-No... no sé...-mascullé, pero sabía que no me había escuchado por el volumen de la música.

Me hizo girar sobre mí misma impulsándome con fuerza por la cintura. Mucha gente se unió al baile imitando la coreografía.
Al sentirme más resguardada por todos quienes bailaban alrededor, intenté seguir el ritmo. Muchas mujeres rodeaban a Philippo para bailar con él. Pero él solo me miraba a mí, lo que no sabía si me molestaba o me gustaba.
¿Dónde diablos estaba Celeste?

Poco a poco comencé a entrar en confianza. Entre los invitados logré adivinar a algunos alcaldes, incluso estaba el de Carolina, quien trataba de llamar la atención de Philippo junto a su esposa. No podía adivinar con qué fin, el pobre sujeto bailaba como una gallina con estreñimiento, en cambio Philippo daba vueltas y movía los pies como todo un profesional.

Cuando me agarró de nuevo por la cintura me volví a incomodar. Había ratos en el que se me olvidaba cómo andaba vestida, hasta que sentía sus manos en mi espalda y corrientes de aire entre las piernas. Solo ahí recordaba cómo era el vestido, porque debajo de aquellos parches que lo sostenían no llevaba absolutamente nada.
Temblé de solo imaginar qué ocurriría si alguien pisaba la cola jalándolo hacia abajo. No pretendía quedar desnuda en medio de la pista, aunque me faltaba poco. Solo bastaba un error y quedaría en ridículo.

¿Cómo habían logrado convencerme de hacer aquello?

La gente estaba increíblemente animada, jamás creí ver una fiesta así en Illea, solo en Montecarlo, y fue un día que junto con Nicoletta terminamos tan agotadas de bailar que no nos levantamos de la cama hasta el otro día.
Las luces se movían a todos lados y la chaqueta amarilla con lentejuelas de Philippo irradiaba puntos de colores en todas las direcciones.
En algún momento le dio calor y se la quitó, y tal como la capa, la arrojó lejos. Un grupo de mujeres se arrojaron sobre ella.

Me guiñó un ojo y alzó su mano hacia mí, se la tomé con temor y me volvió a girar. El compás había cambiado, ahora era un poco menos electrónico y más rítmico. Me agarró ambas manos, pegó su pecho a mi espalda y cruzó mis brazos por encima de mi ombligo, entonces comenzó a mover las caderas hacia los lados junto con la mía haciéndome bajar hasta el suelo. Reí nerviosa.

-¿Qué haces? -exclamé. Las veces que había bailado con él nunca habían sido así y no me estaba sintiendo cómoda. Sin embargo su entusiasmo era contagioso a pesar de todo.

-¡Estoy bailando! -exclamó animado. Entonces me volteó hacia él y volvió a agarrarme con una mano por la espalda, solo que se tomó demasiadas atribuciones y la colocó justo debajo de la última vertebra, tuve que tomarla y subirla de regreso a mi espalda. Lo miré ceñuda.

-Philippo... -advertí apretando los dientes.

Se levantó la máscara colocándola sobre su cabeza y acercó su nariz a mi mejilla riendo.

-Disculpa, es la emoción... -rió.

-Me di cuenta -rodé los ojos, entonces comenzó a moverse con mucha gracia, moviendo sus caderas y pegándolas a las mías. Me quedé estática.

-Anda, muévete -me animó. Agité la cabeza avergonzada.

-No sé qué es esto -Estaba comenzando a ponerme nerviosa, odiaba que me miraran tan fijamente. Sentí algunos flashes, ¿por qué había dejado la capa en la entrada? Necesitaba cubrirme con urgencia.

-Solo sígueme los pasos -me susurró al oído. Tragué saliva y asentí.

No podía escapar, no podía esconderme. No me quedaba de otra que seguir el baile porque si arrancaba dejaría mal parado a Philippo.
Miré sus pies e intenté seguir el ritmo. Insistía en dejarme pegada a él mientras yo intentaba separarme. No obstante, debía admitir que bailaba realmente bien. La forma en la que sus pies se despegaban del suelo para cambiar de ritmo era muy sutil, se sentía ligero como una pluma. Yo prácticamente no necesitaba moverme, el me guiaba.

La Única (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora