—No solo él, mi madre también —su pecho tembló. Era como si hubiera emitido un sollozo—. Está muriendo America...

—¿Qué? —exclamé asustada.

—Fui demasiado imprudente y obligué a mi padre a revelar todo lo que nos había ocultado... y mamá estaba ahí...—respiró profundamente—. Tiene un tumor en la cabeza... tal vez por culpa de todos los años que pasó trabajando en aquella fábrica. En algún momento iba a cobrar su salud...—se escuchaba realmente derrotado.

—Cielos Maxon... Lo lamento mucho.

Aún tenía los ojos cerrados y la cabeza hacia atrás apoyada sobre la roca. La boca la tenía apretada.

—¿Cuánta gente sufrirá el mismo destino que mi madre por trabajar en esas fábricas? —abrió los ojos y miró al horizonte—. Tengo que terminar con eso America... ¿Te imaginas a los niños muriendo por culpa de su casta? Porque así es el único modo de ayudar a su familia a recaudar dinero.

Agaché la cabeza.

—Viéndolo desde ese punto ser un Cinco parece un lujo —comprendí—. Solo tenemos que cantar, pintar y actuar... y somos más bajos que un cuatro... —miré al suelo de la roca con tristeza—. Lo lamento, de verdad, por tu madre...—me miró y elevó su mano colocando un mechón tras mi oreja—. Y siento el destino de tus hermanas.

Se mordió el labio y luego rió con amargura. Me sorprendió el gesto porque parecía estar burlándose de algo.

—Siempre supe que mi padre no era un santo, pero después de todo esto, a pesar de haber tenido buenas intenciones ante algunas cosas, igualmente tomó las peores decisiones... pero hay algo que jamás comprenderé...—sus ojos se posaron en mí viéndome fijamente—. ¿Recuerdas las cicatrices de mi espalda?

Asentí.

—Claro que sí, tienes marcas por mí, ¿cómo olvidarlas?... —dije avergonzada desviando la mirada hacia otro lado. La misma mano que había movido el mechón agarró mi barbilla para verlo de frente.

—Pero hay otras marcas además de las que tú viste —me recordó. Parpadeé—. ¿Alguna vez te conté por qué me golpeó la primera vez? —Me invadió una corriente eléctrica desde los pies hasta la cabeza. Negué suavemente. Él asintió—. Porque lo descubrí con otra mujer cuando tenía diez años.

Me llevé una mano a la boca.

—¿Qué cosa?

—Por eso me cuesta creerle cuando dice que ama a mi madre. Simplemente no puedo entender que alguien que decide compartir su vida con otra persona, la engañe. Se supone que te casas por amor —se escuchaba enfadado—. Ese voto se respeta —resopló—. Le exigí a mi padre que dejara de ver a esa mujer, pero al confrontarlo me agarró la espalda a golpes con su cinturón exigiéndome tener la boca cerrada —tembló con un escalofrío—. Recuerdo que su aliento olía a alcohol...

—Por Dios Maxon... no tenía idea...

—Y eso no es lo peor...—se reacomodó separándose de la pared, sus ojos se oscurecieron—. Un día, cuando estaba recorriendo los pasillos, esa mujer se cruzó en mi camino y me dijo algo que hasta el día de hoy me pesa en la conciencia...

—¿Qué... qué cosa?

—Que tengo una hermana —respondió. Abrí los ojos con mucha fuerza.

—¡No! —dije asombrada—. ¿Tienes....? ¿Pero cómo...? ¿De dónde? ¿La conoces? ¿Dónde está?

—Sí, la conozco, vive en Bonita. Su madre la abandonó en un internado para señoritas —se rascó los ojos—. Su nombre es Brice, es muy linda. Tiene catorce años.

La Única (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora