ya Rosa acaba de alegrar mi día.

Llego a casa y ahí está Rosa tecleando con su celular y soltando risotas en la cocina. Algo me dice que su celular terminará en la olla de sopa.

—Enserio que te diviertes —digo, haciéndola que se estremezca y lleva su mano a su corazón, me mira atónita.

—Niña Alex me asustó —suspira —y no tiene idea, quién sea que inventó waksak bendito sea y ojalá le hagan un altar —cuando tomo lugar en una banqueta, casi me deja ciega con el flash que ese jodido celular tiene.

—¡Rosa! ¡No!

—Salió bien guapa, Alex. Déjeme subirla a mi Feibu.

¿Feibu? Aplano mis labios para no reír, ya vi que con Rosa nunca voy a estar aburrida. Suena el timbre y me levanto a abrir, me lo imaginé, es Natalie. Logro reconocer sus mechas californianas a través del vidrio de la puerta. Inmediatamente suelta un grito al verme, y bueno, yo igual.

Esposa de mi jefe © (Borrador de la 1era edición - 2016)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora