—No puedo creer que me estés preguntando eso. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Después de años de no interesarte por nosotras de la nada vienes y me reprochas mis acciones?

—Estaba enferma.

—¡Y yo era una niña de once años que acababa de perder a ambos padres y que tuvo que hacerse cargo de uno, como si yo hubiese sido la madre aquí! ¡Yo prácticamente crie a Primrose!

»Ayudé a Peeta porque era mi oportunidad de hacer algo que cobrara la deuda de vida que le tenemos, tanto tú, como yo, como Primrose, y lo sabes mejor que nadie. Si no fuera por él no tendrías ni siquiera una hija con la cual discutir. Además de que no soportaría verlo morir y luego pensar en que tuve la oportunidad de ayudarlo y no lo hice. No soy como tú.

Dicho esto salgo de la casa. No voy a negar que alguna vez tuve la esperanza de poder reconciliarme con mi madre como lo hizo Prim, pero simplemente es demasiado complicado. Es esa forma de pensar, ese egoísmo lo que me molesta, y lo peor de todo es que a veces yo soy igual; en esos casos me molesta en cierta forma el hecho de comprender un poco a mi madre, que renunció a todo por mi padre y que al final la vida se lo quitó.

Es raro verla preocuparse por mí, por eso mismo no sé si me estaba reclamando o realmente está consternada por la idea de que yo me ponga en peligro.

Me ha pasado por la cabeza varias veces, unas me he reprochado mentalmente por ser tan estúpida y dejarme a mí y mi familia en evidencia, sé que ahora muy probablemente nos estén vigilando, sobre todo a mí, cada uno de mis movimientos. Otras veces he pensado que tal vez así Prim esté más segura, donde todos la vean, donde no puedan llamarla a la cosecha porque sería demasiado obvio que alguien manipuló los papeles, ya sería mala suerte en exceso si sucediese o una coincidencia exagerada, dependiendo de lo que pase en un futuro.

Suelto un suspiro y entro de nuevo a la casa, Prim está de pie frente al espejo. Esta vez la colita de pato no está presente. Han pasado casi dos meses. Únicamente dos meses, y Prim ya no parece la misma, parece haber crecido demasiado, haber madurado... o tal vez simplemente es mi percepción combinada con mi histeria por el beso que Rory le dio el otro día. Tal vez solo estoy emocional.

...

La última vez mi madre se molestó porque su vestido quedó manchado de tierra (ya que me caí al intentar huir y luego encontré al Sr. Mellark). De cualquier forma, está sobre la cama uno diferente, que nunca había visto, de un color rosa palo, largo; y otro gris, que llega arriba de las rodillas.

—Uno es para la celebración de esta noche —dice mi madre.

—No pensaba ir —confieso.

—Entonces lo guardaré...

—No, déjalo, quiero que Prim me vea con él... ¿De dónde lo has sacado?

—Lo cosió mi abuela, fue un regalo para cuando cumplí quince años.

—Es muy bonito. No quiero arruinarlo como lo hice con el otro.

—No lo harás —dice ella segura.

—¿Cómo estás tan segura de ello? —pregunto.

—Las cámaras, Katniss. Deberías de preocuparte por verte linda para Peeta.

—¿Desde cuándo sabes de lo que esto se trata? ¿Por qué te preocupas tanto por eso?

—Conozco historias.

—¿Algún día me las contarás?

—Espero que no; no es algo que disfrute recordar.

—Bueno, no siempre es acerca de ti ¿Sabías eso?

HARINA Y POLVO DE CARBÓNWhere stories live. Discover now