Qué fácil sentir autocompasión.

Qué difícil aprovechar tu vida.

Qué difícil dedicarla a los que ya no están.

Qué difícil hacer que valga la pena.

Qué difícil hacerlo sin la persona que más deseas a tu lado.

Qué difícil tener que alejarla para protegerla.

...

—Sostenlo así —dice Katniss. Se coloca atrás de mí y pone mi brazo derecho en la posición correcta, separa mis piernas con sus pies y corrige mi postura.

—¡Tira! —ordena.

Suelto la flecha, la cuerda del arco libera la tensión, impulsándola, puedo ver como tarda tan sólo unos segundos en clavarse en mi objetivo. La chica del distrito cuatro, la chica que mis bayas asesinaron. Suelto el arco, inmediatamente busco a Katniss para correr. Al voltear la cabeza encuentro un cuchillo amenazando la piel oliva de su cuello. Las venas saltan de su lugar, nerviosas, asustadas. Sigo el brazo que sostiene el cuchillo para identificar a quien la amenaza: el tributo del dos.

—Aliada por aliada, doce, Vida por vida. Cuando acabe con ella iré por ti.

—¡No! —grito.

Tomo el arco del suelo, una flecha del carcaj, me coloco como Katniss me dijo. Apunto, calculo, tenso la cuerda, tiro. La flecha da directo al corazón de Katniss, esta cae al suelo. Muerta.

—¡NO! ¡NO! ¡KATNISS!

—¡PEETA!

—¡KATNISS!

—¡PEETA DESPIERTA!

Abro los párpados de golpe, separo las pestañas, la luz rápidamente impacta contra mis pupilas, provocando que las vuelva a cerrar y repita esto hasta que mis ojos se acostumbran a ella.

Miro a mi alrededor, intentando regular mi respiración. El lugar en el que me encuentro dista mucho de ser un bosque. Al principio me asusto cuando veo los árboles distorsionados, creyendo que aún estoy en la pesadilla; entonces una voz conocida me llama («¿Peeta?»). Volteo hacia donde creo que está la dueña de aquella voz y me emociono un poco al ver un par de ojos grises, luego el ruido del tren andando me devuelve a la realidad.

—Sí, sólo fue una pesadilla.

—¿Qué? ¿Tan fea era? —pregunta Amaranta, sentándose al borde de la cama.

—Arruina los buenos recuerdos... —respondo evasivo, recordando aquella vez que fui con Katniss a cazar y la pesadilla.

—¿De qué trataba?

La miro a los ojos unos segundos, si no pensara que los de Katniss son los más bonitos, podría decir que ella le roza los talones, pero los de Kat tiene un aire especial, algo que me pone feliz con tan sólo verlos. Quizá me hacen recordar la voz de una niña pequeña de cinco años, a las plumas de los sinsajos. El gris no es un color especial en el distrito doce, todo cubierto de polvo de carbón le da aquel tono, de por sí el concreto lo adopta por naturaleza. Pero como ya dije, hay algo en esos ojos grises que captan mi atención cual imán... Lástima que ella no me permita verlos más.

—¿Peeta?

—¿Eh? Uh, lo siento... No es nada relevante.

—Tiene que serlo si te puso tan mal —insiste.

—Es una pesadilla, supone ponerte mal —contesto tranquilo.

—Tal vez eso mejore si me cuentas...

HARINA Y POLVO DE CARBÓNWhere stories live. Discover now