veintisiete

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Gilinsky


El bostezo de Lucía se extendió por todo el coche. Íbamos de camino al campus, donde nos esperaba un autobús para llevarnos a Minnesota, donde se celebraría el campeonato estatal de invierno.

-Que dejes de bostezar que me contagias -se quejó Julia llevándose su almohada de viaje a la cara.

Lucía le respondió con un bufido acomodándose más en su manta. Johnson era el que conducía, aunque no viniera. Le gustaba madrugar sin razón aparente, lo contrario que a nosotros. Y cuando digo madrugar, digo cinco y media de la mañana.

-Bueno, ya estamos. Mucha suerte, chicos -habló Johnson aparcando.

Nos bajamos del coche y cogimos nuestras maletas del maletero antes de despedirnos de Jack. El aparcamiento estaba desierto a excepción del pequeño grupo de personas al lado del autobús. Lucí fue directa a los brazos de una chica pelirroja, que la abrazó riendo.

-Es Gwen -me sobresalté al oír la voz de Julia, y ella rió.

-Es guapilla -comenté mirando de reojo a la española.

Julia alzó las cejas al máximo pero no dijo nada, así que esta vez el que se rió fui yo. Pasé un brazo por sus hombros y la atraje hacia mí, ante lo que ella puso los ojos en blanco pero esbozó una pequeña sonrisa.

-¡Gilinsky! -bramó mi entrenador acercándose a nosotras.

Al ver a Julia bajo mi brazo le miró con curiosidad.

-Entrenador, esta es Julia. Del equipo femenino -me apresuré a presentarlos.

-Encantado de conocerla señorita, soy el entrenador Hudson. ¿Me permites robarte a tu chico un momento?

-No es mi... Claro, no importa -respondió ella sonrojándose.

Le guiñé un ojo mientras me iba. El entrenador dio una de sus charlas de siempre mientras yo pensaba en las palabras de Julia. Oficialmente no era su nada, y eso tenía que cambiar pronto.

Después de un rato subimos todos al autobús, como monos, porque todos queríamos la parte de atrás. Al final se la agenció Lucía, que se tumbó en los cinco asientos para dormir antes de lanzarnos un beso.

Julia se sentó con Jackie, una morenta bajita de su equipo, y yo acabé al lado de Sam. Tuvimos una conversación de palurdos, porque los dos estábamos tan dormidos que no hacíamos más que decir chorradas, hasta que al final acabamos durmiéndonos.

Un cabezazo contra algo duro me despertó de golpe. A mi lado, Sam seguía dormido como un tronco, con su súper habilidad. Observé el panorama. Los únicos despiertos éramos Nate y yo, y el conductor, obviamente. El único cambio es que Nate estaba ahora en los asientos de atrás con la cabeza de Lucía en sus piernas.

-¿Qué haces ahí? -susurré moviendo las cejas.

-Tenía pesadillas -se limitó a responder él mientras jugaba con su pelo.

Le miré alzando una ceja, pero no dije nada más. Nadie sabe qué pasó en la fiesta de despedida entre los dos, pero no se supo nada más de ellos después de que Nate fuera a buscarla tras la boda de Bea y Alba. Sólo sabemos que a la mañana siguiente estaban los dos dormidos en el sofá de nuestra casa.

Volví a dormirme dándole vueltas al tema, y esta vez lo que me despertó fue un tortazo de Sam.

-¡Au! ¡Serás capullo! -me quejé.

-Que ya llegamos -me soltó él entre risas.

Le gruñí y bostecé. Miré por la ventana y ya se notaba que habíamos llegado a Saint Paul, o al menos a Minnesota. La nieve que cubría las vallas lo delataba.

spanish; o.m. (cancelada)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon