Parte 35

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Me suspendo rápidamente de mi lugar. Iba a decirle cinco mil tipos de malas palabras en todos los idiomas que sé cuando veo a Raymond desplomarse al suelo desde su silla por un puñetazo, observo a mi costado y Oliver con su mirada de furia observa a Raymond sacudiendo su mano por la fuerza con la que le ha pegado, la única que aún está en la mesa es Lindsey sumergida en su teléfono celular escuchando música por lo tanto no se ha dado cuenta del show. No sé qué decir ni que hacer, este acto de Oliver me ha dejado en blanco.

—Hablaré con Henry para que prepare tu finiquito, no quiero saber que pones un pie en esa empresa nunca más —Estoy completamente anonadada, Oliver me toma de la mano y me lleva al interior de la casa, me está sosteniendo la mano tan fuerte que hasta siento que la sangre no corre hasta mis dedos.

Entramos a la habitación y comienza a recoger nuestras cosas.

—Oliver, ¿Qu... Qué haces? —balbuceo, una vez que entro en razón.

—Nos vamos —contesta —no te quiero ni un segundo más cerca de ese idiota.

¿Qué?

—Oliver basta, no vamos a irnos a estas horas ¡Basta! —espeto con firmeza, tomando nuestras mochilas de sus manos y las regreso a la cama donde estaban.

Oliver me mira y se sienta en el borde de la cama, poniendo sus codos sobre sus rodillas inclinándose lleva su cabeza a sus manos sin decir una palabra. Me acerco a él y me ubico entre sus piernas de cuclillas, levanta la mirada, esa mirada de furia me observa y va apaciguándose a medida que pasan los segundos, se acerca lentamente, poniendo sus labios sobre los míos, un beso tierno y cariñoso como si fuera el primero, un beso que hace mi corazón dar un vuelco de emoción, acaricia mi cuello, y me mira nuevamente muy cerca, tanto que nuestras narices chocan y nuestros alientos se mezclan, lo beso nuevamente, rodeándolo con mis brazos mientras estoy de rodillas, el beso va volviéndose más apasionado, me levanto levemente y me siento a horcajadas sobre sus piernas mientras él rodea mi cintura con sus brazos.

Pasa sus manos sobre mis muslos enfundados en unos leggins, siento un calor recorrer mi interior al sentir sus manos sobre la piel de mi abdomen, paso mis manos por su torso y llevo una a su cuello para profundizar el beso, las cosas se van poniendo calientes y no sé en qué momento me deshago de la camisa de cuadros que llevaba sobre mi blusa de tiros finos, su boca busca mi cuello cuando mis manos hábilmente tiran de su polera hacia arriba y cae a un costado nuestro, en un ágil movimiento mi espalda está sobre el colchón y él sobre mí con sus labios recorriendo mi cuello, labios y barbilla, estoy llegando al punto del no retorno, cuándo él de pronto se detiene y hunde su rostro en mi cuello, puedo sentir su respiración agitada y luego de unos segundos se pone de pie como un resorte.

—Yo... lo lamento —balbucea, dicho esto pone de regreso la camiseta en su cuerpo... ¿Qué? ¿C... Cómo? Espera... ni siquiera puedo hablar, sólo lo observo perderse tras la puerta e intento calmarme interiormente.

¡Por Dios! ¿Qué me está pasando? Alex... recuérdalo, es un contrato.

Tomo una ducha cuando ya esos pensamientos pecaminosos no pasan por mi cabeza, aún en el baño me pongo mi pijama y al salir, él aún no está, sólo espero que no se haya encontrado con Raymond y se estén agarrando a golpes.

Me recuesto sobre la cama con vista hacia la ventana, está comenzando a brisar con fuerza y las gotas casi taladran el vidrio, me estoy quedando dormida cuando escucho que se abre la puerta, ese aroma lo reconozco a dónde sea, miro por sobre mi hombro y él pasa directo al baño. Luego de unos minutos sale y se recuesta a la par mía, ese olor de su loción me encanta, la cama es bastante estrecha y mi espalda casi roza con la suya; para mi sorpresa, envuelve mi cintura con su brazo y presiona sus labios en mi mejilla, frunzo el ceño y sonrío levemente; sin mediar palabra, escucho como su respiración se va volviendo más tranquila, sólo minutos después también me quedo dormida.

***

Siento unas manos deslizarse por mi rostro, entre-abro mis ojos y me encuentro con el bello rostro de Oliver quién sonríe mientras me acomoda un mechón de cabello detrás de la oreja.

—Buenos días muñeca. —me dice, mientras pestañeo varias veces para acomodarme a la claridad.

—¿Porqué esa mirada de chucky? —pregunto, observando a Oliver que me mira con intriga y de inmediato enarca una ceja.

—Espera... yo romántico y tú ¿Me llamas chucky? —no puedo evitar reír, lo sé, soy bien dulce. Llama mi atención el hecho de que dentro de la cazadora negra lleva una camisa formal y una corbata.

—Oliver, si vamos a caminar ¿Por qué rayos llevas corbata? —cazadora con corbata... en Oliver todo se mira bien.

—El helicóptero vendrá por nosotros, se presentaron unas cosas en la empresa y tengo que volver temprano —continúa acomodando mi cabello —nos vamos en 45 minutos, prepárate.

—¿Algo no va bien? —frunzo el ceño, a lo que él sólo esboza una sonrisa.

—Todo está bien, pero se necesita mi firma para unas transacciones, David no puede hacerlo —dicho esto se pone de pie —45 minutos para mí son 45 minutos —45 minitis piri mi sin 45 minitis ¡Joder!

Oliver sale de la habitación acomodando su corbata color grante, entro al baño, el agua fría recorriendo mi cuerpo hace que me despierte de una vez, 35 minutos después ya estoy lista, Oliver me está haciendo una obsesiva con los horarios igual que él.

Me despido de los señores Anderson, y de todos los presentes, ni rastro de Raymond por suerte, no sé cómo reaccionaría yo o cómo reaccionaría Oliver después de lo de ayer.

—Prometemos llegar a visitarlos seguido. —dice la señora Margot, dándome un fuerte abrazo casi dejándome sin respiración, típico de ella.

Yo nunca he subido a un helicóptero así que esta experiencia realmente nueva sé que la voy a disfrutar, les digo adiós con mi mano desde el helicóptero y ellos igual. Nos lleva hasta donde está el jet y observo que están subiendo nuestras maletas y el enorme oso de felpa que gané para Oliver.

El viaje es algo cansado, pero debo admitir que con Oliver como guía turístico no se vuelve nada aburrido, ni siquiera me dormí como hago la mayoría de veces cuando viajo.

Llegamos y en cuanto bajo del helicóptero siento como el frío eriza mi piel. Por esa razón no quería llegar en pantalones cortos pero había llevado solo esto a la cabaña, no sabía que no íbamos a regresar a la casa de los señores Anderson. El chofer está subiendo nuestras maletas a la limusina, intento abrazarme por el frío y esto que llevo mi cazadora de cuero, Oliver me mira y pone su abrigo sobre mis hombros, solo le sonrío a modo de respuesta y me besa la mejilla. El abrigo de Oliver me llega a los tobillos. No me imagino la divertida imagen que debo protagonizar en estos momentos con este enorme abrigo hasta mis pies. El chofer abre la limusina y entro, Oliver va seguido de mí y se cierra la puerta una vez él incorporado en su lugar, no sé desde cuándo se volvió costumbre esto de tomar nuestras manos cada que estamos juntos.

Llegamos al edificio de mi apartamento. No puedo evitar sentir nostalgia que ya no compartiré espacio con este hostigoso testarudo. El chofer saca mi maleta e ingresa al edificio.

Me quedo viendo a Oliver por unos segundos y le doy un tierno beso, un beso que él corresponde, un beso de esos que dicen adiós sin necesidad de muchas palabra.

Alex, que dramática. No te estás yendo del país.



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Esposa de mi jefe © (Borrador de la 1era edición - 2016)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora