Capítulo XVII

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Los capítulos están saliendo más largos de lo que esperaba.
¡Pero no se acostumbren!
Salieron casi veinte páginas, no puedo creerlo.
Solo por eso me he retrasado en los que vienen. Con las ediciones y todo no he podido avanzar mucho.
He tenido que buscar espacios para escribir durante el día porque no he pasado del veinte.

¡Disfrútenlo!

¡Disfrútenlo!

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...

XVII

Las últimas dos semanas fueron como vivir dentro de una burbuja sin oxigeno. La pérdida de Avery nos había dañado a todos como si fuera parte esencial de nuestra médula.
El día del oficio fúnebre de los oficiales, que sucedió tres días después del ataque, fue una de las cosas más tristes que había presenciado. Nunca había estado presente en aquel ritual y tampoco sabía que lo realizaban cada vez que un soldado moría.
En aquel último ataque habían fallecido cinco hombres y ya el rey estaba reclutando nuevos rostros para cubrir el vacío, como si fueran una mercancía reemplazable.
Aspen y el general Eighton, un hombre que pocas veces había visto, dirigieron el ritual de espadas para despedir a sus soldados caídos.
Fue en los jardines en plena madrugada, el sol ni siquiera había salido aún. Me cubrí los hombros con una capa, la penumbra del alba iluminaba el bosque con un tono azulino.
Todos los soldados portaban su uniforme, incluso los que tenían apariencia civil. Valiant estaba entre ellos. Recordaba haberlo visto uniformado antes de marcharme del palacio, pero no lo recordaba totalmente. Me sorprendí al verlo así otra vez porque le daba un aspecto más serio y formal.
Se alinearon ante las puertas de vidrio uno frente a otro, Aspen lideraba un lado y Eighton el otro. Por la expresión del general se notaba a kilómetros cuánto le dolía despedir a sus soldados caídos. Nunca había intercambiado una palabra con él, pero Aspen siempre hablaba de lo bondadoso y correcto que era. El hombre tenía los ojos claros y ciertamente era bastante mayor que el rey. Una pulcra pero gruesa barba canosa dibujaba su mandíbula, y el bigote le cubría parte del labio superior.
Cuando me vio me saludó con una sonrisa que me recordó a mi padre.
Yo, Paige, Lucy, Meridia, Anne, Mary y Marlee éramos las únicas mujeres presentes.
A una orden del general todos los soldados levantaron sus espadas formando un arco. Maxon, que había estado en silencio todo ese rato, fue quien cargó en sus manos la pequeña caja de madera que contenía las cenizas de Avery. Habían más soldados tras de él que cruzaron bajo el arco de espadas cargando las cajas con los restos de sus compañeros.
Un grupo apostado detrás de las filas comenzó a tocar unos tambores marcando una marcha.
Maxon caminaba erguido, con los hombros hacia atrás, la barbilla en alto y el pecho inflado, una capa negra caía por encima de sus hombros. Sin embargo, a pesar de la prestancia, sus ojos estaban cargados de tristeza.
Al final del arco estábamos nosotras. Cuando lo atravesó se detuvo y entregó la caja a Meridia, quien lo recibió en silencio.
Todas estábamos llorando, menos ella. Pero estaba segura que tenía su propia forma de llevar el luto.
Los demás soldados que llevaban los otros restos se colocaron a cada lado de Maxon mirando hacia el frente, y cuando finalmente el sol asomó sus primeros rayos, sucedió algo muy bonito. Todos bajaron sus espadas con fuerza cortando el aire e iniciaron una especie de coreografía golpeándolas entre ellas, produciendo sonidos filosos y metálicos. Ante el movimiento sincronizado el sol brilló contra el metal que poco a poco formó figuras luminosas en el aire.
Abrí la boca emocionada. Las demás chicas estaban igual.
El ritual duró unos minutos hasta que los rayos se elevaron iluminando el jardín. Los soldados emitieron un grito y se volvieron a alinear perfectamente. Los tambores dejaron de sonar y el general dio por terminado el ritual gritando los nombres de los caídos y dando un discurso que nos emocionó a todos.
Para cuando se deshizo la alineación el sol ya había alcanzado el amanecer. Maxon tenía los ojos brillantes y respiraba con dificultad. Pero yo definitivamente no me había aguantado. Tenía mis mejillas surcadas, así como el resto de las chicas. Marlee apoyó su cabeza en mi hombro y yo en la suya.
Carter se mantenía oculto detrás de un árbol. Aquello me dolió más de lo que imaginaba. Por proteger su propia vida y la de su esposa no podía dar la cara ante el resto de los soldados. Al menos Marlee pasaba desapercibida con el cabello teñido y la piel bronceada, pero no dejaba de ser injusto para ambos que no pudieran compartir aquel momento de dolor por tratar de no ser descubiertos.
Los soldados se retiraron en silencio. Me quedé con las chicas disfrutando el calor del sol y contemplé al general acercarse hasta Aspen, Roger y Valiant. Le dijo algo a cada uno y luego los abrazó con fuerza.
El hombre se retiró con la cabeza agachada, los otros tres se quedaron en silencio.
Meridia se alejó sin decir nada desapareciendo por el costado del palacio. Había notado que en su cuello, junto a la llave de la despensa, colgaba una argolla de peltre.
Me mordí el labio y suspiré.
Nadie dijo nada. Tampoco podíamos decir demasiado.
Miré a Maxon una vez más, nos sonreímos a duras penas y entonces regresamos al palacio.

La Única (COMPLETA)Where stories live. Discover now