EPÍLOGO I

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AMERICA

Maxon me despertó de madrugada. Aún no salía el sol y me apresuró para que me bañara y vistiera rápidamente.
La fiesta había durado hasta pasada la media noche, así que si mis cálculos no fallaban había podido dormir menos de cuatro horas, que, aparentemente, era lo que Maxon pretendía.

Apenas pude comprender lo que estábamos haciendo o por donde me estaba llevando. Me jaló por el brazo hasta la entrada del palacio y me subió a un vehículo que se puso en marcha rápidamente desapareciendo bajo la oscuridad reinante.
Mi cabeza martilleaba y bombeaba. Intenté mantenerme despierta pero era imposible. El sueño me estaba matando y Maxon... Maxon reía de mi situación.

—¿A dónde vamos? —pregunté adormilada mientras me acurrucaba en su hombro.

—Ya verás, tú duerme.

—Pero...

—Duerme, querida... te despertaré cuando hayamos llegado.

Cuando nos detuvimos y abrió la puerta sentí la brisa fresca del amanecer. El cielo comenzaba recién a teñirse de lila.

—Deprisa, antes que lleguen los reporteros.

Su mano volvió a engancharse de la mía y me jaló con prisa. El aire me despejó un poco y lentamente comencé a despertar. Solo ahí descubrí que estábamos en el aeropuerto.

—¿Viajaremos en avión? —pregunté entusiasmada despertando de golpe. Maxon rió a mi lado.

—¡Claro!, pero es sorpresa.

—¿Cómo que...?

—Ya lo verás —alzó mi barbilla y me dio un beso rápido alejándose hacia un mesón de atención. El hombre le contestó algo y le indicó que lo siguiera.

Volvió a coger mi mano y miré hacia atrás intrigada.

—¿Y nuestras cosas? ¿Viajaremos sin maletas?

—Preguntas muchas cosas, ¿no puedes solo dejarte llevar? —bromeó.

—Pero...

—¡Confía en mí! —rió divertido mientras me seguía jalando.

Cruzamos por unas puertas de vidrio e ingresamos a una plataforma vacía repleta de asientos. Un gran ventanal de vidrio dejaba ver la pista de aterrizaje y los aviones estacionados.

No había nadie aguardando ningún vuelo, tal vez por la hora. El cielo aún se mantenía entre un tono azul oscuro y morado.

Caminamos por un largo pasillo hasta salir finalmente al exterior, donde aguardaba un avión privado. Me quedé quieta en mitad de la pista.

—¿Maxon...? —pregunté insegura—. ¿Dónde...?

Se giró hacia mí y me guiñó un ojo.

—¿Algún día dejarás que te sorprenda? —preguntó entre frustrado y divertido. Esbocé una sonrisa.

—Siempre me sorprendes —reí. Rodó los ojos.

—Déjame intentarlo una vez más, ¿sí?

Asentí apretando la boca.

—Está bien...—dije riendo con resignación. Al llegar a los pies de la escalera que llevaba hasta la puerta del avión, Maxon se hizo a un lado.

—Damas primero.

Subí las escaleras con intriga, no sabía con qué me encontraría al interior y en realidad, no me equivocaba al estar nerviosa.

El interior era totalmente sofisticado. Pero lo primero que llamó mi atención fueron dos butacas enormes que servían tanto para asiento como para cama. El solo verlas me hizo añorar poder lanzarme en una y seguir durmiendo. La pesadez en los ojos aún me pasaba la cuenta.

La Única (COMPLETA)Where stories live. Discover now