Capítulo 19: Verde amarillento

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—Escúchame Daniel —Me agarró la cabeza con ambas manos—, deberás sacrificar cosas ¿okey?

—Entiendo, me dijiste que sería difícil, pero podré —Sonreí.

—Yo te guiaré cuando sea necesario, piensa en tu vida, la real.

—Tranquilizante Kia —Tomé sus manos temblorosas—. Yo tomaré las decisiones que tenga que tomar y lo haré consciente.

—Lo siento, es que ya casi terminas y...

—Jamás estarás sola de vuelta, lo prometo —Uní otra vez nuestros labios en un tierno y delicado beso.


Sentía cuál era su miedo pero no descifraba qué me encontraría en esta anteúltima prueba. Me pidió que tomara nuevamente el líquido de la taza, lo que quedaba, pero ahora hasta el color me desagradaba; tenía un tono verde amarillento y era bastante espeso, casi como gelatina sin terminar de hacer. Tomé aire y bebí todo de una sola tragada, me dio escalofrío cuando sentí que eso pasaba por mi garganta y ella se rió un poco de mi expresión repulsiva, no tenía gusto a nada pero la textura era lo peor de todo. Sentí una especie de corriente eléctrica que empezó en las plantas de mis pies, subió por mis piernas y por todo mi tronco para llegar hasta los brazos y volver a subir hasta la altura del cuello. Me faltaba el aire y no podía hablar, un calor invadió por completo mi rostro; yo sufriría los síntomas mientras ella mostraba una expresión de preocupación que cada tanto sonreía de mis reacciones. El cuarto de color verde esmeralda invadió por completo mis pupilas tranquilizándome solo un poco, cuando sentí que el aire llegaba a su fin intenté calmarme y cerrar los ojos; y entonces sentí otra vez esa sensación de estar en un ascensor que desciende con rapidez, pero esta vez no caí bruscamente sino que sentí que una fuerza me sostenía en el aire.

Al abrir los ojos confirmé lo que predije, estaba flotando. El lugar era idéntico al cuarto en donde estaba al principio de todo, oscuro, frío y sin algún limite visible. Me sentí solo por unos segundos pero de repente una pantalla blanca me encandiló la visión.


—Dani, abre los ojos —La voz de Kia me daba órdenes. Hice lo que ella me pedía y mis ojos ya no se lastimaban por la luz —. Acércate a la cinta.

—¿Cinta? —pregunté con mi típico rostro de confusión.


Tras no escuchar una respuesta o aclaración, intenté hacer movimientos ridículos, imitando a los que veía en las películas cuando los superhéroes volaban, para acercarme a "la cinta". Fue inútil pues al final de todo descubrí que controlaba mis movimientos con solo desearlo en mi mente, sonreí por mi esfuerzo en vano, de seguro había quedado como un ridículo frente a Kia que con certeza me estaría mirando desde algún lugar.


—Tócala con ambas manos —ordenó al ver que estaba a centímetros de la cinta.


Con un poco de desconfianza lo hice, posé ambas manos sobre la especie de pantalla y solo bastó con presionar un poco para que el cuarto girara y yo quedara encima de lo que ahora era el piso blanco. Respiré y me levanté con algo de miedo por que el cuarto girara otra vez y me dejara en ese vacío negro.


—Avanza —dijo con firmeza.


Comencé a caminar en la dirección hacia donde miraba porque tanto como delante y detrás mío no había nada más que la infinita continuación del cuarto y el camino. Al hacer unos cuatro pasos, a mi derecha apareció una esfera como de agua del tamaño de mi mano, flotaba por fuera del camino y era entre transparente y blanquecina. Me giré en su dirección, algo dentro de mí me decía que la tocara, aun teniendo en cuenta que estaba alejada de los límites del camino. Me acerqué lo más que pude y una luz se asomó desde la profunda oscuridad, me quedé observando y eran trozos del camino que subían con rapidez. Cuando subieron lo suficiente se fundieron con los bordes de la senda, formando un brazo del camino principal que iba desde mis pies hasta la extraña esfera de agua. Me acerqué a ella, me quedé observando como el líquido intentaba desarmarse de esa forma que las fuerzas lo obligaban a tomar.

Los colores de la vidaWhere stories live. Discover now