El día que Gabriel dejó de ser cobarde

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Realmente odio sentirme vulnerable. Y odio aceptar que en ese momento era la persona más vulnerable del mundo. Porque sé que lo fui. Talvez dos segundos después un asiático o europeo ocuparía mi puesto de vulnerabilidad extrema en este mundo. Pero juro, que en ese preciso instante, en esas milésimas de segundos me sentía ser completamente incapaz de controlar objeto alguno. Nada. No mi voz, no mis ojos, ni siquiera mi cerebro. Sentía que hasta la brisa tenía más seguridad que yo, que hasta las partículas de polvo sabían lo que estaban haciendo.

Y respiré tres veces, cómo si ayudara. Que ridícula me veía engañando a mi cerebro. Lo peor era que funcionaba. Y hay algo muy incorrecto en eso.

Mis piernas dejaron de temblar excesivamente, pero solo para ser reemplazadas por mis manos de spaghetti. Quise hablar y decirle a Dayana que llamara a Gabriel, tenía toda la intención de hacerlo, pero no fue mi voz la que sonó. Dios esa no era mi voz, era la de una niña aterrada. Era grave, rápida, ronca y rasposa. Como la de Alejandro Sanz. Pero sonaba terrible, sonaba como si me estuviese recuperando de una Amigdalitis de esas malditas.

Genial, un efecto nuevo al que debo  agregar a la larga e interminable lista que se titula: "El efecto Gabriel", (lo cual por cierto acopla cosas tales como temblar como Chihuahua con Parkinson o tartamudear como el cerdito Porky de los Looney Toons).

Tratando de ignorar todos los muy notorios síntomas de el "efecto Gabriel". Conseguí recostarme en el suelo y pensar. Miré al techo y luego a esas molestas manchas en la pared que hizo Nicole cuando no tenía donde limpiar sus manos manchadas de ese color que simplemente no puedo describir como nada menos que color tristeza.

-Ven pa' ca chica -dice la distante voz de Dayana con ese pésimo acento cubano que ella sabe hacer.

Me levanto lentamente sin ni por una milésima de segundo dejar de temblar. ¿Tiritando de miedo, tiritando de nervios? Yo que sé...

-Ya sabes que hacer- le dije a mi persona favorita en ese país. (Dayana).

-¿Golpear a Gabriel hasta que se case contigo?

Mi cara, Dios, mi cara debió haber tenido una expresión de terror. Porque al verla, Dayana de inmediato agregó.

-Vamos Emma, sabes que no lo haré...

Mientras me alejaba de ella para respirar un poco por la ventana de éste salón de clases infernal, Dayana agrega con sarcasmo en una voz "baja".

-Como si tuviese que golpearlo para que se casara con Emm...

-Sólo dile que venga, ¿okay?

Ella subió las manos en señal de rendición y mientras salía murmuró imitando mi voz:

-"Yo no me voy a casar, no golpees a Gabriel, anda y dile que venga, soy muy mandona, duermo con peluches..."

Mi voz no es tan aguda...

Esperen! Sí lo es... Rayos!

Y corriendo a lo lejos casi tropezando al entrar al salón llegaron Kyara y Nicole. Supongo que no se querían perder eso que llevo planeando ya bastante tiempo.

Porque hoy es 19 y es febrero.

Fui inmediatamente hacia la mochila de Dayana (morral para las personas que viven en Colombia) y rebusqué eso que le pedí que comprara para Gabriel (Con mi dinero por cierto). Ayer me era imposible salir, tenía un repaso en un escenario del ballet.

Bajo la misma pendejadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora