Capítulo Cuarenta y siete

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Las luces se apagan. Pero por alguna razón es solo cuando eso pasa que mi mente despierta.

Ya han pasado algunos días desde aquella noche de fuegos artificiales, retos y estrellas... Han pasado algunos días desde que Gabriel me hizo entender que a él también le importaba.

Hoy es navidad y toda mi familia ha venido. Lo sé, eso no es muy interesante... Pero de entre toda esta gente que dice tener mi sangre. Cosa que sé es cierto. Ella es prácticamente el milagroso resultado entre sangre y amistad. Y no estoy hablando de una amistad cualquiera, estoy hablando de esa cosa indestructible que ha pasado por peleas, cortes de cabello e interrupciones que terminaron en llanto. Y que la sociedad ya hace mucho tiempo decidió llamarle: Prima.

Ella es... Bueno les daré una breve descripción. Luna tiene ojos cafés, de un tono avellana que cuando el sol los toca se achinan hasta ser dos pequeñas llanuras semejantes a los ojos de mi tía Adriana o a los ojos de Jerico. Tiene la piel blanca, cabello lacio, café y corto. (Nunca lo peina porque no lo necesita) Si yo no me peino mi cabeza sería confundida con una escoba. Siempre fue la más alta de todos nosotros. Somos seis primos, de los cuales cuatro son bebés. (Nacieron demasiado tarde y se perdieron de toda la diversión) Los otro cuatro, (ósea nosotros) somos geniales. No conozco a nadie que haya tenido una infancia tan hermosa. Supongo que no había tanta tecnología en ese entonces, y cuando el mundo nos alcanzó y la tecnología también, pues descubrimos una forma de utilizarla sin terminar siendo utilizados. Hicimos cuatro películas, todas muy chafas (como diríamos en Ecuador) Nacas (como dicen en México) Horteras (como se dice en España) Guisas (como dicen en Colombia) bueno, ya entendieron el punto...

Luna siempre fue bastante alta, no sé por donde. Por otro lado, yo siempre fui la segunda más pequeña del salón, gracias a una niña que era más bajita que yo porque tenía un año menos pero por alguna razón estaba en nuestro grado. Los años de gloria de Luna han terminado, ahora somos del mismo porte. Y eso que yo sigo siendo la segunda más pequeña del grado.

Ella es de contextura delgada. Ha sido flaca desde que tengo memoria. Su cabeza descansa sobre Pichi (mi oso de peluche). Luna pertenece a al gigantesco grupo de personas que se quedan dormidos más rápido de lo que Dora la exploradora tarda en darse cuenta de que la montaña por la que pregunta está tras ella... Estúpida Dora.

Recuerdo cuando May nos contaba cuentos con el fin de que nos durmiéramos en las noches sin fin a Luna y a mí. Aquel método funciona con la gente como Luna, no conmigo... Nos contaba la historia de la madre que caminaba y caminaba buscando a su hija, le preguntaba al buen sol donde había ido la muerte con su pequeña, pero él le respondía que sólo el viento lo podía saber. Entonces la madre siguió caminando hasta que sus pies sangraron y la luna la alcanzó, la muy maldita le dijo que solo le iba a decir donde había huido la muerte con la pequeña si la mujer le regalaba sus ojos. Genial, una razón más para odiar a la luna. Siempre que May nos contaba ese cuento Luna se quedaba dormida en los primeros cinco minutos de él. Mientras que yo siempre quise saber el final, me intrigaba demasiado. Pero May no hacía más que agregar detalles y personajes; primero que el sol, luego que el viento, la interesada de la luna, el tiempo, que luego aparecía un rosal parlante... Así que como nunca me dormía y le exigía a mi abuelita más detalles, May siempre se quedaba dormida en su noble causa a mi lado. Sigo teniendo mucha curiosidad sobre el final del interminable cuento de la madre que caminaba y caminaba en busca de su hija. Pero solo May lo sabía, y se ha llevado el final con ella. Espero que haya sido bonito, porque eso de que le sangraban los pies y de que le regalaba sus ojos a la luna estaba medio oscuro...

Todo este asunto me hace realizar que es otra navidad sin ella. Y vaya... Sí que se siente diferente. No es sólo el hecho de que ya nada nunca más será igual de hermoso sin su risa, pero extraño demasiado sus manos gorditas acariciando mi cabeza. Extraño su traje rosa, sus zapatitos de plataforma, sus ojos risueños y sus rizos negros. La extraño tanto que aveces confundo a viejitas en la calle con ella y me digo: ¿Acaso es posible que ella sea May? Luego recuerdo que los muertos no regresan y dejo de mirar a esa viejitas, porque me hace daño saber que ellas se irán también.

Bajo la misma pendejadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora