Capítulo 17: Mente Peligrosa

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Cuando desperté, estábamos ambos sobre una superficie cristalina y resbaladiza, como hielo. Ella me miró y sonrió, unos patines aparecieron en nuestros pies. Estábamos en su mente, donde ella podía hacer lo que quería: Era la primera vez que patinaba en hielo pero no fue tan difícil como siempre lo creí. Era maravilloso como se podían ver los peces nadando con libertad por debajo de la gran capa de agua congelada, era sumamente relajante y fantástico; Kia por primera vez se mostraba alegre y divertida.

—Bienvenido Daniel —Seguía patinando al rededor mío como una profesional—, este es mi mundo ideal, mi mente, solo mía...

—¿Qué hacemos aquí? —Sonreí al verla feliz.

—Debemos encontrar algo muy importante —Frenó de repente lanzándome un poco de hielo—. Cuando era pequeña patinar era mi sueño, jamás lo hice pero se cumplió en mis Amarillas y cuando puedo me meto aquí aunque es bastante difícil hacerlo sin la fórmula de instropectio.

—Lo siento, ¿Qué? —pregunté con una sonrisa inocente.

—Es el líquido que bebimos, se llama introspectio, del latín: Introspección —Mi cara se llenó de alegría al saber que existen las posiciones mágicas o algo similar...

Ell me guió por su cabeza, md relató las partes del cerebro y cómo funcionaban cada una, supongo que estar mucho tiempo solo te lleva a querer conocer sobre cualquier cosa. Dijo que teníamos tiempo para recorrer algunas de ellas y otras por las cuales debíamos pasar obligatoriamente para llegar a nuestro objetivo misterioso. Patinábamos lentamente, observando cada cosa que nos rodeaba, hasta que el hielo se terminó.

—Aquí hay que tener cierto cuidado, estamos en el cerebelo y este se encarga, entre otras cosas, de la coordinación.

—Es como una clase de biología —Sonreí.

—Lo sé, agradece que a veces prestaba atención —Me guiñó un ojo—, bien, para pasar al lóbulo occipital debemos pisar este camino de cuadrados...

—Seguro lo colores significan algo, ¿Verdad? —acoté levantando una ceja.

—Sí... ¿Cómo lo supiste?

—En gimnasia hacíamos eso pero con aros de colores —Sonreí.

—Está bien, los palitos en el centro de ellos imitan a nuestras piernas, es decir el amarillo se pisa con dos piernas y el rojo con una sola.

—¿Y los negros? —Pregunté tras verlos.

—Esos no se pisan, si lo haces, al igual que si te sales del camino, caerás en vaya a saber qué. Solo salta al siguiente —lo dijo de la manera más natural y despreocupada.

—¿Caer? —Me puse pálido—. ¿Y si muero?

—Descuida —Sonrió—, lo haremos juntos.

Ella comenzó y me hizo señas para que la siguiera, no me quedaba de otra, así que respiré profundo e intenté recordar las condiciones. Me dijo que tomara su mano y ella me iba gritando lo que debía hacer. Lo hicimos bien los primeros seis cuadrados pero las cosas se pusieron intensas cuando los colores cambiaban cada cinco o seis segundo y aleatoriamente. Ella mantenía su sonrisa segura, en cambio yo, sudaba en frío y temblaba como gelatina. Ya no me podía guiar por ella puesto que los colores cambiaban con rapidez ahora, debía concentrarme; dudosamente seguí caminando por los cubos. Estábamos por el décimo quinto cuadrado, era amarillo, por ende lo pisé con ambos pies pero cuando lo toqué cambió rápidamente a rojo. Nos miramos tensos con Kia, un ruido nos advirtió que algo se había quebrado, volteamos y veíamos que los cuadrados iban cayendo uno por uno...

Los colores de la vidaWhere stories live. Discover now