Capítulo treinta y cinco: Comienzo.

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— ¿Qué vamos a hacer? — Catalina se sentó a un lado de Oscar en el patio.

El rapero suspiró apoyando su espalda y nuca en la pared, fumaba un cigarrillo mientras las lágrimas le caían por las mejillas. Escuchaba a Jaime sollozar aún en el comedor y no tenía ánimo alguno de ver a su ex mujer.

— Yo creo que con la edad lo olvidará — La chica miraba sus uñas.

— ¿Estás loca? — Oscar frunció el ceño — ¿De verdad quieres cuidarle la raja a tu mamá?

— Todos cometemos errores y...

— ¡Y abusó de tu hijo mayor, se violó a tu hijo y lo convirtió en un actor pornográfico! — El rapero la interrumpió.

— No me grites — Intentó calmarlo — Es mi madre Oscar y sí, sé que tiene que pagar.

— Y deberías pagar con ella — El muchacho dió una calada a su cigarrillo — Le cagaste la vida Cata.

— Yo no hice nada — La chica inmediatamente se puso a la defensiva.

— Siento lástima por tus hijas, con un papá agresivo como Enrique, una abuela violadora y una madre cobarde — El rapero se levantó del piso.

— No eres el mejor papá Oscar — Bufó Catalina.

— Por lo menos en menos de un mes se mucho más de nuestro hijo que tú en ocho años — Se hincó — ¿Qué triste no? Al Jaime esa etapa nunca se le va a olvidar y, ¿sabes qué es lo mejor? Siempre serás la persona que no lo cuido ni sacó de eso — Catalina le dio una cachetada manteniéndose en silencio — Siento lástima por ti, por tu mierda de familia y  porque tú hijo mayor te odia sin necesidad de que alguien le meta cizaña, te ganaste el trofeo a la mejor madre de la vida.

Oscar se levantó y caminó hasta la casa, la chica solo atinó a seguir llorando en la misma posición. No soportaba la idea de que su primogénito la odiara. Jaime lloraba aún en el sillón y el rapero acomodándose a su lado lo abrazó, presionándolo contra su pecho comenzó a cantarle una canción que a él personalmente tranquilizaba.

— Confía en mí, no te dejaré solo  — le susurró Oscar y el niño respiró profundo, cerrando los ojos se dejó envolver por la voz de su papá cantando.

Oscar sin poder dormir en toda la noche se giraba infinitas veces en la cama, incómodo, asustado y con una sensación sumamente extraño que no lograba reconocer miraba a su hijo. El terror de que le quitaran al chico cuando fuera a denunciar le recorría la espalda. Es que nadie podía asegurar que pasaría al día siguiente.

Se levantó apresurado y vistió al chico con la ropa más vieja que pudiera pasar por pijama. Guardando en la mochila la ropa del colegio, armo un bolso y salió de casa. No pasaron más de veinte minutos cuando se encontró con el chico al hombro tocando el timbre de la casa de Nicolás, El que sorprendido lo dejó entrar.

— ¿Podemos dormir aquí? — Oscar Sonrió.

— Sí, acuestalo en la pieza mientras hablamos — El rapero asintió mientras sentía las lágrimas nuevamente humedecer sus mejillas.

Se sentaron en el sillón, Oscar recostado sobre el menor escondía su rostro en el pecho contrario mientras Naiko le acariciaba el cabello y el rostro.

— ¿Me vas a contar qué pasó? — El rapero asintió.

— La abuela del Jaime lo prostituía vía.

— Dios.

— ¿Qué hago si me lo quitan Naiko? — Sollozó el mayor — ¿Cómo le explicó qué somos una mierda de padres?

— No te lo van a quitar Bestia, estás denunciando y él sabe que eres el único que hizo algo por él — Susurró el menor besando la frente de su pareja.

— Me quiero matar weón — Oscar suspiró pesadamente, se sentía agotado física y mentalmente.

Cerrando los ojos se durmió, el olor, el leve movimiento del pecho del menor y las caricias en su cabello lograron relajarlo casi a las cuatro de la mañana.

A las nueve de la mañana se encontraban los tres en pie, el chico con el uniforme de la escuela puesto veía que se le hacía tarde para ir a la escuela y Oscar aún comía en el sofá.

— ¿Iré a la escuela? — Preguntó casi en un susurro.

— Después de ir donde la psicóloga — El rapero lo miró de reojo — Y quiero que le cuentes todo — El chico asintió

De pie en la puerta Naiko se despidió de Jaime que corriendo se subió al auto, juntando su frente con la del Bestia le susurró.

— ¿Estás seguro qué no quieres compañía? — El rapero asintió con delicadeza — Puedes volver si quieres, te llamaré en un rato.

— Gracias — Oscar besó los labios del menor — Volveré después de dejar al Jaime en el colegio.

— Te quiero — Nicolás rozó su nariz con la del contrario.

— Te quiero más — Sonrió el rapero, la primera sonrisa que el menor le veía desde que había llegado.

Se subió al auto tomando todo el aire que le era posible. Mirando por el espejo retrovisor vio al chico aferrado a su Elmo y nervioso movía su pie.

— ¿Hablaras? — Preguntó cuando llevaban una cuadra.

— ¿Me abandonarás? — Respondió el niño mirándolo.

— Si hablas no — Jaime asintió — Todo saldrá bien y no tendrás que volver a ver a tu abuela para que te obligue a hacer eso.

— ¿Cómo sabes?.

— Te juro que si ayudas no volverá a pasar, confía en mí — El rapero le sonrió a través del espejo.

Jaime solo asintió y en un rato estaban sentados frente a la grabadora, el chico había pedido que Oscar entrara con él y ahora frente a los dos se disponía a contar por primera vez en su vida, todo lo que su abuela junto a su madre lo habían  obligado a hacer a él y a su abuelo.

— Confío en tí — Le dijo a Oscar antes de mirar a la psicóloga y suspirar — Mi mami sabe lo que mi abuela hace, me decía que era un trabajo para que pudiéramos comer, que con lo de Enrique no alcanzaba y que mi abuela tenía un trabajo muy bueno para mí en el que el Tata Tomás también trabajaba. No sé si ella sabía de lo que trataba porque nunca estuvo cuando mi abuela me hacía trabajar pero, si sabía que trabajaba.

— ¿En qué trabajabas Jaime? — Preguntó la mujer mientras Oscar se grababa cada palabra que el chico soltaba y entendía porque Catalina quería pasar del tema.

Confía en mí [Historia Gay Sin Incesto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora