Capítulo veintiséis: ¿Verdad o reto?

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Jaime llegó al colegio el día lunes un poco asustado, había tenido una pesadilla que le recordaba muy bien la noche del viernes y varias más que habían vuelto a su cabeza. Se mantuvo en silencio la primera hora de clases  hasta el recreo, donde Nicolás se le acercó.

— Hola — El moreno se colocó delante de su mesa — ¿Estás bien?

— Sí — Jaime sacó de su mochila la colación que su abuela le había preparado y encontró un auto — ¿Juguemos con los autos?

— No tengo — Nicolás frunció el ceño — A mi mamá no le guste que juegue con autos.

— ¿Y a qué le gusta que juegues? — el moreno levantó los hombros.

— Me deja dibujar mandalas y luego pintarlas.

— Yo hago origamis — Jaime sonrió — ¿Quieres aprender?

— Bueno — Nicolás se sentó en el puesto de su compañero — ¿Sabes hacer aves?.

— Sí — Navarro sacó su cuaderno y sacándole dos hojas le pasó una al moreno.

— Primero tenemos que hacerlo así —  El ruliento comenzó a armar uno de los tantos origamis que había aprendido en la soledad de su habitación.

Edgar estaba con Manuel jugando a los super héroes, el chico más bajo no se llevaba bien con Nicolás pero, le gustaba jugar con el ruliento y por eso intentaba alejarlos.

Cuando la hora de la psicóloga llegó Jaime no contó nada de lo importante, al contrario hablaba maravillas de su nuevo colegio. Era otra semana perdida para Oscar, que ya se sentía ahogado al sentir que estaba contra el reloj con la situación de su único hijo.

Después de dejar al chico en el colegio recibió una llamada, en su pantalla se enseñaba que la llamada era de Naiko.

— ¿Qué pasa? — Contestó alegre.

— ¿Podemos vernos? — Sollozó el menor y a Oscar se le desapareció la sonrisa.

— Sí, ¿Dónde?

— En mi casa porfa, ¿me podí comprar un analgésico y te lo pago acá?.

— Bueno, voy pa' ya.

Bestia sentía que ya no tendría descanso, la mala suerte lo seguía y frustrado manejó hasta la farmacia. Estar sin trabajo lo ayudaba a estar pendiente del niño pero, pronto tendría que comenzar su búsqueda nuevamente. No entendía como de un día para otro su vida se complicó tanto y daría mucho por tomar un avión y desaparecer del mapa.

Tocó el timbre de la casa de Nicolás preparado para muchas cosas, menos para la que le tocó. El más bajo tenía su rostro destrozado y una serie de puntos le cubrían el rostro.

— ¿Qué conchetumare te pasó? — Oscar no atinó a nada más y parado frente a la puerta miraba al menor.

— Terminé con el choreza — habló el más bajo corriendose de la puerta para dejarlo pasar.

— ¿Y te sacó la chucha por eso? — Oscar cerró la puerta.

— No, mandó a uno de sus muchos amigos matones a sacarme la mierda  — El rapero le tendió la bolsa de la farmacia — No fue tan hombre para hacerlo el mismo.

— De hombre no hubiera tenido mucho.

— ¿Cómo está tu hijo? — Preguntó sacando dos vasos — ¿Agua, bebida, jugó?

— Jugo, está bien — Oscar recibió el vaso — ¿Cómo estay?

— Te mentiría si te digo que no me duele o que no estoy enojado pero, estoy tranquilo.

— Aprovechando la situación,  ¿podríamos regalonear viendo una película? — Nicolás Sonrió.

— Estaba a punto de ver Star Trek, ¿Te tinca?

— Me encantaría.

Acostados en la cama Naiko Intentó descansar, ya había terminado todo con choreza y no era necesario ocultar más lo que sentía por Oscar.

A Nicolás y Jaime se le habían unido varios chicos más, ahora en un gran círculo jugaban a verdad o reto. Cuando le tocó al moreno fue Manuel el que Preguntó.

— ¿Verdad o reto? — Soltó el rubio con una sonrisa.

— Verdad — Nicolás asustado Sonrió.

— ¿Quién te gusta? — todos rieron.

La peor pregunta que se le puede hacer a un niño era esa, significaba que la persona que te gustaba se enteraría provocando que las burlas de los demás aparecieran. Más para Nicolás, que no entendía aún porque razón no le gustaba una niña.

— Me- me gusta — Todos atentos esperaban la respuesta con cierta ansiedad — Me gusta el Jaime.

El silencio inundó la sala de clases, todos miraban al moreno con cara de duda lo que provocaba en el chico un miedo inexplicable, recorrió con la mirada a todos los niños que formaban el curso, cada uno con una mueca distinta pero, que tenía el mismo fin. Una mezcla de duda y asco por la respuesta del niño.

Cuando su mirada se topó con la de Jaime su pequeño corazón se detuvo. El ruliento lo miraba sin expresión alguna en su rostro y negó con la cabeza sutilmente, sin que nadie se diera cuenta.

— No — habló el más bajo — Se refiere a que niña te gusta, no a quien te gusta como amigo.

— Tamara — Contestó irreflexivamente y Jaime asintió.

— Tamara es linda — Soltó Edgar y todos comenzaron a hablar.

Nicolás sintió como el ambiente dejaba de estar tenso y solo había dicho el nombre que Edgar más le repetía en el día. Sin entender la reacción del grupo sintió pena y sin ganas de jugar más volvió a su mesa a hacer otra vez los origamis que Jaime le había enseñado.

Confía en mí [Historia Gay Sin Incesto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora