Capítulo veintiuno:. Culpa

527 88 19
                                    

Después de hablar con la profesora, el director, la psicóloga y la madre de Nicolás, Oscar pudo prestar atención a su muchacho. El niño, que seguía llorando en silencio con la mirada atenta del moreno y la preocupación de Naiko esperaba ancioso volver a la casa de sus abuelos, esos abuelos que si lo cuidaban.

— ¿Vendrás a clases mañana? — Preguntó Nicolás triste.

— ¿Vas a seguir siendo mi amigo? — Navarro se limpió la nariz con la manga de la camisa.

— Obvio que sí — Sonrió el moreno — Todos seguiremos siendo tus amigos.

— Entonces si vendré — Asintió.

— Las cosas malas terminan siempre — Naiko acarició el cabello del chico — Nunca pueden ser eternas.

Oscar se acercó a los tres en compañía de la madre del moreno y tomando al chico en brazos se despidieron del resto.

— Te voy a dejar a tu casa — Naiko asintió en silencio.

Le era incómodo sentarse en el mismo lugar donde hace tan poco le había dado una mamada al rapero y saber que llegaría a su casa, donde choreza lo estaba esperando lo ponía nervioso. No se dio cuenta cuando Oscar se detuvo a dos cuadras de su hogar.

— ¿Está el weón en tu casa? — Preguntó el rapero.

— Yo creo que sí, chao Jaime — Se despidió del niño acariciándole la mejilla húmeda — Nos vemos luego — El menor asintió antes de que Naiko bajara del auto.

— Oye — Oscar lo detuvo antes de que se alejara — Gracias por lo de hoy — Nicolás levantó los hombros — en serio, no sé que haría en estas ocasiones si tu no estuvieras.

— Te quiero Bestia — Susurró el menor.

— Yo también te quiero, caleta weón.

Oscar besó a Nicolás en una posición donde Jaime no podía verlos. En realidad el chico tampoco estaba muy pendiente, acostado en posición fetal abrazaba su peluche de Elmo mirando unas bolsas que enseñaban unos juguetes. Muchas veces se había encontrado en la misma posición con su madre, viendo una bolsa con regalos para sus hermanas pero, ninguno para él. Cerró los ojos cuando escuchó la puerta.

— ¿Viste los autos que te compré? — Soltó Oscar al verlo tan triste — Te compré unos rompecabezas también y un juego para que podamos jugar juntos.

— ¿De verdad? —  Navarro limpió sus mejillas con las palmas de sus manos — ¿Puedo verlos?

— Obvio, son para ti — Sonrió el mayor.

— ¿Podemos ir a una plaza a jugar antes de ir a la casa? — Jaime miraba su juego nuevo.

— Bueno, podemos ir — cambiando la dirección de su destino Oscar llegó al parque o'higgins.

Aún era temprano y sentándose ambos en el pasto jugaron, desde jugar con el rompecabezas hasta hacer carreras de autos y terminar con ese juego que el rapero había comprado para ambos.

Jaime estaba recostado sobre una chaqueta en el pasto, miraba atento a la gente mientras los ojos se le cerraban de a poco. Oscar había sacado un pito, fumaba para relajar la mente y quitar el estrés que se le había formado después de tal show.

— ¿Papá? — llamó su atención el chico, lo miraba atento.

— ¿Qué pasa bebé?

El menor se acercó tímido a su padre y acurrucándose a su lado cerró los ojos.

— Te amo — Susurró Oscar acariciando el cabello del chico — No sabes cuánto te amo.

— Yo no sé amar — Susurró el menor.

— No importa, yo te enseño con el tiempo — Sonrió.

Habían pasado unos minutos cuando Jaime dormía completamente, sin saltos y sin pesadillas el chico abrazaba a su papá. Oscar por otro lado miraba la cola de su pito sin poder fumarla, la comodidad ésta vez no estaba acompañándolo. Se levantó despacio tirando el pito y tomando al chico en brazos lo cubrió, habían dejado todo ordenado antes, así que podía tomar la bolsa sin necesidad de caer de bruces. Se sentó en una banca camino a su auto, con los brazos cansados dejó la bolsa a un lado y acomodó al niño. Su rostro aún tenía marcas que intentaban borrarse y su cuello mantenía aún los moretones de un color morado oscuro. Acarició la mejilla del chico antes de hablar solo, drogado y sensible.

— Te amo y sé que estas cansado Jaime. ¿Cómo no?, si lo que te ha tocado vivir es muy difícil de aguantar hasta para mí. Sé que estay cagao'  de miedo hijo,  que estay cansado y que a veces tu cuerpo no quiere más, sin embargo ahí sigues.... sonriendo a tus cortos ocho años.  Queda poquito te lo juro, y ya veras como creceras y no recordaras mucho, solo sera una mala  historia que verás superada.  Tú eres el protagonista de esta película y el protagonista nunca muere — El rapero se limpio una lágrima que caía por su mejilla — No te rindas campeón, no puedo pedirte que no te canses, que no llores, que no duela o que no tengas miedo,  pero ten claro que ahora estoy aquí contigo. Yo cuidaré tu sueño ahora y siempre, calmare tu llanto y curare las heridas que cualquier conchesumadre quiera dejarte, pero se arrepentira de haberlo hecho. Tú ahora descansa, vuelve a ser un niño hasta que tus hijos te pidan madurar, que para todo lo demas estoy yo. Solo te pido que  sigas fuerte y  que tengas claro que mis brazos nunca estarán cansados para ti. Duerme campeón, te prometo que volverás a ser feliz me cueste la vida.

Era rara la situación para el resto de la gente, pero Oscar estaba en su mundo, drogado, cansado, acompañado de su único hijo y la culpa que le carcomía la cabeza.

— Puta, podría haberlo escrito para subirlo al Instagram — Terminó riendo a carcajadas, despertando al chico y ganándose las miradas de la gente que pasaba a su alrededor

Confía en mí [Historia Gay Sin Incesto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora