Capítulo 2: Ella.

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Los días fueron pasando y Ron trataba con frialdad a la castaña, no porque quisiera herirla, sino porque pensó que de esa manera lograría olvidarla, siempre terminaban en discusiones ruidosas, la chica se apenaba mucho y pasaba largas horas en la biblioteca estudiando o en su cuarto encerrada.

Una tarde ella se quedó sola en su cuarto, habían tenido una pelea terrible con el pelirrojo, se dieron tantos gritos que los presentes en la sala común se retiraron dejándolos solos. Se tumbó en la cama y corrió las cortinas adoceladas de su cama, se aflojó la corbata de su cuello pues estaba tan llena de ira que la estaba ahogando, cerró los ojos y recordó la discusión.

Estaba acalorada, se quitó el suéter, luego desabotonó los primeros botones de su camisa. El pelirrojo le gustaba, y le gustaba mucho, ella lo quería pero estaba segura de que él la odiaba, el mayor problema era que no sabía el por qué, si bien siempre habían discutido, nunca como en la última semana.

Lentamente se fue calmando y en su cabeza estaba la cara de su amigo, de pronto y sin aviso, se imaginó besándolo, rodeándolo del cuello, acariciando su espalda por encima de la ropa.

-¡¿Qué estoy haciendo?!- se dijo.

Pero esto ya le había pasado. Ya había imaginado a su amigo besándola, se imaginaba cosas con él que harían poner colorado a cualquier mortal. Sabiendo que estaba sola en aquel cuarto, hizo aquello que había descubierto hace algún tiempo, pasó sus manos por sus pechos, que ya no eran pequeños como antes, sino que tenían ahora un tamaño normal y estaban bien formados. Sintió que sus pezones se endurecían, esto la extasió, se imaginaba que ese pelirrojo de sus sueños le confesaba su amor, la besaba y la acariciaba sin pudor, ella sabía que la única forma de tenerlo era en sus fantasías, no pudo evitar recordar los labios del joven, cada tanto le pasaba que se quedaba como tonta mirando la forma de los labios de su amigo, la boca de él la provocaba, el chico tenía unos labios perfectamente delineados y rojos como la sangre.

Imaginó más, se imaginó su lengua, el sabor de su boca, ella lo quería, estaba totalmente loca por él, ella sabía que no era solo que aquel chico le gustaba, lo quería desde siempre, habían crecido juntos, pero el pelirrojo parecía no notar que ella ya no era una niña.

Apretando sus pechos se imaginó que él le besaba el cuello, su escote, no pudo contenerse y abrió ligeramente las piernas, rozó su sexo por encima de la ropa interior y notó una humedad conocida, suavemente metió sus dedos por debajo de sus bragas y acarició con ganas su sexo inflamado, lo imaginaba, no podía sacar de su mente esa imagen salvaje de él haciéndole el amor.

Con la voz hecha un susurro, murmuro: "Rooooonnn..."

Se sentó en su cama totalmente avergonzada de tener esos pensamientos sobre él, no quería pensar ni sentir eso por el pelirrojo, pero no podía evitarlo.

-Ojalá me quisieras como yo a ti...- exclamó en voz alta.

Harry estaba consternado, sabía que lo mejor era terminar con Ginny, de esa forma él se aseguraba de que nada malo le pasaría a la pelirroja. Estaba sentado frente al lago con sus libros cuando llegó Ron.

-¿Qué haces aquí?- preguntó el pelirrojo.

-Pensaba...

-¿En Ginny?

El moreno asintió con la cabeza, se imaginaba que sería más fácil estar cerca de ella, pero se había equivocado, antes podía besarla cuando quería, podía abrazarla en los pasillos sin ninguna excusa, ahora debía conformarse con mirarla de lejos.

Harry estaba verdaderamente enamorado de Ginny, a diferencia de su amigo y Hermione, él y Ginny nunca discutían, se llevaban muy bien, ella era una excelente compañía y una gran compañera, la chica era bella, divertida, lo tenía todo.

El placer del amor.| Romione.Where stories live. Discover now