Pero prefería que lo creyera a que tuviera la certeza de que así era.

Cuando la música cambió se me heló la espalda. Me afirmé con más fuerza de su brazo. Ella colocó su mano libre sobre la mía que sobresalía por el hueco de su codo, y apretó. Conteniéndome.

—Es hora... ¿estás seguro?

Tragué saliva.

¿Estaría America entre los invitados? Necesitaba verla al menos una vez más.

—Lo estoy...

Entonces las puertas se abrieron. La música era lenta, melodiosa y sumamente... pomposa. La gente estaba de pie, observándome. Un hombre se cruzó delante de mí antes de que pudiera si quiera parpadear y comenzó a tomar fotografías.

Cerré los ojos un segundo cuando la luz del Flash quedó impregnada en mis retinas. Comencé a ver cuadritos blancos por todos lados.

—Un poco más lejos...—le susurró Gavril, que, ataviado con un traje espectacularmente... brillante, intentaba guiar al fotógrafo. ¿Qué acaso ese sujeto no sabía que debía tomar distancia para sacar una buena fotografía?

Por un segundo intercambié una mirada con Gavril y lo vi rodar los ojos al cielo como si estuviera criticando mi actitud con aquella boda.
¿Quién lo entendía? Si para la fiesta de año nuevo me había obligado prácticamente a besar a Kriss frente a todo el mundo.
Comencé a caminar lentamente siguiendo el sonido de la música que reverberaba en todas las paredes. Cada paso era una tortura. De algún rincón la voz suave de una mujer se mezcló con las cuerdas.
Estaba aterrado.

Mi padre esperaba al final del altar a un costado. La madre de Kriss aguardaba del otro. Cuando le había comentado a ella que producto de la boda debía de invitar a sus padres, entró en pánico, especialmente cuando el mío había amenazado la vida de ellos. Así que invitó solo a su madre con la única condición de que un grupo de soldados la mantuviera vigilada.
Así que le solicité a Roger y a un par de soldados de la confianza de Aspen que la cuidaran.
Aún así, ver a la mujer a los pies del Altar esperando a su hija me causó una terrible sensación de culpa. Miraba de reojo a mi padre como si no confiara en él y le sonreía a la gente con la misma timidez de Kriss.

Cuando llegué al final del altar el sacerdote hizo una reverencia, mi madre se inclinó elegantemente y luego papá le ofreció la mano. Los dos sonrieron con dulzura y por un momento me sentí en un universo paralelo. Aunque había algo en la expresión de papá que me ponía nervioso, más aún cuando lo veía mirar hacia los lados cada cierto rato.

Tal vez temía por un ataque que arruinara aquel día.

El Sacerdote me obligó a quedar a un lado de mis padres viendo hacia el frente y me atreví a estudiar a los invitados. Había demasiada gente y no conocía a nadie. O al menos, no había caras conocidas.

Se suponía que al casarme con una seleccionada habrían invitado a las demás chicas, pero como era una boda prácticamente de emergencia solo estaban los alcaldes, asesores e incluso actores, actrices o modelos que en mi vida había visto.

Había mucha gente, demasiada... pero no había nadie que realmente importara. Al menos si hubieran estado mis amigos tal vez no me habría sentido tan solo.

El sacerdote bendijo una sarta de cosas a las que apenas le puse atención. Aquello por suerte prolongaba más de lo necesario la entrada de Kriss.
Había practicado una sonrisa frente al espejo toda la semana para que se viera realista. Pero todo lo que había resultado eran unas horribles muecas desganadas y desilusionadas.

En algún momento el hombre me bendijo y mencionó algo sobre la prosperidad y la fertilidad que me heló hasta los huesos.
Algunas personas bostezaban y otras se mantenían con la vista ilusionada ante lo que estaba sucediendo en el altar. Mis ojos vagaron sutilmente por entre los invitados pero no logré ver a America, tal vez estaba más atrás, y no la culpaba.

La Única (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora