capítulo veintidós: Conejo.

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— ¿Todo está bien? — Jaime miraba a su padre mientras caminaban, le perturbaba la mirada perdida que el mayor tenía. Al no recibir respuesta suspiró — ¿Papá? — Llamó su atención colocándose unos pasos delante de él.

— ¿Qué pasa campeón? — Sonrió el rapero.

— Caso estás bien — Oscar frunció el ceño sin entender.

— Obvio que sí — Acarició el cabello del niño.

Al llegar a casa la anciana ya les tenía la comida preparada y entre risas pasaron las últimas horas del día.

Despues del colegio oscar llevó al niño a la psicóloga, Jaime aún asustado no fue capaz de hablar.  Tiritando comenzó a llorar ignorando completamente las palabras de la mujer que se sentaba delante de él.

— Es imposible sacarle una palabra — suspiró la psicóloga de carabineros a Oscar — Me temo que tendrá que permitir que la madre se lo lleve el fin de semana que le corresponde.

— Pero, ¿y los golpes? — El rapero la miró asustado mientras la mujer negaba con la cabeza.

— No tenemos pruebas Oscar, para el juez todo puede ser alterado y si el niño no habla todo es obsoleto — ambos miraron al chico — Tendrá que aceptar la visita de la mujer por lo menos ésta vez.

— Puta la weá — Bufó el hombre.

— A lo mejor al ver la diferencia de familias quiera hablar — Sonrió con tristeza la mujer — Esperemos que sea para mejor.

— Terminará mas asustado de lo que está — El rapero se revolvió el cabello acercándose al chico — Como no quieres contarle nada a la niña estoy obligado a llevarte por el fin de semana donde tu mamá.

— No quiero ir — Susurró el chico.

— Entonces cuéntale a la psicóloga lo que te hacen  — Jaime negó con rapidez — Si no nos dejas ayudarte no podemos hacerlo.

— Estoy bien — Jaime caminó hasta la puerta de la comisaría.

— Intentaré convencerlo — Oscar miró a la mujer.

— Llévalo donde su madre, si no lo haces puede ser peor para tu custodia ahora que la mujer quiere pelear por él — El rapero asintió antes de caminar hasta su hijo.

— Vamos, tenemos que llevarte donde tu mamá — El niño suspiró al comenzar a caminar.

Tenia claro que debía hablar con la mujer pero, no quería que su mamá se fuera a la cárcel ni él a un orfanato.

Cuando dieron las siete de la tarde Oscar tocó el timbre de Catalina, la mujer abrió encontrándose con la visita de su hijo mayor. Abrazándolo lo entró en la casa.

— Vengo a buscarlo el domingo a la misma hora — Bufó Oscar tomando del brazo a la chica — Un rasguño Cata y no lo ves nunca más.

— Lo voy a cuidar Oscar — la mujer le Sonrió al niño.

— Chao hijo, cualquier cosa llámame — Jaime asintio abrazando a su papá.

— Perdón — Susurró el chico.

— Te amo mucho, mucho mucho mucho — El rapero le devolvió el abrazo antes de levantarse y volver a su auto — ¡Llámame! — Gritó antes de que Catalina cerrara la puerta.

Caminando a paso lento e indeciso Jaime se adentró en la casa de su madre, mirando atento si Enrique estaba en casa o si sus hermanas se le aparecían de la nada.

— Te extrañé mucho — Catalina abrazó al chico por la espalda, le daba pequeños besos — Te juro que ya todo será mejor.

— ¿Dónde están las niñas? — Preguntó el ruliento alejándose de su madre — ¿Y Enrique?

— Enrique está trabajando pero, también quiere verte y las niñas están viendo una película en mi cuarto — Sonrió — ¿Tienes hambre?.

— No, ¿Puedo ir a mi cuarto? — Catalina asintió.

Al entrar en su habitación que cada vez estaba mas desocupada Jaime sintió su corazón acelerado, quería correr de vuelta a la casa de su padre y acostarse entre sus abuelos. Se sentó sobre la cama y comenzó a tararear una canción que Nicolás le había enseñado.

— Jaime, voy al cumpleaños de Mariana — El chico asintió — mi mami vendrá a cuidarlos a los tres — Catalina salió del dormitorio.

— ¡Mamá! — El ruliento corrió para alcanzar a la mujer pero, se encontró con su abuela.

— Tanto tiempo mi bebé — La mujer se acercó a Navarro y abrazándolo le susurró — Traje unos regalos — Jaime cerró los ojos.

— Nos vamos — Enrique se despidió de sus hijas y de la mujer, ignorando completamente al niño salió de casa.

— Pórtate bien, hacele caso a tu abuelita — Catalina besó la mejilla del chico — mamá regalonea al Jaime, las niñas quedaron durmiendo

— Claro, jugaremos mucho con el niño — Sonrió la mujer mayor y tomando de la muñeca al niño esperó que el auto de su hija se alejara.

El miedo recorrió como una corriente eléctrica el cuerpo del chico, que intentando arrancar fue casi arrastrado hasta el sillón.

— ¿Creíste que la abuela no volvería a verte? Me han pedido muchas fotos, eres muy famoso Jaimelito — la mujer tomó su bolso sacando su celular, un iPhone 6 que se había comprado gracias al chico — Te compré muchas cosas nuevas — Sacó un cintillo con orejas de conejo y un antifaz con el que cubriría su rostro.

— No quiero jugar — habló con la voz quebrada el niño.

— Esto no es un juego Jaime, es tu trabajo y todos debemos trabajar — una manta roja salió de su bolso luego de que la mujer le colocará el cintillo y el antifaz — Vamos a tu cuarto cariño, hoy te ves hermoso.

Confía en mí [Historia Gay Sin Incesto]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora