Capítulo Cincuenta y siete

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Simplemente Gabriel me dejó de hablar. Ni siquiera me saludaba. Pasó a mi lado fingiendo no verme tantas veces, cuando yo tenía mis ojos clavados en él. Y él lo sabía. Gabriel puede ignorarme, pero no puede fingir que no nota que es observado. Su boca se tensa cuando lo miro.

Y entonces la gente empezó a sospechar que nos habíamos peleado. No me molesté en negarlo porque ni yo misma estaba segura de eso.

Al siguiente día de la escena del helado y la mirada letal, no lo pude encontrar por ninguna parte, cuando generalmente siempre está jugando fútbol o sentado en la mitad de la nada leyendo.

Llegué a la sólida conclusión de que no sólo me había dejado de hablar, me estaba evitando a toda costa. Fue como si de repente hubiese muerto.

No tengo la menor idea de lo que está pasando, no tengo la menor idea de cómo pasó y tampoco tengo ni la más remota idea de por qué está pasando esto que no sé como describir.

Es como si nunca le hubiese ofrecido mi amistad, es como si nunca hubiese ocurrido el asunto de la apuesta, es como si nunca me hubiese prestado sus muchos libros. Es como si nunca me hubiese conocido en lo absoluto.

No se como ni desde cuando pero ahora somos dos perfectos extraños.

Y lo peor es que ya no sé que pensar. En las noches el sonido del silencio ni siquiera es más alto que el de mis pensamientos. Partiéndome la memoria tratando de recordar alguna obra mala hacia él me he quedado dormida ya hace algunos días.

Pero he fracasado, he buscado por cada recoveco de mi loco coco y hasta dentro de las profundidades de mi mente, no recuerdo haberle dicho nada ofensivo. Y la otra parte de mi cerebro me dijo que me estaba tomando todo esto muy en serio, cuando talvez no era nada. Tal vez quiere un tiempo para sus amigos o para él. Tal vez algo terrible pasó en su vida y quiere un espacio.

Y talvez esa parte de mi cerebro está tratando de negar lo evidente. Tratando de ocultar la luna debajo de un botón. Tratando de engañarse a sí mimo. Mi pobre cerebro estallará en mi pedazos. Tan confundido, tan torpe, tan lleno de ideas e ideales, tan lleno de él...

No tengo idea de como lo hago, pero mi cerebro ha envenenado tanto a la realidad que aveces he terminado creyendo que nada pasa... Luego un día viendo a la ventana del carro y pensando en él, me dije:

-Sí, me ha dejado de hablar. Así que...  es así como se siente el final de una... de una... amistad? Espera Emma, ¿fue eso una amistad? No lo creo. Finalmente ha llegado el momento por el cual no quería ofrecerle mi amistad y encariñarme con él... Todas las personas que quiero se van. Y él ahora está más lejos de mí que nunca a pesar de estar viviendo en la misma ciudad. Yo ya no puedo romper en su mundo, no lo puedo arreglar. Ésta ha sido nada más que su decisión. Sea lo que sea que esté pasando ésta ha sido su decisión. Y no me queda nada más que respetarla.

 Y no me queda nada más que respetarla

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