La Barba

180 18 0
                                    

El lugar en donde vivía con mi madre no era mucho, de hecho no era nada, apenas unos tres metros cuadrados en donde apenas podíamos acomodarnos para dormir. Siempre fuimos pobres, aún cuando mi padre estaba con nosotros. Pero no es una novedad en el pueblo. Aquí los únicos ricos son los gobernantes.

Recuerdo que no podíamos bañarnos demasiado en el año, solo cuando llovía pero tampoco era muy cómodo ya que siempre terminábamos con una gripe infernal. Sí, todo un paraíso. 

Es por eso que estar en el palacio es tan impactante. Ver todos los lujos con los que vive la Reina solo hace que mi odio por ella crezca. ¿Por qué ella no le puede dar aunque sea un poco a sus subditos? 

Me siento indignado por tener que gastar más agua bañándome ya que hace poco lo hice, de hecho mi cabello sigue húmedo. Lo que una madre no daría por unos pocos litros para sus hijos. 

Resignado a seguir las ordenes de Kyler me meto en el pequeño baño en el fondo de la habitación. Al igual que lo demás parece abandonado. Hay polvo por doquier así que agradezco mentalmente a estar acostumbrado a la suciedad. 

Al abrir la regadera me encuentro con un chorro de agua rojiza, lodo se acumula en la bañera y suelto un suspiro resignado, pero para mi sorpresa después de unos segundo el agua se limpia y el olor a cloro se mete en mi nariz. 

Es más asqueroso que el lodo. 

Me deshago de mis ropas recién puestas y me meto al agua caliente. Esta vez no lo disfruto, en su lugar pienso en la mujer rubia. ¿Para qué querrá verme? Debe ser una amiga intima de la Reina si es que ella la mandó a hacerme preguntas. Frunzo el ceño cuando me doy cuenta que de hecho, si la rubia es una Saqaliva, significa que le sirve sexualmente a la Reina. Iug, repugnante. ¿Cómo una mujer tan exquisita puede siquiera tocar a una mujer llena de piel colgante?

Con una esponja vieja restriego bien cada parte de mi piel, y no porque mi cuerpo vaya a ser mi trabajo sino porque quiero lucir bien para la chica. Unos pasos fuera del baño me advierten de la presencia de Kyler, pero esta vez no me interrumpe, solo escucho los resortes de la cama chirriar, debe haberse sentado a esperar. 

Ahora, ¿realmente voy a servir a la Reina? No me importaría si eso significara hacer de comer, aunque no sepa hacer ni un té de manzanilla, o quizás cuidarla. Yo qué sé, todo menos tener que servirle sexualmente. No soy de los que piensa que el cuerpo es un santuario, los Dioses saben que mis manos han retirado más faldas de las piernas de mujeres que encendido cigarros. Y me encanta fumar. Pero no me veo besando a una vieja llena de cueros, sería como follar a mi abuela, o peor, a un cadáver, y la necrofilia no me va. 

De todas formas no es como si tuviera alguna salida. Soy un hombre de veinte años sano y fuerte pero sin ninguna esperanza de sobrevivir a fuera. La guerra solo es para los valientes y no me considero el hombre más cabal. 

Mierda, no tengo muchas opciones. 

— ¡Bien, ya llevas mucho tiempo adentro! ¡Sal ahora! — grita Kyler desde afuera dando unos golpes en la puerta

Suelto un resoplido de frustración pero hago lo que me dice y con la ropa que me acababa de quitar me seco. Salgo con el cuerpo húmedo por lo que Risitos me da una mirada incrédula. 

— No puedes presentarte así — creo que se le van a salir los ojos 

A continuación una nueva muda de ropa es puesta sobre mis manos. Esta vez un pantalón de vestir negro y una camisa azul oscuro es lo que debo vestir. Me siento confuso, ¿por qué en el mundo debería verme de esta forma con una simple Saqaliva? Le transmito mis pensamientos a Kyler y creo que esta vez si le va a dar algo. Es divertido.

El amante de la ReinaWhere stories live. Discover now