Tenía el cabello enmarañado, el maquillaje corrido y las mejillas sonrojadas. Algunas manchas rojas atravesaban la piel de mis hombros y mi cuello como leves irritaciones. Se me calentó el pecho y me invadió la vergüenza.

Cuando caí al suelo en el escape no me había percatado de lo mucho que me dolía la costilla y la pierna. La adrenalina y el miedo habían impedido que sintiera dolor, hasta que me encontré en aquel espacio vacío.

Emití un quejido y me senté en la cama más cercana afirmándome el abdomen. Cada respiración era como una aguja en mis pulmones.

Llevaba una semana con las heridas y el dolor era agudo. El último ataque antes de éste había sucedido hacía tres semanas y Valiant había ido a luchar así a pesar de sus dos costillas quebradas. Probablemente aún le costaba respirar y moverse.

—Dios... ¿Qué hice? —jadeé llevándome las manos a la cabeza.

En aquel silencio pude analizar todo, pensar con claridad, sin un príncipe que me bloqueara la visión y sin un amigo que me causara emociones difíciles de interpretar.

Valiant se iba a marchar. Fue lo primero que me cruzó por la cabeza. Se iba a marchar a la Frontera. Un lugar inhóspito y desolado. Illea tenía tres fronteras que proteger, una era al norte, donde estaban las montañas y los glaciares, una zona que Gregory Illea había prohibido tocar producto de las aguas contaminadas. Aunque había un gran número de personas que vivía en la zona, él restringió la entrada de ellos a Illea para evitar sobrepoblación. Esos rebeldes seguían ahí afuera intentando entrar y nadie sabía qué tan peligrosos podían ser.

La otra frontera estaba hacia el poniente, donde se resguardaban las ciudades de invasiones de Nueva Asia, aunque aquello no sucedía hacía mucho.
A veces si no necesitaban vigilancia en aquellas zonas enviaban a los soldados a luchar a Nueva Asia para impedir que personas de su nación emigraran hacia Illea. Pero de esos soldados luego se perdía el rastro.
Y por último estaba la Frontera Sur. Se suponía que las tierras hacia el Sur del continente Americano habían quedado bajo el resguardo de Europa, pero aún así para llegar a ella había que traspasar la zona más peligrosa donde se suponía que estaba el asentamiento sureño y Coil con sus armas.
Y dudaba que alguien lograra traspasarlos antes de llegar a la frontera.

Fuera cual fuera el destino de Valiant, de algún u otro modo encontraría una muerte segura. Y solo pensar que había decidido hacer aquello por mí, no hacía más que provocar una culpa tan grande que temía de solo mirar a su hermana a la cara.

Podría haberlo detenido, suplicarle porque se quedara, pero ello significaba darle una razón para quedarse... y no la tenía.

Me llevé las manos a la cabeza aguantando el dolor en las costillas. Intenté apaciguar mi respiración. Lo peor de todo es que además del dolor que le había causado, nos había visto.

Lo rechacé la misma noche que él decidió marcharse por mí para luego descubrirme con Maxon casi desnudos.

Y como si fuera poco, me prometió que lo mantendría con vida...

Me recosté adolorida sobre el colchón duro y la cama estrecha. De vez en cuando las paredes temblaban, como si afuera estuvieran atacando el palacio con piedras gigantes.
Debía haber un gran caos en la superficie para que incluso dentro el refugio se sintiera la fuerza de los impactos.

Oculté la cabeza bajo la almohada y me encogí como una forma de protegerme. Recordé a Maxon y el rifle, o lo que fuera aquella arma que había cargado. Pensé en Aspen. Pensé en mis amigos.

¿Dónde estarían Marlee, Carter, Mera y Paige? ¿Habrían sobrevivido? ¿Habrían logrado ocultarse?

El corazón me dolía, la desesperación y el medio se estaban apoderando de mí. Rememoré a Philippo a Celeste y a Kriss.

La Única (COMPLETA)Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin