—Quiero probármelo —fue lo único que dije antes de tomarlo y meterme en el baño. No me importó la hora, ni que por este cambio abrupto fuera a ser de esas chicas que dejan esperando a su novio horas, lo único que quería era verme en ese vestido y que Steven me viera en él.

Cuando finalmente salí del baño, mi mamá no pudo más que levantarse de su asiento y mirarme con la boca abierta.

—Te queda perfecto. —Y era verdad, era el vestido que siempre había buscado.

—Gracias —miré hacia donde la falda abrazaba perfectamente mi cintura, su caída libre sin apretar, sin hacerme sentir como un embutido.

—Pero aun tu cabello no está listo... —mi madre se acercó tentativamente hacia mí.

—Sé exactamente qué hacer —le dije con una sonrisa tranquilizadora mientras iba hacia mi computadora. —Un recogido simple será lo mejor —comencé a buscar los tutoriales adecuados. En menos de diez minutos mi peinado estaba listo, dejando al descubierto mi cuello y solo algunos mechones en mi frente.

Cuando me vi en el espejo, creo que nunca me había sentido más confiada dentro de mi propia piel como en ese momento. Aun con el peinado, el maquillaje y el vestido, me veían a mí misma y no a una desconocida que estaba perfecta para el baile.

Entonces el timbre sonó y una sensación de emoción me embargó. Eran las ocho en punto.

—Te esperamos abajo —mi mamá me abrazó por los hombros y fue hacia la puerta, en donde se detuvo un momento. —Te ves hermosa, cariño —y la atravesó.

Tomé unas cuantas respiraciones para calmarme y hacer el tiempo necesario para encontrarme a Steven frente a la puerta. Cuando sentí que era hora, tomé mi bolso y me miré una vez más al espejo confiando que todo saldría bien, pero entonces reparé en una bolsa negra que sabía mantenía oculta una botella de somnolix, misma que no le había entregado a Michelle. Entendía que había estado mal ocultarles la segunda botella, solo quería... No sabía con exactitud qué es lo que quería, pero ahora estaba segura que no la necesitaba más; se la entregaría aquella misma noche a Austin. Al ser tan pequeña pude meterla dentro de mi bolso.

Al llegar hacia las escaleras noté cómo Steven y mi mamá estaban platicando alegremente, él le estaba enseñando algo, pero ella se giró hacia mí. Siguiendo su mirada, él se topó con la mía. Mi interior se agitó y de mi mente casi salieron fuegos artificiales al ver cómo abría los ojos y los labios se separaban ligeramente. En ese momento me sentí como la única mujer en el mundo o como la más hermosa, ya no era la chica invisible o algo parecido, por primera vez me sentía verdaderamente bonita para estar junto a él.

—Preciosa, muy preciosa —me dijo Steven cuando llegué hasta el último escalón y me ofreció su mano.

—Gracias —estoy segura que esa expresión en su rostro, ese momento, jamás lo voy a olvidar, no importa los años que pasen.

—Oh cierto..., te traje esto —¿acaso estaba nervioso?

Acercó a mi mano un ramillete de flores rosadas.

—Oh, bueno, es que me habías dicho que tu vestido era rosa —arrugó ligeramente el ceño.

—Hubo un cambio de planes de última hora —le dije restándole importancia.

—Estás llena de sorpresas, ¿no es así? —su mirada hizo que todo mi cuerpo se agitara, y me hubiera acercado a darle un beso si no fuera porque mi madre se encontraba a menos de dos metros y nos estaba observando con atención.

—¿No le vas a dar la sorpresa? —le preguntó mi mamá a Steven.

—¡Por supuesto! ¿Adivina quién ya es legal? —él sacó una tarjeta del bolsillo de su smoking y me la tendió.

No te despiertes.Where stories live. Discover now